Capitulo 50

966 57 0
                                    

Maratón: 1/5

Nunca imaginé que alguna vez lo vería así de...frágil.
Nunca pensé que lo vería llorar, más si yo lo estoy haciendo junto a él. No es que no tuviera el derecho de hacerlo, o que lo hiciera menos fuerte.
Es que siempre lo vi con esa armadura omnipresente, que aislaba todo signo de debilidad de su cuerpo. Contenerlo contra mi pecho, mientras se aferraba a mí, después de que me revelara su historia me había demostrado que yo había entrado más en él de lo que ya pensaba. Tenía en mis brazos al verdadero Justin.
Justin y sus heridas.

Estuvimos así abrazados más tiempo de lo que podían contar mis músculos adoloridos a horcajadas sobre sus muslos.
Y nos mecimos en silencio hasta que él se calmó por completo. Aún herido, yo deseaba de todas las maneras poder sanar la llaga que quedó abierta para siempre, en su pasado. Sostenerlo totalmente sobre afectado era algo para lo que ninguno de los dos estaba, siquiera algún día, preparado.
¿Qué ser vivo podía portar semejante dolor por tanto tiempo y no morir en el intento? Sólo él.
Podía compadecerlo, podía admirarlo por su fortaleza, podía sentir pena de Justin. Pero de algún cósmico modo me sentía igual de lastimada que él. Hasta tal punto de que consumiera todas mis energías y flaquear de cansancio, ambos estábamos de la misma forma. Y él lo entendía, sabía que cargaba con la misma tristeza, que podía apoyarlo, que ya no estaba solo.

Me separé cuando ya no percibía el temblor de sus hombros y mi habitación estaba sumida en el silencio rotundo. Tomé su rostro en mis manos, en el momento en que despegó su mejilla de mi pecho. Tenía la nariz y los ojos enrojecidos, los parpados y los labios hinchados, su piel estaba pálida con un tono enfermizo. Se quedó mirando mis labios, porque no fue capaz de levantar la vista, no sé si estaba avergonzado o cohibido por abrirse de este modo tan explícito ante mí. Luego volvió a descender la mirada. Sus pestañas estaban mojadas, y brillaba el camino de lágrimas secas a lo largo de sus mejillas. Que el diablo me perdone, pero de aquella manera tan expuesta y con esa tristeza decolorando su rostro...se veía jodidamente hermoso. Como hombre, como Equinox, como el que pasado destrozó e hizo de él el peligro un guerrero.

Hice que las yemas de mis dedos acariciaran el camino seco de sus lágrimas. Acuné su rostro entre mis manos e hice que levantara la barbilla. Me acerque, rozando mi nariz con la suya, y deposité un dulce beso en sus labios hinchados. Vi como cerraba sus ojos lentamente como si lo hubiera esperado desde siempre. Nuestras bocas se acoplaron, suavemente, unos segundos.
Y fue cuando sentí la presión de sus dedos en mi cintura. Iba a distanciarme, pensando en que eso sería todo. Sin embargo, la palma de su mano se movió rápido hacia el medio de mi espalda, reteniéndome. Entendí su mirada cuando sus ojos se contactaron con los míos, apenas a un mínimo parámetro de distancia de sus labios. Y estos me atraparon otra vez.
Nos hundimos el uno con el otro en el espiral de un beso desesperado.
Accedí plena y dispuesta a dejarme llevar por su brusquedad, frenesí y delirio. Un beso de esos que son difícil de olvidar en la vida.

Era algo que Justin necesitaba. Como si pudiera liberarse de toda la tensión.
Dejamos de besarnos en el instante que fue realmente importante un respiro.
Agitados nos acostamos a lo largo de mi cama. Aproximados, pero sin tocarnos.
El techo de mi habitación fue el próximo blanco de nuestro ensimismamiento. Nos quedamos mirándolo un largo rato, sin saber qué hacer con nuestras propias emociones.

