Capitulo 24

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Vi pasar el sol a través de mi ventana por lo menos unas dos veces. Cuando salía y cuando se escondía. La luz cambiaba, era todo resplandecientemente naranjo en mi habitación. No contrastaba conmigo. Luego llegaba las oscuridad de la noche, que si contrastaba con mi desastroso <<Yo subterráneo>>. Ese yo que trataba de esconder en lo más profundo de mí ser. Hasta el último jodido túnel. 
Pero no lo logre del todo. 

Mi cama podría quedar moldeada con la figura de mi cuerpo en el colchón. Me he abastecido de agua y el desayuno de mi madre y un par de lechugas. No he salido de mi Baticueva todo el fin de semana. Retorciéndome en mi molestoso bullicio interior. Repitiendo las imágenes en mi cabeza. Inventándole un final…más feliz…para el momento deplorable en que Justin desapareció entre la oscuridad. 

Justin. 

Más lejos, más cerca de mi mente. 

Como fiel chica literaria. 
Maldita por tener un alto grado de sensibilidad y momentos de imaginación. Mi conciencia es una masoquista, le gusta el dolor de recordarlo. De traerlo a mí. 

Pegada a mi cama y a mi tristeza. 

¿Quién iba pensar que me sentiría tan mal? 

Y es ahora en que siento como me hace falta, en que me siento diez veces menos segura que antes, diez veces me reprimo por querer escuchar su voz, sentir su calidez, sus labios. 

Mientras más lejos, más el vacío, más la necesidad. 

Hubiera sido menos doloroso ser solo su amiga. 
Sin embargo estábamos predestinados a terminar besándonos y que todo se vaya por la borda. 

En realidad yo lo había echado todo al vacío, por decirle que me gusta. 
Y aquello era lo que más recriminaba a mí misma. 

Fui una estúpida. 
Habia veces en que me golpeaba contra la almohada, o gritaba contra ella, por eso. 

Lo habíamos dejado ir. 
Teníamos que olvidarnos a pesar de que yo fui la única en aclarar mis sentimientos. 
Ósea que era yo quien debía olvidar. 

¿De verdad no lo volvería a ver?
Me pregunte miles de veces. 

Y al parecer sí.
Pasaron días y días, que no le vi ni la sombra. No pude evitar mirar por mi ventana reiteradas veces, mis ojos se desviaban solos. Hasta que decidí mantener cerradas las cortinas. 
Me quede deprimida unos días mirando al techo, martirizándome, hasta que opté por leer y estudiar para dejar de pensar en eso. Anhele que apareciera en mi puerta diciéndome que necesitaba verme, pero puse más atención a la clase (¡Milagro!), en vez de estar imaginando aquello. Porque admití que no pasaría. 

No todo lo era él, mi felicidad no dependía de él. 
Y lo que le había visto hacer lo guardaría para mí. Como me dijo la primera vez que lo conocí. 

Debí alejarme en el primer instante. Pero…no pude hacerlo. 

Tuve tantos exámenes las siguiente dos semanas que no tuve ni tiempo para siquiera respirar, mirar la portada de un libro o decirle un hola a Maya, o dedicarle una mirada altiva a Cara. 

Nada. 
Fui solo libros, fórmulas matemáticas, globalización, fechas, comunicación celular, termodinámica y literatura clásica. 

Llegaba del instituto, estudiaba, despertaba y estudiaba, explotando mi cerebro al máximo. No Justin, no Cara, no Omer. Cero personas rondaban en mi mente. 

Solo mi padre y mi madre. Como debería ser. 

Y visité varias veces a mi padre. Lo había dejado bastante abandonado. Pero me sentaba a su lado y estudiaba, llena de libros, cuadernos y apuntes. Sé que le gusta verme estudiar-literalmente no puede voltearse y verme, pero él sabía que lo estaba haciendo- me hacía sentir en paz, me hacía concentrarme para hacerlo bien. Hacerlo bien indirectamente por él. 

También sé que cuando entro a la habitación mi padre se vuelve menos sombrío, como si en vez de tener esa expresión inmóvil, su yo subterráneo sonríe al sentirme entrar, y disfruta del silencio que genera el estudio. 

Mi padre siempre me decía cuando pequeña: 
“El conocimiento te dará la mano para que subas a ver al mundo” 

No soy fanática del estudio constante para rendir exámenes. Pero si me gusta el estudio para aprender. Aquello me lo enseño mi padre y es una de las mayores enseñanzas que me ha dejado. 

Sin darme ni la más mínima cuenta, no sentí como el tiempo pasó por mi lado. Pasaron de mí los días y las noches. Los exámenes los iba pasando. Los libros se iban acabando y las formulas estaban siendo resueltas. 

Fue como si todo el resto del mundo no existiera y los estudios era solo lo que veía en medio del vacío. 
Pero ya no más. 

Porque era miércoles y el último examen se ha acabado. 
Y para la suerte de mi sanidad mental, se venía el fin de semana extra largo de Semana Santa. 

Después de clases llegue prácticamente bailando a casa, subí las escaleras con todo el entusiasmo. ¡Milagros de Dios y el espíritu santo que mi estado de ánimo estaba por las nubes! Una fuerte huida hacia arriba después de lo mierda que me sentí en mi depresión post-Justin. 

¡Hey no nombres al innombrable! 

Ok, borre inmediatamente la sonrisa hermética, blanca como las perlas, esos ojos mieles, y esa boca pecaminosa que nunca debió hacerme sentir tan…bien. 

Tire mi mochila a la cama, me desprendí de mi suéter de lana, de los zapatos y calcetines. 
Y por un impulso mayor, que cegó totalmente mi característica madurez, me puse a saltar en la cama, como cuando era pequeña. 

¡Por fin! 

El alivio me corroe. No hay nada como descansar después de un examen. 
Soy tan feliz en mi momentánea y corta felicidad. 

Quedo sin aliento, pero no me impide bajar corriendo las escaleras e ir a hurgar a la cocina. 

Para mí más linda fortuna hay chocolate en la estantería. Y para aumentar mi más bello día, desenvuelvo el reciente libro de Stephen King- mi amado-Doctor sueño, secuela del El Resplandor. 

Creo que mi corazoncito no puede con tanta belleza. 

Me tiro a mi cama a leer y comer chocolate. 
Para muchas chicas, el más aburrido, tedioso y friki panorama. 

Para mí…la perfección. 

Es así como consumí mi tiempo, hasta que la noche cayó como un manto siniestro. 

Mi madre había llegado hace unas horas cuando decidí acostarme. Nuestra comunicación no era tan explayada así que me dejo seguir leyendo después de que nos preguntábamos como estábamos. 

Pero finalmente el sueño ardía en mis ojos y me acosté. 

Me lance a los brazos de Morfeo para caer en su cuna.

Negro. 

Oscuro. 

No pasaba tiempo, minuto ni segundo. 

Solo negro. 

Mis músculos relajados y dormidos. 

Todo estaba dormido. 

Excepto mi cerebro. 

Estoy en estado de vigilia. En el limbo. Entre despierta y dormida. 

Siento el silencio de la noche. Mi oído está atento, mis ojos no se abren. Solo escucho a la nada. Siento que quiero abrir mis parpados pero no puedo, como tampoco puedo moverme. 

Pero escucho. 

Desde la nada, como si estuviera esperándolo. De pronto surge en medio de la afasia de mi habitación y del silencio de mi cabeza, interrumpe, una voz melodiosa, armónica, casi angelical. 

Una voz cantarina escalofriantemente hermosa. 

“Juguemos en el bosque…

Mientras el Monstruo no está.” Cantó. 

“¿Monstruo estas?” 

“¡Juguemos en el bosque…
Mientras el Monstruo no está!” 

“¿Monstruo estas?” 

Mi corazón, mi cuerpo y mi respiración se paralizaron del pánico. 
Cada fibra vertebral vibro de escalofrío. Me crispe de los nervios y de la alerta. 
El pulso golpeo desaforado mis venas, fui envuelta por

“¡Juguemos en el bosque,
Mientras el Monstruo no está!”

Cantó de nuevo, mucho más cerca, mucho más melodiosa su voz. 
Como ecos en mi cabeza. 
El canto como el de una niña.

Mierda. 

Mierda. 

Mierda. 

“¿¡Monstruo estas!?”

Una voz gutural, alarido monstruoso y siniestro retumbó en cada una de las paredes. 

Tragando un agudo suspiro cortante como un cuchillo, me senté en la cama con el corazón en la garganta, palpitándome en los oídos. Llena de terror en la piel. 

Respiro agitada, mirando alrededor de mi habitación. 

Todo es silencio sepulcral. 

En la esquina de mi habitación diviso una figura 
negra, quieta y expectante. 

Estoy jodida.

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora