Literalmente el mundo se derrumbó a mis pies.
— ¿De qué mierda están hablando? —Justin estuvo en segundos detrás de aquellos hombres. Su voz caustica irrumpió con una mueca de desconcierto total.
Yo tan solo me quedé helada. Sin habla, inmóvil, con la mente petrificada.
Las luces rojas y azules giraban volátiles, advertidoras, marcaba el aire con su presencia.
La policía de Satterville estaba aquí, en mi puerta.
Para llevarme.
—Lo que ha escuchado. —Le contestó el policía a Justin. —Se lo explicaremos a la Srta. Mackenzie en comisaria. Acompáñenos Srta. Por favor.
La mano gruesa del policía a mi izquierda, me tomo sutilmente del codo.
Justin intervino inmediatamente, alejando de un manotazo al policía de mi alcance. Su ceño torcido, quijada tensada, con cada musculo a la defensiva.
Instintivamente me protegí tras su espalda.
—Ella no va ningún lado sin mí, menos con ustedes. —Su voz era tétricamente dura, escupiendo desconfianza.
Dios… ¿En lio me he metido, joder?
Querían fingirse no estar un poco desconcertados. Parecían shockeados por su insolencia.
Un policía le susurro al otro en el oído, sin que despegaran sus ojos de nosotros.
Reconozco sus miradas analizadoras.
Uno asintió y dijo:
—Mientras más personas, más respuestas. Vámonos, solo los interrogaremos…ahora a los dos. Suban. —El tipo hizo una seña hacia el auto.
El mismo auto que había visto ayer y hoy la mañana. Efectivamente mi instinto no se equivocó del todo. Habían estado un par de ojos tras esos vidrios polarizados, vigilándome durante todo un día. Lo sabía, no podía despegarme de la inquietud de que alguien me observaba, es sucio ser víctima de ese escalofrió. Con el paso del tiempo, he aprendido a percibir esa sensación de ser espiada, puliéndolo a base del acosamiento de algún tipo de psicópata, que por estos últimos tiempos me ha dejado tranquila.
Y ahora me llevaban para interrogarme sobre la fábrica, ¿Qué mierda querían saber de eso? ¿Cómo sabían que habíamos estado allá?
Pareciera que la que tiene más preguntas aquí soy yo.
Estoy más que perdida, jodidamente petrificada y confundida sobre eso.
¿Qué es lo que quieren de mí?
Bajamos el porche y uno de ellos nos abrió la puerta del coche policial.
Demonios.
Justin subió primero aferrado a mi mano tajantemente. Era ineludible, tuve que subirme tras él.
Soy inocente. Soy inocente. Soy inocente.
Recé en mi conciencia, cuando me acomode en el asiento. Como una condenada a muerte con ese mugriento traje naranja, llevando una bola de acero que arrastrar con sus pies.
Mi histrionismo llegó hasta otro nivel…estoy asustada.
Trago saliva de forma involuntaria al escuchar la partida del motor prendiendo el auto.
Sin querer, me sobresalta el sonido agudo que se dispersa por todo mi pasaje, la alarma policiaca. Anunciando que llevan a una sospechosa consigo. Ojala a veces la tierra tuviera boca, y que se abriera en ese momento con unos dientes hechos de ramas y una lengua de hojas, y que me tragara.
Sin embargo, por más cosa extraña que rogara mi retorcida mente, aquello no ocurriría.
Apreté la mano de Justin entre la mía, sentía a través de la tela de mi blusa, sus bíceps tensados, traía su camiseta blanca, musculosa, como si estuviéramos en medio del verano. Diametralmente opuesto a mí, que siento un frio inhóspito en mi interior. Sus ojos mieles se vuelven a mirarme, no logro descifrar que es lo que puede estar pasando por su cabeza, si una hazaña para detener el auto de un frenazo y agarrarme de la mano para salir casi volando de aquí o si solo espera a que nos interroguen. Por un agonizante momento espere a que hiciera lo primero.
Sus cejas se tuercen, frunciendo el ceño profundamente.
Está preocupado, inquietante, desconcertado y en alerta. Eso sí puedo saberlo.
Lo miro con desconsuelo.
— ¿Qué está pasando, Justin? —le susurro a voz ahogada.
Veo el músculo de su mandíbula sobresalir.
—No tengo ni la menor idea. —masculló inexpresivo.
—No fuiste a buscarme a la escuela.
Clavó sus ojos en los míos.
—Iba camino a buscarte, cuando pase por tu casa, estos tipos estaban tocando el timbre de tu casa. —murmuró para que no nos escucharan. —Me quede allí hasta que se fueron. Venían sin el auto. Cuando voy llegando a tu escuela veo este auto policial entrar por la avenida que da al barrio. Lo reconocí de inmediato, es el mismo que estaba ayer, en el pasaje.
—Así que regresaste.
—Cuando volví, ellos otra vez estaban tocando tu puerta, pero ya estabas aquí.
—Tengo miedo…—Un nudo se enredó en mis cuerdas vocales. — ¡Soy sospechosa de un crimen! —susurré un poco histérica.
—Tranquila, ahora sabremos porque te tienen involucrada en esto. —Justin me dio un apretón.
Pero fue como un golpe en el estómago, él no haría nada por impedirlo. Iríamos de verdad a comisaria.
Desvié mi atención a la ventana, tratando olímpicamente de ignorar el bombardeo de latidos que turbaban en mi pecho. Pestañeando como si una tormenta de arena se avecinara a mis ojos, pero solo eran para impedir el paso de algunas lágrimas de angustia. No iba a rebajarme a mis miedosas y cobardes emociones, no iba a echarme a llorar como una nenita medrosa, mi instinto rudo me dijo que no debía mostrarme débil, o si no parecería culpable. “No hay que temer si nada has hecho”, me dictó la perra sin corazón que llevo dentro.
Alcé más la barbilla, dándome auto-fortaleza, apretando los dedos de Justin con los míos.
Los asientos son de cuero, y la cabina del interior del coche es angosta, los dos policías van en silencio, los dos usan trajes negros. En medio de sus asientos hay cuatro vasos de café, vacíos. ¿Se los habrán tomado mientras me vigilaban?...
El que conduce se le ve la cima del cráneo calva y tiene varias canas, es fornido e imponente. El copiloto parece ser más joven, cabello abundante en risos, color castaño oscuro, un vigoroso bigote le adorna arriba del labio superior. Y es alto.
No pude evitar, (ni siquiera intenté hacerlo); mi aversión hacia ellos fue inmediata.
No puedo ver las calles con su verdadero color, la ventana polarizada es impenetrable. Mejor así, nadie vería mi humillante cara hacia la comisaria de Satterville.
Una monstruosa ansiedad comenzó a comerme viva, a medida que avanzábamos en el camino.
Y entonces llegamos a comisaria, con esa insignia orgullosa en lo alto de las puertas:
“Policía estatal de Satterville, Canadá”.
Mierda…
Cuando traspasamos las puertas yo quería huir.
Un pasillo extenso nos encaminaba hacia un atiborrado escritorio de recepcionista. Los policías nos guiaron por el lado izquierdo, entrando a una sala con más escritorios, y más policías metidos en su trabajo, envueltos en cuchicheos y computadores. Mi mano aferrada a la de Justin comenzó a sudar.
Pasando más allá de ello, doblamos hacia la derecha. Al fondo de otro pasadizo, no tan extenso; iluminado con una luz tenue, que se ve hasta tenebroso; estaba una puerta que tenía pegada una placa de metal, “interrogatorios” decía tallado en lo que podía asemejarse al bronce.
Ambos policías se detuvieron.
—Entren por favor. —ordenó falsamente amable, el tipo medio calvo.
La puerta de la condena fue abierta.
Tragué saliva, tomando una disimulada inhalación tranquilizadora.
Cuatro paredes de cemento y una mesa de metal en medio con cuatro sillas. Nada más había.
Me dio claustrofobia de tan solo verla.
—Tomen asiento, esperen un par de minutos. —El policía joven enfundaba su voz autoritaria con falsa condescendencia.
Ambos hombre salieron, al momento en que nos sentábamos. Me removí nerviosa a un segundo de poner mi trasero en el frio metal de la silla.
—Tranquila. Apenas sepamos qué es lo que pasa nos largamos de aquí. —Rezongó enojado. —Como odio a los policías. No hay gente tan inquisidora como estos tipos. Digan lo que digan, nena, ellos no podrán hacerte nada, ¿Ok?
—Ok.
Y por lo menos eso aportó a mi alivio. Aunque la curiosidad estaba matándome…
Una mujer abrió la puerta del despacho.
Con cabello rubio satinado y largo, majestuoso, alta, vestida de traje blanco. Piel pálida y ojos grises, casi intimidantes, los cuales se posaron en mí y en Justin, analíticamente. De belleza inmaculada, con orgullo traía colgada su placa.
Nos dedicó una sonrisa profesional.
—Buenos días, chicos, soy Helen Villareal, delegada. —su manos delicada se extendió ante mí. La estreche, tratando de que mi mano no tiritara.
Luego Justin la estrecho también, con desconfianza.
La puerta fue abierta otra vez, dejando pasar al policía calvo, que traía unos sobres grandes color mostaza.
Se sentó al lado de la delegada frente a nosotros.
Los miré impaciente.
—Bien, Srta. Mackenzie…
—Valla al grano. —irrumpió Justin a la mujer.
Los ojos grises de la delegada se desviaron hacia Justin, hubiera sido como un gruñido molesto si hubiera hablado.
Volvió a mirarme, exclusivamente a mí.
— ¿Dónde estaba exactamente el martes 11 de mayo? Que eso sería hace unas dos semanas y media atrás.
Sin protestar trate de hacer memoria. Buscando en más hondo de mi mente. Como si pudiera saberme de memoria lo que hago todos los días, como si no tuviera tantas cosas que aprender en la escuela. Pensó mi subconsciente con desdén.
Pero esperen… ¿Fue ese día…?
¡Si!
Como olvidar ese día…si fue cuando Justin me llevo al campo de flores, y se derrumbó la fábrica.
La fábrica.
“Sospechosa en la escena del crimen, de la fábrica “Northwestern fills”.
Por eso estaba aquí.
Sentí la mano de Justin tensarse en la mía. Él también lo sabía.
Abrí mis ojos, encandilada.
—Por más que trato de recordar no logro localizar el lugar exacto en donde estaba…—farfullé haciéndome la desentendida.
Mi desarrollada capacidad para mentir no me falló al pronunciar palabra. Mi lengua podía ser experta, mas no sé si mi expresión lo será.
— ¿No lo recuerdas? —Su afilada ceja rubia se alzó. —Bien, veamos si esto de algo te sirve recordar. —La delegada tomo una carpeta que el policía le extendía, lo dejo sobre la mesa ante mi vista. La abrió dejando una portada de periódico con una foto de grandes escombros en primera plana. — El día once de mayo del 2014, de alguna manera extraña, la gran fábrica de “Northwestern fills”, ubicada en la calle “sindicalist”, periferia sur, cayó derrumbada. El dueño Peter Ferrer, administrador de empresas, el día anterior había inspeccionado el establecimiento, declaró que estaba en buen estado a pesar de que la fábrica era vieja y se encontraba abandonada de algún uso útil, el Sr. Ferrer tenía proyectos fechados para que el día 20 de mayo, su fábrica, fuera derrumbada para posteriormente reconstruir casas en toda la calle, como programa de viviendas que impuso el estado. Sin embargo, el once de mayo la fábrica se desplomó, en la cual bajo toneladas de escombros se encontraron los cuerpos de cinco personas muertas dispersadas en distintos lugares de la fábrica, cuyo post-mortem es de 5 horas, ósea, estas personas murieron dos horas antes que la fábrica se derrumbara. —Tragué un suspiro. El corazón casi se me sale por la boca. Recordé al hombre devorado en la pequeña sala. No era el único, había más. Mi interior se estremeció. —Lo cual nos indica que fueron homicidios, y como hipótesis secuencial, posteriormente pudieron haber derrumbado la fábrica a causa de ello. Según la autopsia, a estas cinco personas, todos hombres mayores de 40 años, les arrancaron grandes pedazos de carne y les quitaron alguna extremidad. En fin, en la búsqueda de alguna evidencia, como es de rutina revisamos el terreno completo. Y nos encontramos con que tras esta fábrica a unos 30 metros, hay una hectárea de flores silvestres que se mantenían intactas hasta ese día. Nunca ese campo fue recorrido desde que crecieron las flores en primavera. Desde el día del derrumbe hay un camino de flores aplastadas, que nos llevó hasta esto. —Desde el sobre que el tipo calvo traía, saco una bolsa de plástico junto a otra más pequeña. —Encontramos esta polera negra.
Tras la bolsa transparente se veía la tela oscura de la polera, que reconocí de inmediato.
La polera que yo le había sacado a Justin, cuando estábamos entre las flores.
Oh. Santo. Cielo.
Miré a Justin con mis ojos más escandalados.
Sus ojos mieles nunca habían hervido en tanta turbación.
—Y prendido al hilo de la tela, encontramos tres largos cabellos morados, que nos hicieron llegar hasta tu ADN. —Atestiguó la delegada, mostrando un cartón blanco, en donde estaban pegado tres delgados pelos, todo enfundado en una bolsa de plástico.
Eran morados. Obviamente eran míos.
Mi barbilla comenzó a temblar débilmente.
—Entonces, puedes explicarnos, ¿Por qué a metros de una fábrica derrumbada y cinco personas brutalmente asesinadas, encontramos una prenda de ropa con tu ADN?
Me quede sin aliento, huyó por el aire y me dejo completamente abandonada.
—Espere. —interrumpió Justin. — ¿Qué demonios está tratando de insinuar?
—No he insinuado nada, solo quiero respuestas.
—Ella no tiene nada que ver, esta polera es mía.
La delgada alzo las cejas.
— ¿A si?, pero el ADN es de ella.
—No la involucre en esta mierda.
—Cuidado con lo que dices, muchacho. ¿Qué estaban haciendo allí?, es lo único que quiero saber
—Ella no estaba ahí.
— ¡Justin! —dije por fin—No te eches la culpa de esto. Los dos estuvimos ahí.
— ¿Por qué estaban cerca de la fábrica?
—No, __________. Aquello si fue mi culpa. —Justin ignoró olímpicamente a la delegada.
— ¿Qué quieres decir? —pregunté torciendo el ceño.
—Yo fui quien entro para seguir a…. —La sombra, iba decir él. Pero estaban ellos presentes. —Debimos habernos ido de inmediato.
—Hice una pregunta, ¿Qué no escucharon?
—Pero quedo la polera, hubiera sido lo mismo. —exhorté. —También tengo culpa.
— ¡________ Mackenzie! ¿Tuviste algo que ver con el asesinato de estos cinco hombres? —inquirió la mujer exasperada.
Justin y yo nos quedamos mudos. El silencio sentenciador se instaló entre nuestros cuerpos.
Presa de la petrificación.
¿Yo…?
No.
No.
¿Esa era la verdadera pregunta circunstancial que quería hacerme?
Una ola de pánico chocó fuertemente contra las orillas de mi pecho.
— ¿Disculpe? —Justin estaba atónito. — ¿Acaba de acusar a mi novia de asesinato?
Si hubiera sido en otro contexto yo me hubiera derretido ante la mención de “novia”.
Pero la sardónica y conminatoria voz de Justin, inquietó hasta la delegada.
—No es precisamente eso lo que quise decir.
— ¿¡Con que maldito derecho hizo esa acusación?! — Justin se puso de pie, inclinándose sobre la mesa, hacia ella.
El policía se levantó también, tratando de alejar a Justin.
— ¡No tiene ninguna puta prueba! —Vociferó.
— ¡Hey!, te tranquilizas muchacho. —Dictamino el policía. Empujándolo.
—Si te pones así de histérico es porque algo tienes que ver.
— ¡No haga especulaciones, señora! —Desgañité sobresaltada.
La delegada miraba a Justin de forma afilada. Acusarlo de esa manera era totalmente injusto.
—Estoy sacando conclusiones a base de cada uno de sus comportamientos.
— ¡Usted no tiene ni idea, no hay pruebas que demuestren lo que está diciendo, no involucre a mi chica en esto, joder!
Justin estaba rojo en cólera.
Me levanté apurada, apoyando mi mano en el brazo de él.
—Cálmate Justin. —le susurré al oído. —Contrólate es la policía.
—Me importa una mierda.
Él se zafó bruscamente de mi agarre. Su mandíbula esta íntegramente comprimida, su ceño torcido con una prometedora amenaza peligrosa tiñendo sus ojos…que, están negros.
Podía parecer ilógico que Justin se pusiera tan iracundo ante un par de personas que velan por la seguridad de los demás, entre comillas. Sin embargo yo soy la única consciente y testigo de que en reiteradas veces me ha repetido el odio y repulsiva aversión contra la humanidad, no sé todavía el motivo, pero puedo llegar a entenderlo de algún modo. Tal vez lidiar con estas personas supera su quicio.
—Voy a pedir por favor que te retires de la sala, quiero hablar explícitamente con _________. —Le pidió la delegada a Justin con tono autoritario, de esos que no admiten un no por respuesta.
Justin desvió su atención hacia mí, sus ojos me preguntaban si eso era lo que yo quería. Le asentí casi suplicante para que acabara esto ya.
Le puerta se cerró tras de él, y también del policía calvo.
Nos quedamos solas las dos.
Sentí mi garganta seca.
—Perdón…por el alboroto. —me disculpé. No sé por qué, el comportamiento de Justin podría parecerle irracional, y yo no necesito llevarme mal con la delegada en esta situación.
—Ahora sí, hablemos como gente civilizada. —La mujer arregló su cabello rubio, y luego puso las manos sobre la mesa. — ¿Qué fue lo que en realidad pasó?, porque es más que obvio que tú estuviste ahí el día del derrumbe, y tu novio también.
Me lamí los labios, con los nervios de punta
—Bueno…es que, ese día Justin me llevó a conocer ese campo de flores. Ya sabe, un escape, de…novios. —Me sentí estúpida, pero el vértigo en mi estómago dijo lo contrario. Tal vez no nombrado oficialmente, pero si somos novios, de algún modo, y aquello no me lo acabo de creer del todo. Posteriormente me sonroje de vergüenza por lo que iba a decir. —Lo que paso es que comenzamos a besarnos. Y terminé por sacar su polera, tal vez explica que mis cabellos quedaran prendidos en su ropa. Estábamos…en eso, cuando Justin ve que alguien estaba observándonos desde la fábrica. Y fuimos a ver, sé que parecerá totalmente estúpido, pero la polera quedó allí, Justin estaba tan empeñado en ir a ver que se fue demasiado rápido y yo no atiné a darme cuenta que se le quedaba. Adentro encontramos el cuerpo de un hombre devorado, su brazo estaba al otro extremo de la sala. Y entonces huimos de allí asustados.
Era la mitad de la verdad. Si le decía que justo en ese momento la fábrica comenzó a caer ya sería demasiado como para ser real y mi relato no sería convincente. Es mejor dejarlo hasta ahí, me dictó el sentido común.
— ¿Y porque no dijeron nada a las autoridades, después de eso? —cuestionó la delegada, inexpresiva, sin dar ningún signo de si me creía o no.
—Es que poco después sale el diario de que la fábrica se derrumbó, e ilusamente pensamos que ya el cadáver estaría aplastado. Era como una película de terror. — proferí verdaderamente asustada. —Totalmente espeluznante e irreal, su rostro era irreconocible. Pensamos que no nos creerían, que no encontrarían ese cuerpo bajo los escombros. Decidimos callar. No sabíamos que habían más personas muertas, solo vimos a una.
—Ok, entonces, no tienes nada que ver con todo esto. —declaró la delegada. —No si encuentro algo que demuestre lo contrario.
Me miró con cara de circunstancias y yo le asentí. No tengo nada que temer, a parte de una polera con un par de mis cabellos, no podían decir nada.
Yo estaba absuelta de esto.
Pero si era la única que sabía quién había provocado todo aquello:
El psicópata asechador.
— ¡¿Cómo pude ser tan estúpido?! —Justin se llevó las manos a la cabeza paseándose por la sala de estar.
Fruncí el ceño.
— ¿De qué hablas?, ya pasó todo.
Ya estábamos en casa, a salvo. Sin que nadie se diera cuenta de que habíamos pasado por una comisaria. Nadie lo sabe. Y Puedo dignarme a sentirme tranquila por eso.
—¡_______! No podemos volver a descuidarnos de esa maldita manera. —Graznó.
—No volverá a pasar, Justin. Tranquilízate.
— ¡¿Qué me tranquilice?! ¿Cómo mierda quieres que me tranquilice? —Justin se dio vuelta a mirarme, sulfúrico. — ¿Te imaginas si hubieran encontrado de mi ADN en la polera? ¡Estaría todo perdido!
Me levanté del sofá.
— ¿De qué hablas? —Pregunté parsimoniosa, tratando de acercarme a él.
Quise acunar su rostro entre mis manos pero me aparto.
—Tú no lo entenderías. No puedo bajar la guardia, eso no puede pasar. —murmuró más para sí mismo.
—Justin, dime. ¡Por dios! Si ya estamos aquí en casa, ya paso todo, fue a mí a quien interrogaron.
¿Por qué estaba tan alterado?
—Igual estuvieron a un paso de descubrirme. —Justin estaba un poco fuera de sí, miraba a todos lados menos a mí, sus puños cerrados como candados de acero. Seguía caminando de aquí para allá. —Maldición, estuvieron a punto de descubrirme.
— ¡Dime de una vez de que hablas, porque te pones así! —Ahora yo estaba sobresaltándome.
— ¡No lo entiendes!
— ¿Cómo diablos quieres que entienda si tú no me dices nada?, ¡No sé nada de tu pasado, de dónde vienes, no puedo explicarme porque estas así!
—No puedo decírtelo. —aseveró tajante—No puedes saber nada, no, no.
Torcí el ceño, indignada.
— ¿Por qué? Se supone que estamos juntos, hay cosas que debo saber.
—No, tú no tienes nada que saber de mí. Nada de eso. —Justin negó fervientemente con su cabeza.
— ¡¿Por qué, Justin?! —Gruñí iracunda. — ¡¿Qué mierda estas ocultando?! ¿Por qué no confías en mí?, ¡Dímelo! —le exigí empujándolo. — ¡¿Por qué no me dices nada?!
Una ola de peligro avanzó en sus ojos negros. Sus manos se aferraron a mis brazos fuertemente.
— ¡Porque soy un monstruo, joder! —Bramó, zamarreándome. — ¿Qué jodida parte no entiendes de eso?
Me quede en silencio. Con el miedo bullendo en mi pecho. Lo único que interrumpía el mutismo era la respiración rauda y furiosa de Justin, quien lanzaba dagas filosas a través de sus ojos.
Pero no le temía a él. Le temía a lo que ocultaba.
—Aun así, estoy contigo. —farfullé.
—Pero no deberías estar conmigo.
Mi corazón se hundió.
— ¿Vas a arrepentirte ahora?
—Tal vez no es demasiado tarde. —Susurró afligido.
Negué con la cabeza, mientras él me soltaba. Mientras él comenzaba a alejarse.
—Después de lo que hemos pasado…no puede que lo que paso hoy haga que nos separe.
—Lo lamento. —masculló ahogadamente, retrocediendo unos pasos hacia la puerta. —Hay razones para que esto no debería estar ocurriendo.
—Justin…No puedes dejar esto en un punto inconcreto. —Pestañé varias veces, tratando de ahogar el nudo en mi garganta. — ¿Vas a dar marcha atrás?
—No lo sé. Necesito estar solo.
Y Justin dio media vuelta, abrió la puerta y se fue.
Se fue dejando todo a la deriva.
Lo primero que me pregunte antes de caer derrumbada sobre el sofá fue…
¿Qué mierda pudo haber pasado si hubieran encontrado su ADN?
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The Monster (Justin bieber & ___)
Mystery / ThrillerElla es una chica normal. Humana . Imperfecta. El no es humano. Misterioso. Poderoso ¿Que puede resultar si ambos se conocen? ¿El móunstruo podrá mantenerse a salvo del mundo? ¿ ___ podra contra los enemigos? THE MONSTER...