Mi vista se volvió nebulosa.
Apenas logro divisar como tres mujeres vestidas de blanco, corren por el pasillo. Se escuchan sus pasos presurosos, mientras yo no me doy tiempo ni de respirar. Me encuentro completamente desesperada, la agonía me invade en micro segundos. Y cada segundo cuenta. ...
Las mujeres pasan de mí, entrado a la habitación de mi padre. Me mantengo mirando desde el pasillo a la puerta abierta. Papá sigue convulsionando en su cama y la maquina se vuelve loca contando lo rápidos, mas no normales latidos desenfrenados de su corazón. Duele, me duele en el alma, verlo en ese estado. Jamás me había tocado ver uno de sus ataques. Es fuerte la imagen visual, es un suplicio enorme.
—Papá no me dejes…—murmure con voz ahogada.
— ¡Trae el equipo de emergencia! ¡Rápido, rápido! —le ordena una enfermera a la otra.
La mujer de blanco sale corriendo, sin siquiera mirarme.
Yo entro precipitada a la habitación, corro a su lado, mirándolo aterrorizada.
La enfermera la quita a mi padre las agujas que penetraban el dorso de su mano. Está concentrada en su trabajo, no se da cuenta que estoy allí.
—Papá por favor no te vayas.
Irrumpe en la sala, en segundos, la misma mujer, con un equipo de máquinas y detrás le sigue el Doctor Saunders, el medico de mi padre.
—Despejen el área. —demandó este.
Retrocedo unos pasos, para darle espacio pero no me voy a de allí y no pienso hacerlo.
La enfermera 1, le pone una máscara de oxígeno a mi padre, mientras la enfermera numero dos le abre la camisa clínica. El doctor toma lo que son una especie de planchas con electricidad. La enfermera 1 le pone un líquido en la superficie y el Dr. Saunders las junta.
— ¡Despejen, y….Uno! —Él coloca las planchas en su pecho.
Y mi padre salta un poco en la cama.
Lo pitidos de la maquina siguen aún más frenéticos.
— ¡Despejen y….Dos!
Las planchas vuelven a electrocutar y la espalda de mi padre se contorsiona hacia adelante y salta.
¡Oh Dios mío!
Es el momento en que las lágrimas se desbordan por mis ojos. Me tapo la boca con mis manos al ver la escena.
Y todo mi mundo se cae, cuando uno de ellos dice:
— ¡Lo estamos perdiendo!
Lo pitidos de la maquina lo invaden todo. Y sus voces son como ecos.
— ¡Despejen y…Tres!
Las planchas hacen subir el pecho de mi padre. Vuelve a saltar.
— ¡Aumente el oxígeno! —demandó el doctor.
— ¡Papá! —grito desesperada. — ¡Escúchame, no te vayas!
Corro a su lado, sin aguantarme más.
— ¡Señorita Mackenzie! ¡Por favor abandone la habitación! —me exhorta la enfermera 2.
— ¡No!
— ¡Despejen…. cuatro!
El pecho de mi padre salta por última vez.
Los pitidos de la maquina cesan. Se vuelven más tranquilos, más monótonos, pero vivos.
—Ha vuelto en sí. —determinó el Doctor.
Veo a mi padre, respirando pausadamente. Ya no convulsiona, ya no tirita. Una gran corriente de alivio embarga mi cuerpo. Es el peor puto susto que he vivido. Peor que sombras, mi casi muerte en el posadero, cualquier psicópata sobrenatural. No hay nada parecido a que se te pase por la cabeza y más aún ver como tu padre puede dejar este mundo. No hay nada más horrible que aquello.
El Doctor me pidió explícitamente que llamara a mi madre, y que saliera de la habitación que él lo examinará. Para que averigüe lo que le ha pasado.
Salgo temblando de allí.
¡Joder!
Es ineludible que las lágrimas aborden mis ojos. Estuve a un paso de perderlo, un segundo en que esas planchas no funcionan y él…pudo haber muerto.
Prácticamente corro a la zona de las cafeterías donde a un costado hay teléfonos públicos. Saco una moneda de mi pequeño bolso y marco el número móvil de mi madre.
Espero tres tonos y contesta.
— ¿Aló?
—Mamá…—Murmuro con voz ahogada.
—Algodoncin...
—Papá tuvo una recaída.
El silencio colmo el otro lado de la línea.
—Voy ahora para allá.
Y mamá corto.
Estuve en la sala de espera, impacientada, y sin dejar de morderme fuertemente el labio inferior, llorar en silencio y mover mi pierna arriba y abajo repetidas veces, símbolo de mi angustia y nerviosismo.
Después de toda una serie de minutos que me parecieron eternos, mi madre apareció detrás de las puertas del ascensor. Corrimos a abrazarnos. Lloro en su hombro mientras ella se mantiene fuerte. Le cuento brevemente lo que paso, estaba leyéndole uno de sus estudios y de repente empieza a convulsionar. Lo más duro fue decirle que estuvimos a punto de perderlo. A ese punto yo estaba hecha un mar de lágrimas y sollozos tartamudos.
Mi madre solo me consolaba y decía palabras de aliento. Pero en sus ojos denotaban el mismo dolor y preocupación que yo me dignaba a expresar lloriqueando como magdalena. Por dentro ella debe estar muy angustiada.
Cuando estamos en el pasillo, abrazadas e intentando mantener la calma, sale el Doctor Saunders de la habitación, junto con las enfermeras. Ellos salvaron su vida, piensa mi fuero interno.
Ambas caminamos hacia él de inmediato.
—Anabelle…—dice el Dr. Saludando a mi madre de un apretón de manos.
— ¿Qué le ha pasado, Doctor?
—Acabo de chequearlo, y nuestra sospecha es innata y casi certera. Simón ha vuelto a tener un Accidente Cerebrovascular. —Sentenció el Dr. Saunders. —Pero esta vez pudo haber afectado una parte del cerebro que conlleva la Ataxia, que es la pérdida del sentido de la posición del cuerpo en el espacio e incapacidad para la deambulación con inestabilidad. Producto de sus convulsiones y descontrol muscular. La falta de oxígeno y el flujo de sangre se detuvieron súbitamente en su cerebro, sabemos que el traumatismo que sufrió hace años dejó sus secuelas, y no es cosa de otro mundo que esto pase. Pero si hay algo que me extraña, en los últimos exámenes se veía una gran evolución desde que tuvo su primer Derrame cerebral, en sí…no nos esperábamos que esto ocurriera.
Mi madre esta con su mano en la boca, mirando conmocionada al Doctor.
—Ósea, que ha empeorado.
—Esperemos que no tanto. Les recomiendo que mantengan la calma, porque Simón ya está fuera de peligro.
Yo suelto un suspiro de alivio.
— ¿Y entonces que pasará ahora? —le pregunté.
A través de sus gafas redondas y pequeñas, el Dr. Saunders me miró. Típica mirada que dan los médicos cuando te dicen que tienes que tomarte tal remedio que ya has probado antes y que es el más asqueroso de todos.
—Necesito que Anabelle se quede a firmar unos papeles de programación para los exámenes que requiere ahora, casi de forma urgente. Necesito ver su estado cerebral y circulatorio.
Mi madre asiente, entendiéndolo.
—Me quedaré a acompañarlo.
— ¿Y yo qué?
Me tomó de ambas manos, viéndome directamente a los ojos.
—Hija tú vuelve a casa. Ya has visto lo peor, no quiero meterte en este embrollo.
—No. No mamá no quiero irme, quiero ver cómo está papá.
—Él estará bien. Vuelve a casa. —Declaró con un tono que no admite reproches.
Y yo no podía hacer un escándalo de niña taimada en aquel momento.
Le asentí, y giré sobre mis talones. Atisbé todo el largo pasillo, donde al fondo esperaba el ascensor. Caminé hacia allá como condenada a muerte.
Tomé el mismo autobús pero este iba en el sentido contrario…llevándome de vuelta a mi casa.
Una pesadez enorme me apretó el pecho. No era un objeto de toneladas, pero se sentía como si lo fuera. Aplastada por el dolor de no poder quedarme a verlo y tomar su mano. Aplastada por la desesperanza, por la desintegrada ilusión de pensar que iba mejorando. Que su estado lo llevaría a la recuperación. Pero no. Siempre cuando subes, tiendes a caer. A lo largo de los años, me he hecho la desafortunada pregunta. Una que nunca le he revelado a nadie y que me de miedo hasta pensarla. Porque me hace recelar mi capacidad de frialdad.
¿Para que vive mi padre si no puede hacer absolutamente nada?
No puede reír, no puede mover las manos para tomar un libro, no puede hablar y enseñar como antes lo hacía. Es un cuerpo inerte, que tan solo respira. ¿Qué sentido tiene vivir así?
Sé que debo parecer una perra insensible. Pero, yo la llamo “la perra realista” que llevo dentro. Perra, porque sin importar lo que yo sienta, pasa por encima de mí, y me dice lo que no quiero escuchar, lo que no quiero aceptar. Y más aún, que tiene la razón y está diciendo la verdad. Realista, porque aplasta con sus grandes pies todo tipo de ilusión, ensoñación y/o esperanza.
Y ahí me encontraba yo, mirando desolada por la ventana del autobús, pensando en que nadie merece vivir así…deber ser un suplicio cada día.
Sin embargo, yo y mi madre somos unas viles egoístas, no queremos que se vaya, a pesar de que no puede hacer nada con su vida. Con solo saber que esta alli, respirando es suficiente para nosotras, pero no para él. Si tan solo ver como casi muere, me rompió el corazón…No imagino como será cuando él ya no esté más.
Terminé saliendo del bus llorando desconsoladamente. ¡Es mi padre el que está sufriendo, siendo sometido a máquinas y agujas en este momento!
Y yo no estoy ahí para él.
Cuando bajo en el paradero, en las ventanas del autobús veo rápidamente mi reflejo. Tengo un camino negro de lágrimas secas y sombras bajo mis ojos. Mal idea ponerme rímel justo hoy día.
Me pongo la capucha de mi sudadera, escondiéndome y camino aun sollozando por el pasaje. Doblo la esquina y sigo derecho. No despego mi mirada del asfalto, con la cabeza gacha, queriendo desaparecer del mundo.
Sigo hasta al fondo de la calle, alzo lentamente mi vista para ver la fachada de mi casa con desolación.
Pero algo está afuera de lugar.
Me paro completamente en seco, a unos metros del porche.
Justin está sentado en las escaleras.
Sus ojos mieles como el más dulce néctar, se alzan para clavarse en los míos. Surge un brillo de sus iris al verme.
Se levanta de las escaleras, despacio y sigiloso.
Expando mis ojos más que sorprendida.
Después de dos semanas y algo…allí estaba otra vez.
Justo frente a mí.
Su expresión cambia, cuando él ve la mía.
—_________....—murmura con esa voz tan esotérica. — ¿Qué te ha pasado?
Sus cejas castañas se juntan.
Me esfuerzo soberanamente para tratar de hablar. Intento sacudirme de la estupefacción, porque él era al último al que esperaba ver.
— ¿Por qué lloras? —pregunto suavemente.
Avanzó unos pasos hacia mí. Pero yo retrocedí.
Justin se detiene, mirándome inquieto y presionando su mandíbula.
— ¿Qué mierda estás haciendo aquí? —inquirí con voz ahogada.
—Quería…yo tan solo. —lo veo titubeante por primera vez. —No sé qué estoy haciendo aquí.
Lo miro con odio.
—Entonces puedes irte, porque yo no quiero verte. —escupo con rabia.
Él se queda quieto…sorprendido con mi respuesta.
— ¿Qué?
—No sé por qué estás aquí, Justin. Ándate. No quiero volver a verte.
—No me digas eso…—murmuró herido.
Me acerco a él desafiante.
—No-quiero-volver-a-verte.
Justin se queda callado. No puede evitar verse un poco desconcertado y atónito.
¿¡Pues que esperaba!?
Lo veo tragar saliva, con una expresión dolida en el rostro. Baja su mirada.
La ira sube por mis venas.
— ¿¡A ti quien mierda te entiende!? Me dices que debemos olvidarnos. ¡Que nada entre nosotros puede pasar! Te vas sin más…y de pronto ¡Vuelves como si nada!
— He venido varias veces queriendo tocar tu puerta, pero no me he atrevido hacerlo…—Confesó—Justo cuando tomé el coraje, tú no estabas en casa. Aun así me quede esperando a que regresaras. No es mi intención parecer inoportuno, pero estoy haciendo mi mayor esfuerzo.
— ¿Y para qué coño te sirve eso? ¿Eh?....
—________, por favor. —exhorta, no queriendo discutir.
Camina unos pasos hacia mí, intentando tomar mi rostro ente sus manos.
— ¡No me toques, maldita sea! —me alejo iracunda. Lo empujo lejos de mí.
Solo consigo que retroceda unos pasos.
— ¡Joder! —maldigo. — ¿Por qué mierda estas aquí, por qué regresaste?
Él se lleva las manos al cabello, revolviéndoselo.
Su silencio me exaspera, y sin querer suelto un sollozo. Todos mis sentimientos se mezclan en mi interior, hay una guerra catastrófica que me está destruyendo. Que está acabando con mis riendas.
Escondo mi rostro en mis manos.
Esto no puede estar pasando.
—Hey…No. No llores. No. Por favor.
Siento sus brazos cálidos rodearme. Su pecho desnudo toca mis dedos que cubren mi cara.
Yo ya no tengo fuerzas para discutir, maldecirlo, y odiarlo. Por más que quisiera y por más resentimiento guardara. Ya no tengo resistencia.
Lo único que logro percibir en la trifulca de sensaciones cegadoras que me abarcan es esa necesidad avasalladora de querer abrazarlo. Es lo único que necesito, y he necesitado por dos semanas.
Sin más obstinación, lentamente paso mis brazos por su cintura, y apoyo mi cara en su pecho.
Me mantengo ahí, llorando hasta que no quedan lágrimas que desbordar o sollozos que decir. Un buen rato en el que mi bullicio subterráneo se apaga un momento.
Justin se separa un poco, y ahora si dejo que me acune con sus manos. Eleva mi cabeza, para mirar sus ojos mieles…dulces mieles en comparación al abismo oscuro que eran la última noche en que nos vimos.
—Creo que desde ahora…la cosa que más odio en el mundo es verte llorar. —Musitó suavemente.
Cierro mis ojos, dejando la última gota caer. Disfruto de su aroma, de su calidez y sus palabras.
—Oh Justin…nunca sabrás cuanto te he extrañado. —Confieso sin pudor. Ya no me importa nada.
—Es por lo mismo que he vuelto. No puedo alejarme de ti. Estas dos últimas semanas…han sido….yo…te he extrañado como el infierno.
Me conmociona la manera en que le cuesta hablar.
Sé que en ello le es difícil, porque está expresando lo que siente.
—No hay manera…que por más me diga que debo mantenerme alejado, termino volviendo a ti.
—Entonces no debiste haberte ido…—le digo dolida.
Sus ojos me miran angustiados.
—Es que eso no lo sabía. Al irme esa noche, pensé en que podía hacerlo. Que podía negarme recordar tus labios, tus cabello morado, tu forma tan particular de ser y de agradarme. Me propuse no recordar lo que me has dicho…de que…te gusto. Pero…no pude.
—Oh…no sigas. —le supliqué. —No…yo…
—No sabes cuantas veces me maldije a mí mismo por haberme ido aquella noche. Porque me di cuenta que no puedo alejarme de ti.
—Justin…por favor. No digas cosas de las que no estás seguro de sentir.
—Yo no puedo asegurarte que es lo siento ______, porque nunca antes lo he sentido, no tiene nombre aún. Solo puedo asegurarte que es por eso que vuelvo a ti. Sé que lo dije…Pero…no puedo olvidarte. ¿Entiendes?
¡Oh Jesús!
No sé si sentirme aliviada o contenta, ha podido por lo menos decirme que es lo que denotan sus sentimientos. Sin embargo tengo miedo…a lo desconocido, a que vuelva abandonarme.
—Dime que es lo que sientes tú…por favor dime que sientes lo mismo. —Rogo.
Lo miro angustiada.
—Prometiste protegerme…e igual te fuiste. Te dije que me gustabas…y te fuiste. Después de todo lo que pasamos…te fuiste.
—Pero ya no me iré, no quiero irme. Me importa una mierda lo demás.
¿Debería creerle, confiar en él?
—He vuelto a ti…—repite otra vez. —Y no te dejaré ir.
Su nariz roza la mía. Su aliento hipnotiza mis labios, Justin sigue mirándome directamente a los ojos, cerca, muy cerca.
Su pulgar se mueve en mi mejilla.
—No lo hagas…no…no lo hagas. —murmuro contra esa carne pecaminosa. Esa boca maldita.
—Claro que lo haré. Voy a devorar tus labios.
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The Monster (Justin bieber & ___)
Mystery / ThrillerElla es una chica normal. Humana . Imperfecta. El no es humano. Misterioso. Poderoso ¿Que puede resultar si ambos se conocen? ¿El móunstruo podrá mantenerse a salvo del mundo? ¿ ___ podra contra los enemigos? THE MONSTER...