-Fui un sobreviviente.
- ¿Ah? -me giré distraída hacia él.
Justin seguía mirando el techo.
-Cuando desperté estaba acostado al lado de una fogata, en medio de una cueva gigante. -Prosiguió. Me recosté de lado, para observarlo mejor, sorprendida de que estuviera listo para seguir tan pronto. -El refugio. Todos los que sobrevivimos de la Matanza de Eclosión se encontraban dentro de la cueva. Por suerte me llevaron allí. Estaba tan mal que no alcancé a volverme loco por dejar los cuerpos de mi familia en medio de la plaza, en donde fue que los asesinaron. Fue la época más oscura de mi vida, hay lapsus en mi cabeza que bloqueé totalmente. Pero sé que lloré y grite como nunca antes. Hice que me dolieran mis propias heridas, me perdí, toqué fondo. Estaba golpeado y tenía las heridas de las balas en mis brazos y en mi pecho. Los sobrevivientes me dijeron que había estado inconsciente dos semanas, mientras ellos se instalaban ahí, manteniéndose escondidos de los militares que aún rondaban cerca. Aunque no me importaba, no me importaba absolutamente nada. Todo lo que quería era no estar respirando todavía cuando lo único que amaba y tenía en la vida se había ido. Estando postrado ahí no voy a mentirte que intenté matarme varias veces. La idea de acabar con mi vida era definitiva, categórica, en esa eternidad peligrosa en la que me sumí. No sé cuánto tiempo pasé tiempo ahí, si no fuera porque mis amigos más cercanos también habían sobrevivido, y me hablaban cada día, a pesar de que no les contestaba, hubiera sido como un vegetal para siempre. Eran los tres hijos de Berglook y Frederick hijo del sub-vigilante. Me ayudaron a no morir, aunque lo quería. Hicieron todo lo posible para mantenerme a salvo incluso cuando todos los sobrevivientes, poco a poco sufrían más hambre.
Éramos quince dentro del refugio. No sabíamos si se encontraban más habitantes de Lejana Eclosión escondidos. Con una lentitud vertiginosa, fueron cayendo. No teníamos qué comer. Y estando encerrados, la cosa se ponía peor. Cada noche uno de los sobrevivientes hacia guardia, vigilando los movimientos de un campamento a unos kilómetros más allá, era militares humanos, instalados en la montaña. Estábamos atrapados, no se podía salir a cazar sin que se dieran cuenta de que nos refugiábamos allí. Y las reservas de agua, la mayoría me la daban a mí porque yo era el que se encontraba más grave.
La primera vez que decidí levantar la cabeza y mirar a mí alrededor, me encontré con un panorama desolador: Cinco de nosotros estaban en estado de desnutrición, otros tres se habían enfermado, las heridas que tenían no eran tan graves como las mías, pero como no pudieron curarlas a tiempo, las tenían infectadas. Los otros cuatro, los tres hermanos hijos de Berglook y Frederick eran los más fuertes, se mantuvieron ahí cuidándonos a todos. Pero había uno...el menor de todos. Se ofrecía siempre a hacer guardia, no hablaba con ninguno y tenía una mirada desequilibrada y perturbadora.
Justo en el momento en que yo tomé una resolución definitiva: Cobrar venganza, hacer pagar la muerte de mi familia. Este chico, anunciando que moría de hambre, huyó de la cueva en busca de la comida que él había visto comer a los humanos en todas sus noches de vigilancia, el tipo estaba desesperado. Los demás no se alarmaron mucho, pensaban que lo matarían a él antes de que tocara siquiera un pedazo de carne, todos sabíamos que era hombre muerto incluso antes de huyera. Y yo no resistí quedarme callado, y hablé después de tanto tiempo. Les dije que ese chico lo había jodido todo. Corríamos peligro, nos podían rastrear o lo podían hacer hablar antes de liquidarlo. Lamentablemente todo ocurrió cuando nos encontrábamos en el peor momento.
Los cinco chicos que estaban desnutriéndose se encontraban al borde de la muerte. Y de los otros tres sobrevivientes heridos ya uno había muerto a causa de una hemorragia. Lo hablamos en grupo, ellos dijeron que si alguien externo venía se quedarían allí a enfrentar lo que el destino les deparara, y que nosotros debíamos huir y encontrar otro refugio. Lo teníamos todo fríamente calculado, nosotros debíamos seguir. Yo estaba convaleciente, pero ya sano. Y no dudaba en ir a buscar a todos los bastardos que mataron a mi familia. Recordaba sus caras. Siempre lo haría. Para eso yo, los hijos de Berglook y Frederick arreglamos nuestras escasas pertenencias dispuestos a emprender un viaje. Pero a unas noches de la fecha en que planeábamos irnos, el grupo de humanos del campamento más cercano, nos intersectaron en la entrada de la cueva. Con sus armas. Yo claramente no iba a dejar que me derribaran otra vez. Entre los cinco acabamos con todos ellos. Con sólo imaginarlo en mi propia mente, mandé a volar a muchos. Obviamente sabíamos que no eran todos los militares del campamento, no serían tan idiotas, ellos eran más y los que se atrevieron a interrumpir en nuestro camino era un grupito insignificante.Cuando los tenía muertos ante mí se me ocurrió una idea. Los demás iban a partir pero yo me quedé. Costó convencerlos que me dejaran solo, les propuse la idea que se pasó por mi mente en ese momento, pero la única chica de los hijos de Berglook se resistió, ella tenía demasiado miedo como para mantener contacto un minuto más con los humanos. Ella me suplicó que me fuera con ellos, confiaba en que era el mejor para mantenerlos a salvo, gracias a mis capacidades, efectivamente era el más fuerte. Me costó mucho sacármela de encima, y los chicos también querían que me fuera con ellos, sin embargo, yo me resistí rotundamente, dominado por el paso que estaba decidido a hacer.
Ellos se fueron de inmediato después de ese altercado. Los perdí de vista y nunca más los volví a ver. Al otro día, busqué entre los militares muertos, el más limpio y el que pudiera caerme su ropa. Por suerte había uno que tenía similar contextura que la mía. Me vestí con su uniforme de soldado y emprendí mi camino hacia el campamento. Era desagradable portar con aquello, pero estaba dispuesto a todo, incluso ser un infiltrado en el ejército secreto.
Fue ahí que me convertí en un verdadero monstruo.

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora