Capitulo 34 [SEGUNDA PARTE]

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¿Qué más podía esperar al otro día? 
Por más que quise hundirme en el fondo de mi cama para no salir jamás, no pude hacerlo. Es difícil enfrentarse a la realidad cuando se ha enfrentado a la muerte. Mi madre es un halcón en vigilia o un pájaro loco que repiquetea en mi cabeza con su puntiagudo pico, “Tienes que estudiar, tienes que estudiar, tienes que estudiar” “se responsable, se responsable, se responsable” “no pierdas la beca, no pierdas la beca, no pierdas la beca”, lo que mi madre se perdía era todo lo que me pasaba a mí. Me lo dice, me lo repite todo el tiempo y es como una mosca en el oído. Antes cuando mi madre entraba a trabajar mucho más temprano, ya que era la época del auge de la lana de cabra en los suéteres, tenía un montón de clientela que la esperaba, afuera de su tienda, en la mañana antes de lo esperado. Ella se iba muy temprano y yo podía fingir que estaba en la ducha, se marchaba y yo me quedaba en casa, mientras que no se daba ni cuenta. Pero ahora, ella va verme a mi cuarto si me estoy vistiendo, no es momento propicio para quedarme amarrada a las sabanas por más que quisiera.
Y mierda que si quería. 

Las piernas me pesan como si mi sangre fuera de acero líquido, mis ojeras son dos sombras hondas como un poso, además de toda la guerra que tengo en mi mente, anoche tuve pesadillas. Vi aquella figura desaparecer de la fábrica otra vez, la vi comiéndose a ese hombre devorado en la sala, la vi en el baño de chicas atrayendo la sangre que se coló por la puerta, en la estación cuando fui a ver a Pharrell, sacándome una foto, en el bosque, en el posadero de agua, estaba en todos lados, sin cara, sin forma definida, solo una figura negra, allí atormentándome. 
Es como si estuviera en mi cabeza, y ya no puedo soportarlo. No. 
Lo único que me sostiene son las palabras de Justin, cada segundo que estoy sin él, es una agonía constante en mi cabeza, en el horror de estar insegura, sin mamá cerca, sin nadie, estoy completamente sola cuando él no está aquí. Tan solo me alienta la promesa de Justin, sino, haría cualquier cosa para quedarme en cama, invernar hasta que el mundo se acabe. Sin embargo, tengo que sacar fortaleza de algún lado antes de derrumbarme. 

Así que como es de esperarse mi humor es el de mil perros endemoniados. 

Entonces fue así como partí de casa, un buen suéter, una bufanda, libros del instituto en la mochila, junto con uno para leer, un beso de despedida de mi madre. Audífonos sobre mis oídos y el resto del mundo se apaga. 

Subo el autobús lentamente, escondiendo la mitad de mi cara en mi bufanda, soy un desastre: Pálida, ojeras, nariz enrojecida por el frío, y mi cabello morado enmarañado.

Me siento en el último asiento tratando de esconderme, me mantengo mirando por la ventana, escuchando Draw Your words de Angus y Julia Stone. Seis minutos de viaje, y la escuela se atisba al otro lado de la ventana. 

El nublado, hace cada uno de mis movimientos monótonos, siendo de Satterville, ver nubes grises en vez de sol es pan de cada día, pero hoy causa una efecto adormecedor en mi cuerpo, no tengo fuerzas como para esquivar las miradas inquisidoras que todos los alumnos del instituto me dirigen, no tengo fuerza como para contraatacar a la lengua venenosa y maligna de Lindsay quien me odia aún más que antes, ya que tuvo un idilio de corto tiempo con Erick y le gusta en secreto. Ahora que todos vieron que se peleó con Justin por mi causa, ella ha subido cinco eslabones más en su escalera de “Hater de Mackenzie vómito morado”, está al borde de asesinarme, puede que Lindsay sea uno de los factores de mi patética posición social en el instituto, además de Erick y las constantes humillaciones que me hacía pasar. Hablando de él, no apareció hoy tampoco. Debe estar recuperándose, mientras yo aquí pendiente de que vuelva para hablar con él. Soy una persona que le gusta hablar de frente, tiendo a encarar el conflicto con el dialogo y las cosas se pongan claras sobre la mesa. Todo, si no se interpone el orgullo, como en el caso de Cara, mi mejor amiga, la que conocí cuando el pequeño y revoltoso Erick me robó los crayones y ella me defendió y se lo quitó haciéndolos volver a mi mano y a mi dibujo del Espanta pájaros, el que había leído en un cuento. A ella le había parecido un poco terrorífico e interesante. Se convirtió en mi amiga inmediatamente. Para ese entonces Cara era nueva en la escuela de “Satterville Primary school”, el bloque adyacente que se encuentra justo detrás de “Satterville secundary school”, los cuales están separados por un muro. Sus trenzas largas y sus grandes ojos verdes, revolucionaron a nuestro curso cuando teníamos 7 años. 
En todos nuestros años de historia, nunca nos habíamos peleado por un chico, independiente de cual sea la razón. Habíamos pasado si, tiempo separadas por vacaciones, por castigos y motivos de estudio, pero nunca tanto tiempo por una pelea, con ella las cosas se resuelven dejando pasar el tiempo, podíamos tener una disfunción de nuestros puntos de vista, nos ignoramos unos momentos y luego todo se pasa, se calman las aguas, nunca hubo una disculpa por parte de las dos, solo volvíamos a hablar como antes, aunque ese no era mi estilo, pero así funcionábamos. Las cosas pasaron a otro nivel cuando por primera vez peleamos por un chico. Omer. Ella no se daría cuenta porque está más que coladísima por él. Algo tiene Omer, que me provoca aversión, da mala espina, estoy segura que algo tiene que ver con las notas que me han enviado. Cara es poco tolerante ante las críticas de lo que cree seguro. Esta segura que Omer es el chico malo que estaba buscando, el caballero que transformar, tan así que no ve el otro lado que a mí me ha mostrado ese chico. 
Él debe de saber alguna cosa…algo sobre Justin. 

A pesar todo esto no se justifica que me haya ignorado durante tanto tiempo, como si la que hubiera resultado herida fuera ella. Me hizo falta en múltiples ocasiones aunque no quise admitirlo ni pensar en ello. Y me duele que haya puesto a Omer antes que a mí. Eso no es tener ética de “mejores amigas”. 

Pero tal vez solo tal vez, hoy una fuerza cósmica se ejerció entre el ambiente, quizás el aire estaba más esclarecedor, quizás el agua estaba más limpia, cualquier cosa no me podría explicar por qué Cara me habló al momento de estar leyendo en el patio a la hora de almuerzo. 

Pensé que por fin me diría algo, no sé, alguna broma de las suyas y luego pedir disculpas por primera vez sobre lo de Omer. 

Pero me equivoqué. 

Me encontraba en el almuerzo del miércoles al mediodía, después de Algebra e Historia. Desde hace un par de días que vengo al patio a comer sola. No soportaría entrar al casino, caminar entre un rezo de susurros con miradas furtivas, y eso Cara lo sabía. Sabía dónde yo estaría, me conoce.

Las chicas también se habían añadido a la masa de rumores y ceños fruncidos, sé que quieren acribillarme a preguntas…yo simplemente no quiero hablar de aquello con ellas. Con la que apenas he hablado todo este tiempo es con Maya, no me mira como los demás, para ella nada ha cambiado o más bien, no soy como el centro de atención por hacer que le dieran una paliza al chico más popular de la escuela. Sin embargo, como a ella le gustaba estar con las chicas, libremente, sin ningún remordimiento de mi parte, se va a almorzar con ellas. Me gusta aislarme. Y pues, aquí estoy, con un libro en mi manos, pasando la página cien, las letras son mi ayuda, son mi mensaje liberador. 
Sentada sola en los bancos del césped, entre los árboles, la única naturaleza que acompaña el establecimiento. Sin importar el ruido, los gritos, las risas, me adentro a la historia que se maquina en mi cabeza. Me detengo un momento, alzando mi vista hacia a la cancha de básquet, pienso en lo rápido que quiero que avancen las horas para ver a Justin, con su postura varonil y esotérica, sus ojos intensos observando detenidamente a alrededor. Lo veo con las manos en los bolsillos, sus cejas juntas, buscándome entre la multitud. Deseo abrazarlo, besarle los labios y todo su rostro, preguntar qué tal su día…irnos a casa tomados de la mano. 

¡Maldita sea, ya soy una nenita cursi hecha y derecha!

En el momento en que me recrimino a mí misma, veo a Cara abriéndose paso entre la cancha, no se da cuenta de que me he percatado de su presencia e instantáneamente bajo la cabeza hacia mi libro. 

Finjo leer, aunque mi pulso se acelera, me pregunto si vendría hacía mí. 

Me resigné a la idea cuando siento que alguien se sienta a mi lado, la madera del banco rechina y el frio que me rodeaba se vuelve más cálido. 
No levanto la mirada. 

Su aroma a manzanilla me invade la nariz. 
—Hola. —saluda Cara. 

—Hola. —contesto secamente, sin despegar mi vista del libro. 

Hubo un silencio jodidamente incomodo de por medio, extendido por varios segundos. 

La siento removerse, y aclarar su garganta.
—Mmm…eh…yo…

— ¿A qué has venido? —la interrumpo. 

—Bueno…yo quería hablar…—se detiene un momento, dubitativa. —Sobre el chico con el que no sabía que estabas saliendo. 

Me pongo tiesa por la sorpresa. Sigo mirando el libro, incluso evitando verme desprevenida. 
Mi mente piensa rápido. 
—Lo sabrías si no me hubieras dejado de hablar hace más de un mes. —Fría, fría como un Iceberg. 
Cara se queda callada otro momento.
—Sí, si tienes razón, claro que lo hubiera sabido hace más de un mes. —Profirió condescendiente. — Pero ahora que lo sé, no puedo evitar sentirme preocupada. Por ti. 

Ante mi mudez esperando el porqué de aquello, ella bufó exasperada. 
— ¡Todos vimos como destrozó a Erick! ¡Fue tremendamente bestial y agresivo! Y…

— ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —prorrumpí indignada, levantando mi cabeza para mirarla directamente a sus ojos. — ¿Vas a advertirme tú a mí que no debo salir con Justin? 
Su rostro se contrajo, huidiza. 
—Si lo dices así no suena a algo que haría una mejor amiga. 
— ¡Oh por dios, que cínica eres! —Grazné enojada. — ¡¿Por qué yo debería escucharte ahora cuando tu no lo hiciste conmigo?! 

— ¡Porque yo tengo razones concretas, presencia visual, de testigo a todo el instituto! ¿Y tú que tenías para mostrarme contra Omer? ¡Nada! 
—Mi palabra debería servir para servir.

—Sabes que necesito ver para creer. Y he visto a ese chico hacer añicos a Erick, y creo que es peligroso que andes con él…puede hacerte daño. 
— ¡No lo conoces, ni te atrevas a juzgarlo Cara! —Vociferé iracunda, señalándola con mi índice. —Yo soy la que no puede creer cuan impertinente puedes ser. No me has hablado por más de un mes, porque para ti, ofendí a tu estúpido novio, y simplemente no lo paso, hay algo que no me gusta de él. Te lo advertí y ya vendrá el momento en que podre decir “te lo dije”. Vienes, me hablas de la nada, para que ahora tú vengas con que es peligroso andar con el chico que le pegó a Erick. Que por si no sabes, fue Hamilton quien que provoco todo. Y que por si acaso no sabes tampoco, es Justin el que ha estado conmigo todo este tiempo, apoyándome, acompañándome en los momentos en que no estabas. 

— ¿¡Pondrás a ese chico antes que a mí, ahora él ocupará mi lugar?! —inquirió herida. 

La mire con frialdad y dolor.
— No quiero tus preocupaciones ahora, después de que me dejaste sola por no aceptar lo que te dije sobre Omer. —mascullé entre dientes. Me preparé para soltar la última bomba. — Justin fue el único que me contuvo cuando mi padre tuvo su segundo ataque cerebral. Te necesité tanto en ese jodido momento que dolió como la mierda… pero tú nunca estuviste ahí.

Dicho aquello, su rostro decayó, y sus ojos verdes se oscurecieron. Me levanté del banco, tomando mi mochila firmemente y me marché, conteniendo las lágrimas y la rabia. 

La siguiente semana fue como los primeros rayos de sol después de la tormenta. Fue un alivio al traumático episodio de la fábrica y el hombre devorado. Es como escuchar el romper de las olas al salir del mar. 

Tranquilos siete días, llenos de momentos de alegría espontánea y duradera. Todos los días me las pase con Justin, tan solo unos cinco en los que tuvimos que sobrepasar el tiroteo de miradas que todos nos dirigían, tras ese incómodo momento nos íbamos a mi casa. 
No pasábamos la tarde juntos y después de que él se marchaba yo me pasaba un rato por la clínica a ver a mi padre, por poco tiempo porque la hora de visita se limitó posteriormente a su derrame cerebral. 

No puedo negar que las tardes con Justin son mucha más que lo que se le puede llamar agradables. El día que peleé con Cara, él me animó con un par de competencias en el columpio de mi patio trasero. Tardes de sesiones de besos ardientes y sesiones de besos suaves, juegos con las almohadas. Revolcándonos en el sillón, chocolate caliente y unas películas. Quedó fascinado con las de Los piratas del Caribe. Estuvimos tirados en la cama, en silencio o hablando de cualquier porquería, hablando de Cara, la forma en que tanta mierda industrial que levanta Satterville esconde en sus periferias una profunda y apolínea naturaleza como el bosque o el campo de flores, hablamos de lo que sucedió en la fábrica y las posibles teorías que puedan describir el como un hombre terminó devorado de aquella forma, también hablamos del instituto. Me ayudó con biología, historia y literatura. Nos pasamos horas leyendo juntos, él un libro y yo otro, salimos a pasear por el parque estatal; Justin casi derriba el pequeño puesto ambulante del señor que vende algodones de azúcar, porque a él ya no le quedaban algodones de azúcar. Asustamos a los más pequeños, contándoles historias de terror o sorprendiéndolos de imprevisto, nos perdimos en los millones de discos de vinilo en la tienda de música, en donde Justin se compró uno de Pink Floyd, no sé de donde sacó dinero ni tampoco sé si tiene un toca discos, pero fue lo menos relevante. Fuimos al centro comercial al área de juegos, en el que hay una pista de autitos chocadores. Solo puedo decir que Justin se lo tomó demasiado enserio. Me venció y choco a todo el mundo, es el hombre más competitivo que he conocido jamás. Nos quedamos viendo a una violinista que estaba tocando una hermosa melodía en medio de la calle, tomamos el metro tren hasta llegar a la última estación, solo paseando hacia a la nada, mirando la ciudad y el resto de la gente, yo sentada en su piernas por el lado de la ventana. Si estábamos en un subterráneo observábamos atentamente a la gente, a las divertidas caras de aburrimiento de los niños, el cabeceo de hombres y mujeres quedándose dormidos. Hicimos todo y nada. Surgiendo cada extraño panorama de forma espontánea como una chispa. En ningún momento pensé en Cara, ni en Erick, ni en Pharrell, llegaba contenta a ver a papá, y le sonreía a mama de la nada cuando estábamos cenando.
¡Hasta estudiaba con entusiasmo!
Y supe allí que algo en mi iba cambiando gradualmente, tampoco me detenía a pensarlo mucho, solo sé que se siente bien. 

Entonces llegó otro miércoles más rápido de lo pensé. 
Me moví al compás con el tiempo, por primera vez no se me hizo agonizante el lunes o la clase de educación física en martes porque sabía que al final del último aliento, al final de cien vueltas sobre la cancha estaría Justin esperándome. A mí, sudada como un cerdo y adolorida como el infierno. Por ello, Justin tan caballerosamente atento, me tomo en sus brazos y otra vez el vértigo lamió mi estómago y todo el espacio y tiempo no existió. Estuvimos en casa en menos de dos segundos sin que nadie se diera cuenta. Creo que la teletraslación, una de sus tantas habilidades, es mi favorita. 
Bueno no, en realidad todas sus habilidades son mis favoritas. 

La costumbre de los miércoles en la mañana, siempre después de una clase de correr tantas horribles vueltas, es amanecer con los músculos chamuscados, no se puede caminar con normalidad, la movilidad es errática. Así que me tomé mi tiempo de estirar en la mañana, una ducha caliente y listo para un nuevo día. 

El autobús extrañamente venia lleno. No sé qué les dio a los chicos, que si de repente les dieron ganas de ir a la escuela y aparecen por fin, o al cincuenta por ciento se les averió el auto. Soy del 0.5 mínimo por ciento de la población del instituto que no tiene un coche. Junto con el chico más popular de la escuela, ¡Si, él no tiene auto!, pero si tiene su mejor amigo-lameculos, que lo trae y lo lleva en su ostentoso Hammer. 

Y hablando del chico más popular de la escuela, llegó el momento que me temía o el que yo no quería que llegara. El que sin duda debía avecinarse. Momento en que yo tengo que hablar con él, de algún modo encerrar mi orgullo bajo siete llaves y pedir disculpas por Justin, él no lo haría pero yo sí. Tener una conversación cara a cara y poder sobrevivir debajo de las aplastantes miradas de los demás, la posible humillación que Erick me hará pasar y el odio viperino de Lindsay Gilmore. 

Fue entonces….
Que estaba hurgando en mi casillero, cuando vi a Erick Hamilton abrirse paso por el pasillo principal. 

Mi pulso se aceleró y mi estómago se encogió de los nervios. 

Allí estaba otra vez, casi intacto. Solo un corte en la ceja mostrando su herida de guerra. Con su chaqueta del equipo encima, su caminata balanceada y arrogante, completamente inexpresivo, serio. Sin detenerse a mirar a nadie, su cabello castaño, revuelto como siempre, sus labios en línea recta, sus ojos azules quietos como el hielo. 
Inescrutable. 

Todos nos quedamos mirándolo en un silencio fantasmal, que calló a todo el pasillo. 

Erick pasó delante de mí, como si ni siquiera una molécula de mi ser existiera. 

La estrella de los labradores ha vuelto. 

Pero ha vuelto distinto. 

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora