Capítulo 61

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Lo último que veo es el aleteo de una morada cabellera que se mueve con el viento. Quiero llamarla, quiero que voltee. Pero el atardecer encandila su belleza y no soy capaz de hablar. La contemplo todo lo que puedo, para dejármela grabada en la mente para siempre.

Abro los ojos de pronto.
La luz fosforescente a mi alrededor hace arder mis retinas.
Tan pronto como desaparece aquel sueño idílico me doy cuenta que estoy en una cabina de escáner cerebral. Tengo unos cables adheridos en las sienes. Y también los tengo pegados por todo el pecho. Me siento como si estuviera en un tubo blanco, encarcelado en un limbo.

Trato de mantener la calma. No sé lo que buscan.

Unas líneas negras se van dibujando alrededor de la cabina, que la va envolviendo a intervalos como el cuerpo de una abeja. Y de repente empiezan a girar, moviéndose estrepitosamente. Con temblores que me descolocan de mi lugar. Intento moverme, pero mis manos están ancladas a mis costados con esposas de metal que me rodean toda la muñeca.
Siento como si estuviera en un remolino.
Vuelta y vueltas, que me marean, me aturden.

Cierro los ojos fuertemente.
<<Concéntrate>>
Lo que quieren ver es la reacción de tu cerebro ante el escenario, la sinápsis y la alteración de las zonas. Seguramente la más afectada sea la zona parietal con la occipital.

Modulo mi respiración, abro los ojos y me centro en una sola linea que se mueve por encima de mi visión.
El escenario se vuelve más estruendoso, pero yo logro encontrar mi punto, mi equilibrio y no consigue alterarme después de todo. 

Repentinamente desaparecen las líneas y el temblor motorizado de la cabina se detiene. Las luces se apagan, y quedo en una oscuridad abrasadora.
Espero varios segundos. Los cuento todos: 320 segundos.
Voy inhalando y exhalando más tranquilo. Sin embargo, estoy alerta para enfrentar lo que viene. Porque de algún modo sé que no ha terminado.

En medio de la oscuridad una lucesilla circular aparece en el centro, es de color rojo. Desprende un zumbido constante, similar al de una bombilla con alto voltaje.
Unos seis segundos después, apareció otra. Y más le siguieron, surgiendo de forma aleatoria.
Hasta que ocupan todo el espacio de la cápsula como puntos rojos en medio de un cielo oscuro.
El sonido de sus zumbidos se vuelve ensordecedor.

¿Qué es esto? Me pregunto, preocupado.

Sin verlo venir, todas la lucesillas dejan caer rayos láseres sobre mí. Directos, veloces.
Me quedo sin un ápice de aliento.
De pies a cabeza me arde, me bulle la piel. Cada maldito punto es una aguja punzante que se adentra, que me provoca un dolor asolador.

Me retuerzo en mi lugar, sé que estoy gritando pero no me oigo, sólo siento presión en la garganta.

Los rayos están por todos lados: desde mi cara hasta mis pies descalzos. Me están lacerando el pellejo.

Me están calcinando aquí adentro.
Aunque me arda, me queme, y este cegado por el dolor. Una vocesilla en mi consciencia me dice que aguante, que resista. Porque eso es lo que ellos quieren.

Visualizo por un instante de nuevo el sueño.
El leve vaivén de su cabello violeta, meciéndose con una parsimonia hipnotizante. Puedo evocar el desliz de su nariz respingada, exaltada de pecas tenues, el color pálido de sus pómulos. Aquellos grandes ojos pardos mirándome el rostro con tanta atención que me puedo ver reflejado en sus iris. Sus labios gruesos, secos y sonrosados.

No puedo olvidarla, no puedo dejarla ir entre tanto dolor.
La guardo, mientras el ardor cubre todo mi cuerpo.
Resisto segundos eternos, que van consumiendo mi resistencia cada vez más como si se llevaran toda la energía de mi sistema.
Estoy a punto de ceder, de borrar su rostro, de dejarme llevar. Irme, caer inconsciente de nuevo, para no sentir, para no añorarla, para no sufrir.

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora