Capitulo 31

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 Un puño de acero y un condenado.

El temor opresivo estranguló mi garganta y todo se maquinó en cámara lenta. ...

Los dedos de Justin agarraron la camisa de Erick, con una agilidad afilada. Su puño cerrado se levantó en el aire, peligroso y letal.

Esto terminaría terriblemente mal. Podían ser ambos de la misma estatura y de la misma contextura física, hasta casi de la misma de edad. Pero nadie a excepción de mí, sabe que quien puede destrozar con solo un dedo al otro. Justin.

Y eso no era nada bueno.

Cuando mi aliento se atascó filoso en mi garganta viéndolo venir, Justin encestó el primer gran golpe en la mandíbula de Hamilton, mortífero.

Lo envió en segundos contra el suelo. Prácticamente lo noqueó duro. El cuerpo de Erick cae pesadamente sobre el asfalto.

Una exclamación masiva se escuchó a nuestro alrededor. Todos los alumnos del instituto siendo espectadores del golpe.

Me llevo las manos a la boca, al momento de ver a Erick escupiendo sangre, con una mueca contorsionada de turbación y dolor.

Sus ojos celestes se levantan hacia mí, penetrándome fríamente. Lo único que parece decir es que ha sido golpeado por mi culpa, lo resiste todo por mí. Ojos acusadores y férreos.

Pero luego desvía su atención hacia arriba. Hacia Justin. Desafiante como nunca lo he visto antes. Con una animadversión despreciativa, una invitación arriesgada en su iris. Temblorosamente se sombrea una sonrisa arrogante en su cara, dejando relucir sus dientes bañados en rojo escarlata.

Justin cierra sus puños.

Podría hasta palpar la tensión que nace desde sus músculos. Aunque me da la espalda, sé que su mandíbula está a punto de detonar, sé que sus ojos lanzan cuchillos, navajas y dagas a Erick.
Apostaría por ello.
Escucho su gruñido.
Encorvándose hacia Hamilton, lo agarra de su camisa otra vez, levantándolo del suelo.
— ¡Quita esa puta sonrisa de tu cara! —Bramó.

Sus nudillos se estrellan esta vez en el pómulo derecho.
La cara de Erick da un giro en noventa grados.
Pero Justin no se detiene ahí.
Una y otra vez lo golpea. De pronto es rápido y mortal. Su puño furioso sube y baja en el aire, chocando contra Hamilton, quien en ese momento solo se limitada a escupir sangre, saliva y soltar algunos mugidos tortuosos. Pudo haber luchado, siquiera hacer el intento de defenderse pero no alcanzo ni apenas a moverse a accionarlo. De un solo noqueo Justin lo había vencido.

Pero eso no parecía mantenerlo satisfecho.
¡Lo terminaría matando!
Joder.

— ¡Justin, detente! —Demandé conmocionada.
Avanzo rápidamente hacia ellos.
— ¡Justin, para por Dios!

Tiro de su sudadera, tratando de hacerlo retroceder.
Otro puñetazo cae en la esquina de su labio.
— ¡No, joder! ¡Suéltalo ya! —le grito y le suplico, pero lo veo estar en medio de un trance irascible, en el cual está completamente absorto, donde nada parece detenerlo.
Sus cejas fruncidas no se mueven, el musculo de su quijada sobresale de su mejilla. Una expresión determinadora y fría.
Nunca lo he visto tan furioso. Y va cayendo más y más en su propia cólera.
Desatado, sin ningún atisbo de humano civil, está siendo Justin.
Simplemente el Justin real.

Agarro su brazo izquierdo, clavando mis uñas en su piel.
— ¡Detente, Justin, déjalo ahora! —le demando otra vez.
Paso mi mano por su hombro, casi abrazándolo para poder apartarlo de Erick, quien ya está a punto de caer inconsciente.
Miro su cara horrorizada, esta magullada, hinchada y sangrienta.

Implemento más fuerza. Con todas mi fuerzas.
— ¡Por favor, para! ¡Por favor! —Le suplico murmurando en su oído. Deseando poder penetrar en su cabeza. — ¡Detente de una jodida vez, vas a matarlo!

Justin va pausando sus movimientos con lentitud, y aprovecho el momento para empujarlo hacia atrás. Se resiste un poco, y tengo que apoyar mis manos en su abdomen para hacerlo retroceder. Él no deja de mirar a Erick, como si tomara el papel de su muerte. Hay amenazas asesinas dibujadas en sus ojos ya no mieles, ahora son negros oscuros.

Hace el intento de nuevo avanzar hacia Hamilton con ganas de más.
— ¡Ya basta! —Me interpongo en su camino, y lo empujo otra vez. — ¡Para!

Escucho los quejidos adoloridos de Erick tras de mí, me calan en los oídos como una súplica de ayuda. ¡Oh Jesus!
Miro sobre mi hombro, para comprobar su estado. Está prácticamente hecho mierda. No puede abrir sus ojos, cae sangre de su boca, sus mejillas están rojas e hinchadas, su ceja también esta rasguñada y con un atisbo de sangre.

Al verlo de aquella forma tan deplorable fue a mí a quien le bulló la ira en el pecho.

Me giré indignada hacia Justin.
— ¿¡Por qué mierda tienes que resolverlo todo con violencia como un maldito animal?! —Inquiero iracunda.
Por impulso lo empujo otra vez, de pura y caustica rabia. Debo verme pequeña y enclenque tratando de mover su máquina avasalladora de musculatura, seguramente bastante ridícula, sin embargo, aun así, veo la expresión de Justin cambiar. Como si no pudiera creer lo que yo estoy haciendo y eso le doliera.
Doblé sobre mis propios pies, inclinándome a prestarle auxilio a Erick. Tenía sus parpados cerrados pero no estaba inconsciente.

—Erick…Escúchame, no te desmayes ¿sí?, buscare ayuda. —le informe poniendo mis manos a ambos lados de su rostro golpeado.
Observo a mi alrededor con desesperación y todos están boquiabiertos mirando la escena, inmóviles.

— ¿Qué hacen allí parados? ¡Busquen ayuda!
Todos se acercan más a nuestro alrededor, haciendo un círculo entre todos, hablando y cuchicheando. Solo sé que ellos no mueven ni un dedo por ayudar, estamos todos aglutinados aquí justo enfrente de la escuela pero hay la suficiente gente como para obstaculizar la vista de los inspectores, probablemente ellos ni enterados de la pelea. Y tampoco se dignaba a parecer alguno de los amigos grandulones de Erick.

Me muevo muy inquieta, buscando mi teléfono móvil.
— ¡Dios! Por favor Erick quédate aquí conmigo. Llamaré al 911, descuida.
— ¿¡Pero que mierda le ha pasado?!

Garren se abre paso entre la multitud, empujando hombros. Avanza hacia mí y su mejor amigo.
¡Cielos!… ¿Cómo le contesto a eso?

— ¡Erick, hermano! ¿Cómo diablos viniste a quedar así? —le pregunta, ignorándome.
Se agacha a su lado, agarrando su rostro.
— ¡Ha sido el novio loco de Mackenzie! —Acusa Lindsay más allá, la capitana de la escuadra de porristas.

Garren levanta sus ojos hacia mí, completamente desconcertado.
Le devuelvo la mirada, compungida. Trato de renegarlo…pero todos han sido testigo de lo que hecho Justin.
Miro sobre mi hombro en busca de él. En busca de que enfrente lo que ha hecho.

Justin no está tras de mí.
¡Se ha esfumado!
No puedo creerlo.

— ¿Tú has provocado esto? —me pregunto Garren incrédulo.
— ¡No! Fue Erick quien provoco todo esto…pero yo no quería que esto terminara así, lo juro.
Él negó con su cabeza y una mueca de incertidumbre y repudio pegada en su cara.
— ¿Qué demonios…? —Otro amigo de Erick apareció en escena.
Lo mira tremendamente sorprendido.
—Ayúdame, llevémoslo a casa. —le dijo Garren a Jacob.
—Esperen, puedo llamar al 911…
—No, ¿Estás loca?, lo arreglaremos a nuestra manera. —me interrumpe Garren con demasiada hostilidad.

Sus dos amigos, tomaron a Erick de los brazos, levantándolo pesadamente del asfalto. Cada uno paso uno de sus brazos por sobre sus hombros. Lo sostuvieron, al momento en que Hamilton dejaba caer su cabeza, devastadoramente rendido.
Empezaron a caminar, cargándolo.
—Déjenme ayudar…—Les pedí.
—No. No te acerques más a Erick. —Determinó su mejor amigo.

Ellos se fueron, avanzando hacia el auto de Jacob.

Sentí la mirada de todos sobre mí. Inquisidores, acusadores, sorprendidos.
Y yo ahí, aun con mi ropa empapada pegada al cuerpo, humillada, hecha un manojo de nervios, angustia y pánico….
Por sobre todo, me siento culpable, aunque Justin lo haya golpeado brutalmente, yo estaba en medio de ellos dos. Yo indirectamente soy la causa.

La peor forma de terminar un lunes es llegar al hogar solitario, tener que sacarse la ropa molestamente mojada, secarse con pesadumbre y tirarse a la cama sin ganas de nada, ni siquiera mover un dedo, ni un ápice de pensamiento coherente.

Lo que pretendí que sería un buen día, una salida junto al chico que de alguna cósmica manera me trae loca, un día que anhelaba poder pasar entre sus brazos, sus labios calientes y sus palabras reconfortantes en mis oídos. Y todo cambio en un minuto, y el resto de mis horas se arruinaron. Los momentos esperados desaparecieron en el aire tras un montón de miradas desafiantes, furia y golpes aniquiladores. Fin de mi día.
Lo que aumentó mi rabia fue que Justin se fue sin más (como siempre lo hace), me dejo con su jodido problema en mis manos. Sola, lidiando con todos y Erick herido. Maldito bastardo… ¿Cómo pudo hacerme eso?... Siento que odio a los hombres, al hombre humano y al monstruo. No pueden resolver las cosas hablando de forma madura, ¡Son ya casi adultos! El instinto animal los lleva a la violencia. No me extraña que eso pase en Justin. Él es peligroso, salvaje y agresivo…y yo como la estúpida que soy lo tengo bastante claro como para alejarme de él, pero no lo hago. Aun así, Justin no es el único culpable….Erick lo provoco hasta al punto de sacarlo de sus casillas, no sabiendo que cuando aquello pasa, puede llegar a ser fatal. Todo ocurrió demasiado rápido, y todo termino mal. Mal con Erick, mal con Justin. Y mal conmigo, estoy preocupada y culpable respecto a Hamilton, e indignada y enojada con Justin.

Digamos que al momento en que cayó la noche, ya no quería saber más de chicos.

Lo peor de los martes es que a la última hora de clases, después de todo el cansancio mental y el dichoso deseo de tan solo irse a casa, está la agónica clase de Educación Física y gimnasia. Yo no sé cómo me mantengo en mi línea teniendo el título de honor de la “mejor holgazana” y siendo la fanática número del chocolate. Me pregunté aquello durante harto tiempo, luego me di cuenta que la única clase a la semana de Educación Física, la cual abarcaría en dos horas toda una rutina de ejercicios diarios que se harían en un gimnasio, son la causa de que mi menudo cuerpo no sea abarrotado por las grasas. Por qué se suda como cerdo, se llora de dolor, se extralimitan a los músculos, todo exigido por el profesor de gimnasia, el señor Colleman, que no mueve ni un dedo solo grita y ordena, y que tiene una barriga de cerveza que no contrasta para nada con su profesión.

A pesar de mis suplicas mentales durante todo el día, pidiendo que el señor Colleman decidiera por fin quedarse en casa con su usual resaca post-noche de cerveza, llego la hora que todos evitamos. Con nuestras mochilas, todos nos dirigimos a los camarines para cambiarnos por ropa de deporte.

Entre al camarín de mujeres, silenciosa y con la cabeza gacha. Desde que pise el umbral de la escuela, todas las miradas cayeron en mí. Cada cara inexpresiva me escrutó cada vez que yo pasaba por el lado. O peor aún, al doblar por el pasillo principal, para ir a mi casillero, todos dejaron de hacer lo que sea que hacían para mirarme. Ellos habían visto la pelea y los que no, pues ya lo sabían, las noticias corren como pólvora. La estrella del equipo de basquetbol, el chico más popular de la escuela, El labrador Hamilton, fue golpeado por un chico totalmente desconocido y fuerte, hasta que lo dejó al borde de la inconsciencia, y todo… ¿Por qué? Por la chica friki de pelo morado.

Eso podía escuchar de sus mentes o los susurros a mi alrededor.
Y jamás, ni en mis cumpleaños, ni entre fiestas, me ha gustado ser el centro de atención. Ni mucho menos estar de boca en boca. Así que traté de pasar desapercibida en la escuela. No lo logre del todo. Hasta Madalaine, Addy, Eileen, Keyla, Paige y Camille me miraron raro a la hora del almuerzo. Cara intentó hablarme, le vi venir hacia a mi cuando yo comía mi almuerzo en el patio, sola, pero un chico la detuvo a medio camino, hablándole de lo que sea que no me interesa, y yo me pare de allí, no tenía cabeza para hablar justo en ese momento con ella.

Pase mis horas tratando de esconderme, cargada de miradas que repudiaba tener que soportar. Si Erick hubiera venido hoy, no me hubiese importado acercarme a él y acaparar todo el interés de los alumnos del instituto por tan solo pedirle una disculpa, o tan solo preguntarle cómo estaba. Le dejaría en claro que la mínima relación de hostilidad, tendría que terminar, que no se volviera a meter con Justin a través de mí y cortaría todo lazo por bien de todos. No es que estar con Justin por consecuencia no pueda tener a alguien a mi lado…solo que, cuando alguien quiere buscar al monstruo…lo encuentra. Y eso es entendible, Justin no es humano, aun así no era motivo para la violencia.

Termine al borde la muerte después de dos horas de un circuito de trepar paredes, saltar vallas, subir gradas. Siempre terminamos al borde del colapso después de las exhaustivas clases del Sr. Colleman, pareciera como si de pronto entráramos a un regimiento militar en vez de un gimnasio.

Todos casi deshidratados de sudor, tomamos nuestras mochilas otras vez para volver a los camarines y sacarnos la ropa de deporte. Lo que yo nunca me he permitido y me da asco hacer es bañarme en el instituto. No me importa donde este, yo solo uso la ducha de mi casa, sobre todo porque tengo que pisar aquel suelo sucio de baldosas blancas llenas de pelo y confort húmedo, además de que no soporto el olor de los cuerpos sudados, sobre todo cuando un diez de las 15 mujeres que somos en mi curso son de descendientes europeos.

Así que me desvío del camino y voy al baño de chicas.

Todavía no es la hora de salida, cuando entro al baño esta vacío. Cierro la puerta para que nadie me vea afuera.
Y esta todo perfecto.

Me miro al gran espejo lateral, soy un lamentable desastre. Mi cabello morado, tomado en una coleta, esta esponjado, pequeños pelos se salen de mi peinado como telarañas. Estoy sonrojada por el esfuerzo. Me inclino sobre el lavado, abriendo el grifo. En mis manos hago un hueco para juntar aguar y me mojo el rostro, suspirando pesado. Luego humedezco mi toalla, tomo mi mochila y entro a uno de los compartimientos del baño. Allí me saco mi polera, me paso la toalla por el cuerpo sacando el rastro de sudor, me perfumo, y me cambio con mi vestido blanco primaveral que deja al descubierto mi hombro derecho. Desato mi cabello y lo arreglo. Abro la puerta saliendo casi como nueva.

Pongo mi mochila en mis hombros, y me dirijo hacia puerta general del baño de chicas. Me miro por última vez en el espejo sonriéndome un poco, ya esto terminaría pronto, ya me iría a casa.

Agarro la manilla pero esta se estanca.
Intento otra vez, la puerta no se abre. Frunzo mi ceño, un poco inquieta. Muevo la manilla una y otra vez…no sede.

¿Me habrán encerrado de broma?
El pasillo estaba desértico cuando entre…supongo que nadie me vio entrar.
¡Por dios! Aquí no hay ventanas lo único que ilumina todo es esa bombilla en forma de barra blanquecina. No tengo otro modo de salir.

Empecé a golpear la puerta.
— ¿Hay alguien allá afuera? ¡Ayuda! —Grité.

Sabía que no resultaba e igual movía la manilla.

— ¡Hey! ¡Auxilio me he quedado encerrada!

Respiré hondo tratando de no entrar en pánico. Alguien, cuando todos salieran, se daría cuenta de que estoy atrancada aquí.
Me paseo por el baño, resignada.
Me vuelvo hacia el espejo otra vez.

Trago un fuerte suspiro al encontrar algo tétricamente fuera de lo normal. Me mantengo inmóvil, al momento de ver la huella de una mano en medio del espejo, no solo eso. Es una huella roja…de sangre, dejando un camino cayendo por la superficie. Con mi boca abierta me acerco a mi propio reflejo interrumpido por la mancha rojo escarlata. Estoy segurísima que eso no estaba ahí antes.
Por un microsegundo desaparece en la oscuridad, porque las luces empiezan a parpadear, soltando un leve sonido eléctrico. Repetidas veces se prenden y se apagan y mi pulso empieza aumentar….

Oh no…

De pronto suena fuertemente una de las puertas al cerrarse, haciéndome pegar un salto. Me giro asustada hacia el compartimiento de los baños. Otra puerta se vuelve a cerrar de un sopetón frente a mis ojos, como si un fuerte soplo de viento la azotara. ¡Jesus! Escondo mi rostro tras mis manos, sintiendo el bombeo de mi pulsación en mis venas, insistente, alarmante. Las luces siguen parpadeando, jugando con la claridad y la oscuridad, jugando con mi mente. Refulge el sonido del agua correr saliendo de los grifos, cayendo en el lavado. Todos los grifos se han abierto.

¡Joder!
Joder.
Corro hacia la puerta, esto no es una broma escolar.

Viene otra vez…
Es ese alguien que me persigue, lo sé, lo sé, lo sé.
¡Estoy encerrada en esta jodida cosa! No tengo escape.

Golpeo desesperadamente la puerta, mientras las puertas son abiertas y cerradas, el agua sale con un sonido ensordecedor.

— ¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Sáquenme de aquí! —grito condenadamente angustiada.

Ya no estoy segura en ningún lugar. Me seguirán y me atormentaran donde sea.

— ¿¡Alguien me escucha?! Joder, ¡Auxilio!

De pronto las luces se apagan y los sonidos cesan, un silencio seco lo atrapa todo. Es como si el tiempo se detuviera e hiciera “Stop”.

Solo murmurante se escucha mi agitada respiración, solo puedo palpar la superficie de la puerta. Apoyo mi frente en esta, tiritando por la adrenalina espontáneamente descargada.

Sofocada porque todo está oscuro, me siento en el suelo, apoyando mi espalda en la puerta. Esperare pacientemente hasta que toquen el timbre de salida. Concentrándome en no caer en el miedo podré mantenerme tranquila.

Solo debo esperar unos minutos.

Dejo caer mis manos en el frio suelo, al momento que la luz se vuelve a prender, como si tan solo hubiera apretado el interruptor.

Siento una leve tensión en el aire….y en mi pecho.

Bajo mi mirada, al tan solo notar que mis manos eran invadidas por un líquido, de la nada.

Me levanto de un salto, exclamando un chillido.
Retrocedo lentamente, mirando a la puerta, horrorizada. Por debajo, desde el otro lado del pórtico, colándose por el suelo, entra un charco color rojo escarlata, acechador, putrefacto.

Con lentitud se abre paso por el suelo del baño, como si estuviera acechándome.

Mis dedos van a mi boca, ahogando un grito.
¿¡Que mierda está pasando!?

Un crujido me distrae y el espejo lateral explota en miles de pedazos.

— ¡AH! —aullé.

El charco detuvo su avance a unos metros de mí, congelando el aire con un hedor a sangre.

De pronto en el centro del charco rojo comienza a desunirse, liquido repeliéndose entre sí. Frunzo mis cejas mirándolo fijamente.
La sangre debe o está formando algo, una seña…una palabra.

¿Qué tipo de cosa tan diabólica es esta?

Se forma un mensaje.
Esto no puede ser malditamente real.

En medio del charco se fue formando una palabra…

Dice:

“Perra”

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora