Capitulo 1

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“Bienvenidos al segundo semestre” 

Infernal, patético y agonizante segundo semestre. 
Ya deberían de sacar ese estúpido cartel de la entrada de la escuela. Habíamos vuelto a clase hace dos semanas. Pero era más que obvio que ningún inspector levantaría su trasero para descolgar el cartel que estaba arriba de las puertas de cristal. No lo harían, porque les gustaba torturar a sus alumnos, recordándoles que había cinco meses más que nos esperaban. En los cuales nos reventaríamos el cerebro, lloraríamos y reiríamos por las calificaciones, sufriendo interminables horas de estudio. Solo para aprobar aquellas asignaturas que después no nos servirían de nada en la universidad, porque allí enseñan cosas totalmente nuevas y diferentes. 
Pero todos los subnormales de extra dosis hormonales, que frecuentaban esta escuela, no se daban cuenta. 

Suspire pesado. Mi aliento se convirtió en vapor sobre el aire frio. Aún era invierno (bueno en Satterville siempre lo era, desafortunadamente las otras tres estaciones se olvidaron de este pedazo de tierra) El frio se colaba a través de mi abrigo, tapizado por dentro con lana de cabra.
Hoy era más invierno que otras veces. 
Tendría que rodearme de gente que no entraba a mi lista de personas “aceptables” y plantarme en mi asiento por el resto de la mañana jodiendome de frio hasta que mi trasero quedara cuadrado. 
Tal vez parezca en este mismo momento una gruñona. Solo puedo defenderme de que odio la escuela como toda adolescente normal o bueno tal vez mi desprecio sea un poquito más…histriónico. 
Pero el paisaje ante mí era desolador, desesperanzador….preferiría estar acurrucada en mi cama, con mi manta hasta la barbilla terminando mi libro de Stephen King. Mientras miro de reojo por la ventana para verificar algún movimiento. Soy como un halcón, pegada, vigilando, esperando a que salga. Entre los arboles sale él, completamente sin camiseta en la mañana escarchada de frio. Como siempre con su torso desnudo. Sé que puede verme desde allí a muchos metros más allá. 
Sus ojos mieles inquisidores, me miran. Intensamente. Y luego me sonríe. 

— ¡Piensa rápido!

Un balón de basquetbol me golpea en la cabeza, tirando al diablo toda mi ensoñación fantasiosa. Caigo al pavimento por la violencia del golpe.
¡Por el fantasma de la opera! ¡Juro que podría calcinarlo si tuviera rayos láseres que tirar por los ojos!
Sabía de antemano quien me había aventado la pelota. No sería lunes por la mañana, si eso no ocurriera. 

Tome el balón del suelo. 
—Erick…gracias por despabilarme, realmente me quedaría dormida de pie si no fuera por ti. —Pestañee varias veces, utilizando mi tono dulzón de sarcasmo. —Pero me ha dolido. Imagínate lo que te dolerá a ti, ¡Si te meto tu maldito balón por el culo! 
—Cabeza de uva… ¡Me impresionas! No tengas fantasías tan indecentes conmigo.
— ¡Argh!—Gruñí. — Deja de llamarme cabeza de uva, que parece más un nombrecito cursi al que le pondrías a tu novia. Me dan ganas de vomitarte en la cara. 
—Tal vez debería inventarle otro apodo a tu cabellera morada… ¿Uno… más hiriente? —Erick se llevó el dedo índice a la barbilla, como si de verdad estuviera pensando en eso. 
—Oh por favor no lo hagas…. ¡Cuidado!, tu cerebro se puede fundir, estás pensando. No lo hagas demasiado, podría hacerse verano de repente, porque esto es un milagro. 
—Sé que soy un milagro y que no hay nadie como yo…Así que dejare de perder mi preciado tiempo contigo…Nos vemos ___________. —Hizo un saludo militar con sus dedos en su frente y se dio media vuelta, entrando a la escuela.
Fruncí mi boca, Erick y sus maneras de malinterpretar todo lo que le digo. 

Solté el segundo suspiro de lo que llevaba de mañana. Y aun no entraba. 
Mire con resignación a la figura fornida y la cabellera castaña de Erick Hamilton. Para muchas, el chico más sexy del instituto. Para mí, un completo soplapollas. Era la exacta y fina palabra con la que puedo describirlo. ¿Quién de la baja escala social no tenía a su propio brabucón personal? Él tenía el deber de tocarme las narices cuando quisiera. Pero como yo no soy, de lo que se puede llamar…”pisoteable” le hago difícil el trabajo. 

Respiro hondo y suelto mi dióxido de carbono, haciendo que un mechón morado de mi flequillo se levantara. 
Lamentaba no ser una porrista, para levantarme todas las mañanas animada. ¿Qué no para eso se desvivían las porristas de la escuela? ¿Para animar? 
Porque ahora me hacía falta no mirar a la escuela con poco optimismo. 
Me reí de mi misma, mi mano no es ni siquiera capaz de levantar un pompón. 

Introduzco la clave y mi taquilla se abre. Miles de papeles vuelan del interior, amontonados y arrugados. Exámenes del semestre pasado, informes, dibujos ridículos, revistas. Era un total y completo chiquero. En mi puerta estaba pegadas fotos de revistas, frases de libros y un espejo que me diga que no estoy del todo mal. (No es un gesto de pretensión). 
Saco mi libro de química y mi cuaderno. Esta demás decir que, para aumentar aún más mi irritabilidad, tenía a primera la clase que más odiaba. Los electrones y las Biomoleculas orgánicas, juegan siempre en mi contra para que pase a rastras con calificaciones muy deficientes para mi historial de estudiantes. 
—Hoy tu cabello  se ve más lindo de lo normal. 
Mire por sobre mi hombro y allí estaba Cara. 1.80 de altura, ojos Azules y cabello castaño Pelo Largo. 
—Es el mejor halago que he recibido. —Me toque el cabello instintivamente. 
—Hay pero mis mejores halagos van para el profe Mitchell hoy en historia. Joder…sé que nuestro amor es imposible, pero llegare a enamorarlo, te lo aseguro. 
El rostro de Cara se convirtió en una ensoñación. Con sus ojos brillantes y una sonrisa amplia. Estaba radiante. Me reí. La única razón de su alegría era nuestro profesor de historia, que esta de muerte. Todas en vez de aprender sobre la cultura maya o las guerras civiles, se quedaban atentas en los ojos azules y el cabello rizado de Mitchell. 
Yo estaría igual que las demás, si no fuera porque tengo otro chico extraño en el que pensar y soñar en las clases de historia. Pero en fin. 

—Ya quiero entrar a clases—Profirió con ansiedad. —La otra vez me quede colgada viendo la forma en que sus manos se movían al explicar lo que sea que estaba diciendo. 
Siempre tan ansiosa y alegre.Cara y yo éramos como dos polos opuestos. Yo era la Antártida, inhóspito y dura como un Iceberg. Caitlin era como el polo norte, donde habitaba Santa Claus y duendes magicos. Es una metáfora bastante estúpida, pero era mi única forma de explicarlo. Aun así, éramos mejores amigas desde primaria. 
Justo en ese momento el timbre nos anunció que era la hora de entrar a las aulas. 
Metía mis libros de química en mi mochila, cuando Cara me pego una fuerte nalgada en el trasero mientras ya partía a clases. 
— ¡Diviértete revolcándote con las fórmulas de química, mientras yo endulzo mis ojos con el culo del profe de historia! —Grito a toda voz por el pasillo. 
Todos la miraron, riéndose. ¡Por dios! A veces me avergonzada de sus payasadas cuando las decía en público. Pero lamentablemente era la mejor amiga de la guasona de la clase. 

Camine hacia el laboratorio de Química.Cuando llegue allí, me senté al lado de mi compañero asignado para todo el semestre. Como si el mundo escolar no estuviera bastante en mi contra, la profesora de química me puso con mi ex novio. Cada lunes que llegaba a sentarme a su lado, sentía pena de mi misma. No podía tener más mala suerte. 
Pharrell, el causante de mi cambio de look y mi deficiente fe en el amor. Ya lo tenía superado, obviamente el que sea un celoso hostigoso no iba conmigo. Odiaba cuando me preguntaba cada vez, porque hablaba con tal chico o con quien hablaba por teléfono. Lo deje y después de un día, el ya andaba besuqueándose con alguna chica de reputación dudosa, refregándomelo en la cara en cada pasillo de la escuela. Obviamente me rompió el corazón, era mi primer y último novio. Lo quería a pesar de ser sobreprotector. Y como toda chica después de romper con un chico, me hice un cambio de imagen. Bueno no me hice uno muy normal. Me teñí todo el cabello (color) ___, me llegaba hasta más allá de la cintura y se veía muy bien, a mi parecer. Mi color natural era un normal color castaño oscuro. Nada extraño. 
Aun así, verle la cara todos los lunes por la mañana, era…desapacible. 

Cuando salí al receso, después de una tediosa clase de química. Mi teléfono móvil, empezó a vibrar en mi mochila. Me pare en medio del pasillo, buscándolo entre los bolsillos de la mochila. 
— ¿Si? 
— ¡Algodoncin!—La voz aguda de mi madre, sonó al otro lado. —Creo que las hora correcta… ¿Estas en recreo? 
—Sip. 
Comencé a caminar entre el torrente de adolescentes, sosteniendo el móvil en mi oreja, y reacomodando mi mochila en el hombro. 
—Te llamaba para avisarte, que pasare el día con tu padre. El medico dijo que sus dedos han empezado a moverse voluntariamente. ¡Es un avance! 
— ¡Enserio!...tal vez me pase por la tarde a la clínica, después de clases. 
—Ok Algodoncin, te veo luego, adiós, te amo. 
—Y yo a ti. 

Colgué, y sonreí de forma sincera. Aquello me hizo el día. Mi padre hace ya 9 años, tuvo un accidente automovilístico.Uno bien extraño, porque se supone que había atropellado a una persona, pero el que salió mal fue él. Y la supuesta persona atropellada se dio a la fuga. El auto quedo completamente destrozado, el capo magullado, con un enorme agujero en donde se supone que había sido golpeada la persona a la que mi padre atropello. Nadie pudo explicar lo de su accidente. Efectivamente habían pruebas de que había atropellado a alguien, bueno en caso de que hubiera arrollado a Ironman sería más creíble que lo hubiera hecho con una persona normal. Sin duda era extraño, y bueno, a mi padre aquel accidente lo dejo en estado vegetal para siempre. Vive postrado en una cama. Hubo un tiempo que vivió con nosotras, pero le dio un derrame cerebral y tuvo que volver a la clínica. Y ahora parece ir mejorando más y más. 

Seguí mi rutina, a juntarme con Cara y vagar, mientras aprovechábamos el tiempo libre. 

Abrí mi pistola de agua y le puse una porción de pintura celeste y verde. Todos los demás hicieron lo mismo. 
Nos encontrábamos en la clase de arte. Mi favorita. 
Lo que teníamos que hacer hoy, era hacer pinturas abstractas sobre nuestro cabestrillo blanco, los que pintaríamos con los chorros que salieran de nuestras pistolas de agua. 
Sin duda Kate, nuestra profe de arte, era la más ingeniosa y la más genial de todas. 
Era la última clase y saldríamos. Arte siempre era un alivio en lunes. La cabellera rubia de Kate se veía al borde de mi cabestrillo, ella ya había dado el tiempo libre para que pintáramos. 
Aliste todo y me dispuse a disparar en el espacio blanco.
Justo cuando iba a pintar, algo húmedo llego a mi mejilla sobresaltándome por sobremanera. Lleve mis dedos a mi mejilla izquierda y sentí el líquido espeso en mis yemas. Pintura. 
Mire a mi lado, y Erick se reía de mí, con su pistola aun apuntando hacia mí. Agudice mis ojos como rendijas, lo apunte para tirarle pintura. Apreté el gatillo, y el chorro de pintura salió disparado. Pero Erick fue rápido y lo esquivo. Le cayó a Elena, sentada más allá en mi misma hilera. Ella abrió sus ojos y su boca, sorprendida. Disparo hacia mí, pero mancho a Erick. Él tiro su chorro hacia mí y yo me agache, y le cayó a Conor que estaba a mi lado. 
Y se desato el caos. 

Todos comenzamos a dispararnos pintura. Rojo, verde, azul, celeste, rosado volaban por los aires y manchaban nuestros delantales de artes. Mi cara estaba llena de pintura, también mi cuerpo. 
Tenía que admitirlo, esto era divertido. 

— ¡BASTA! —el grito de Kate se escuchó por toda el aula. 
Todos nos detuvimos, quietos en nuestros lugares. 
— ¿Quiénes se creen ustedes, una banda de críos? Se supone que tienen que pintar en el cabestrillo no entre ustedes—La cara de Kate tenía una mancha violeta, y el pelo lo tenía rojo. — ¿Quién comenzó todo esto? 
—Fue _________.
Erick apunto hacia mí, acusador. 
— ¡¿Qué!? No, yo no he sido, fue Erick. 
—Yo no, no me acuses a mí…
—Ok, ya no importa. —Interrumpió Kate, iracunda. — Cada uno de ustedes limpiara la sala. Ha quedado en desastre. ________, ve a buscar los traperos al cuarto del conserje. 
— ¿Pero porque yo? —Proteste. 
—Porque tú fuiste una de las que comenzó esta jugarreta.

Salí bufando de la sala. Puto Erick del demonio. 

Camine por los pasillos desiertos, hasta encontrar la escalera y bajar hasta la primera planta. Tenía que mandarme al cuarto del conserje. Esta al culo del mundo, justo al lado de la cancha techada, en la parte más apartada del colegio.
Habían historias terroríficas de ese lugar, como que una vez, un conserje encerró a una chica y la violo en medio de la oscuridad y las escobas. Era de hace años, pero había sido real.
Obviamente ahora los conserje eran fervientemente vigilados. 
Atravesé la cancha de césped y gire a la izquierda, bordeando el gimnasio principal. El cuarto era una caja enorme de metal, pintada de amarillo. Las puertas dobles siempre estaban abierta. Tome la manilla y empuje las compuertas, haciéndola chirriar en un sonido agudo y molestoso.
Adentro todo estaba oscuro. 
Habían pilas de sillas amontonadas a ambos lados de la puerta, el piso estaba tapizado por una gran capa de polvo y pelusas rodantes. En el fondo, habían varias escobas, y cubetas de agua. Plumeros, trapos, mesas no usadas de las aulas. Un pequeño espacio de metros cuadrados, abarrotado de cachureos. 
Salte unas escobas tiradas en el suelo, adentrándome hasta el fondo. Tome un trapo, una cubeta de agua y una escoba. Me costó sacarlos, me daba la impresión de que si sacaba algo, todo se caería. 
De pronto me exaltaron, fuertes golpes en las paredes de metal, del cuarto del conserje. Me quede quieta en mi sitio. Asustada. De nuevo se escucharon golpes. Mire hacia arriba. Era como si alguien estuviera caminando por el techo metálico. Zancadas enormes, el metal del techo, empezaba a hundirse bajo unas pisadas. Trague un suspiro profundo. 
Volví hacia a la entrada, tomando de todo mi valor. Abrí las compuertas y salí. Cuando pise la tierra húmeda de afuera los golpes se detuvieron. Mire alrededor asustadiza. 
Una sensación fría me embargo todos los sentidos. Sentí una corriente inquietante en la nuca, esa inquietud que te da cuando alguien te está observando. No ves que te observa, pero lo hace. 

Me gire sobre mi hombro como si lo supiera antes de verlo. Mire hacia arriba. 
Me quede petrificada al ver al chico del bosque agachado en el borde del techo. Sus ojos pardos me miraron intensamente. Su expresión inmóvil y su dorso desnudo palidecían a la naturaleza que nos rodeaba.
Sus puños se apretaron en el metal del cuarto, y este empezó a hundirse bajo sus dedos. 

Di un grito ahogado, y entre al cuarto otra vez, muerta del miedo. Cerré las puertas detrás de mí, como si aquello evitara que él entrara. Retrocedí, respirando agitadamente. Tropecé con unas escobas y me caí fuertemente de trasero. Los golpes del techo siguieron más violentos, como si estuviera pateándolo. La alta pila de sillas amontonadas en la entrada, se cayeron como en el juego del “Jenga”, bloqueando la puerta. 

Un miedo terrorífico atenazo mi garganta. ¡No! 
— ¡Ayuda! —Grite con todas mis fuerzas. Me pare, y me agazape a una de las paredes laterales, golpeándola. El metal resonó bajo mis palmas. — ¡Auxilio! ¡Que alguien me saque de aquí! 

Trate evitar de gritar que un psicópata estaba arriba del techo, asustándome. 
— ¡Por favor! ¿¡Alguien me escucha!? 
La oscuridad cubría mis ojos, y me sentí desesperada. Ahora yo golpeaba las paredes desesperadamente, sin darme cuenta que las patadas en el techo habían cesado.

Un sonido quebrajoso vino de la puerta. Me quede quieta, pegada a la pared. Las puertas dobles de metal, empezaron a abrirse. El metal se doblaba entre las manos del chico, este la abría con toda la facilidad del mundo, arrugaba las puertas como si fueran hojas de papel. Empujo las sillas con el pie, desbloqueando el paso de la entrada. Me miro con un deje de diversión burlón. Una esquina de su labio se elevó casi imperceptible. Y desapareció en un pestañeo de allí. 

Camine hacia la puerta, con el desconcierto de mi vida.
Mis piernas como si tuvieran una descarga eléctrica, corrieron atreves de la cancha mientras el timbre sonaba y todos los alumnos salían. 

Me cole entre medio de la gente, corriendo a mas no poder. 
— ¡Ayudaaaa! —Grite despavorida. 

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora