Capitulo 10

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Literalmente estoy castigada hasta que cumpla sesenta años y viva en una casa abandonada, cuidando cincuenta gatos. 
Todo porque había llegado a las doce de la noche (hora prudente para mi) y por no avisarle donde iba. Tuve que inventarle una excusa de forma muy rápida, la cual los engranajes de mi cabeza pudieron armar mejor. Al abrir la puerta de la cocina, mi madre estaba como yo lo esperaba. En el sillón carcomiéndose las uñas. Pocas veces ha estado así, y son por las pocas veces que he ido a una fiesta (Y si, sé que es difícil de creer pero si he ido a una fiesta). Después de abrazarme y tocarme por todos lados, preguntándome si estaba bien, empezó con su sermón y yo tuve que decirle donde estaba. Obviamente mentí sobre los hechos. Tratando de sonar lo menos turbada y herida posible por la culpa del guardabosque, le dije y/o invente que a mí y a Cara nos habían invitado unos amigos, a pasar el rato alrededor de una hoguera y comer carne asada. Que no creí necesario que tuviera que llamarla, porque iba a volver temprano. Y que nunca pensé que me estaría todo el día, pasándomelo “estupendo”. Así que hice uso de mi inconciencia adolescente y volví muy tarde. Ella se enojó mucho. 
Mama me explico las mil y un maneras de morir en un bosque sola, donde todo es demasiado peligroso y oscuro. Me castigo con no salir, no televisión, no celular, no computadora, y no leer. ¿Qué madre desquiciada prohíbe a su hija leer? 
Y tan solo lo hacía porque aquello me entretenía. Si me pasara el tiempo estudiando ¿Me castigaría con no estudiar? 
Sus medidas me parecieron exageradas. 

Luego de todo ese embrollo, subí a mi habitación. Me saque la ropa mojada, que mi madre no había notado, porque llevaba la manta que Justin me pasó. Y me hice una curación poco profesional en el tobillo, limpiando las zonas donde unas uñas se habían clavado en mi piel. Y me di una ducha caliente, pensando en blanco. Me deje estar allí bajo el agua, con las sensaciones a flor de piel. Ese beso me afecto por sobremanera. La piel de sus labios aun podía sentirla en mi boca. Aunque fue corto, fue uno de los mejores besos de mi vida. Cuando estaba con Pharrell, nunca sentí aquella efervescencia. Pudo haber sido un beso extraordinario si él no hubiera escapado, diciendo que eso no debió pasar. 
No podía entenderlo, no podía descifrarlo. ¿Por qué se arrepintió de besarme? ¿Por qué para él estaba mal y para mi estaba excelente? Es que… Simplemente, ¿Para qué mierda me beso si eso no debía pasar? 
Tuve todo el tiempo esa pesadez en mi pecho, esa incertidumbre y esa una inexorable tristeza. Mi ánimo cada día, estaba tres volúmenes más baja. 
Y no quería…no quería preguntarme que estará pensando ahora, donde estará, querrá arreglar lo que hizo. Porque sí. Me hizo algo que dolió. Se supone que después de besar a alguien, uno se dedica una mirada, una sonrisa siquiera unas palabras. No un “esto no debió haber pasado” que es lo que más duele. He intentado convencerme a mí misma, me lo repito en mi mente una y otra vez. Eso no debió pasar, por alguna razón que desconozco pero no debió pasar. 

Estuve cinco días intentando convencerme. ¡Cinco días! En los que a Justin no le vi ni la punta de su nariz perfecta. Ese chico si sabe cómo desaparecer. Tenía ganas de llamarlo y gritarle por teléfono. Pero el muy maldito no tiene uno porque es un incivilizado de mierda. A veces sentía tanta rabia como otras veces sentía tanta pena. Eran dos extremos que me dejan a la deriva. 
Y era peor porque me la pasaba pensando en el momento del beso, repitiéndolo en mi mente como si fuera una película y pudiera retrocederla, le invento un final más bueno o a veces fantaseo que le doy una cachetada. Todo eso me pasaba todas las noches, porque en aquel momento estaba mi madre y no podía usar nada, no podía ver televisión, ni leer. Y me torturaba a mí misma imaginándolo. 

Igual que ahora. Frente a la pizarra y al profesor que para mí es como si hablara chino mandarín, porque no le he puesto atención. No sé cómo tengo buenas calificaciones, si nunca me concentro en clases. Con mi barbilla apoyada en mi mano, mirándolo como si le pusiera atención. Pero yo estaba en la luna. Mi lápiz estaba en mi mano escribiendo, pero no sobre lo que el profe de Física explicaba. Estaba escribiendo mi experiencia en el posadero, pero como si yo fuera un narrador omnisciente, no lo decía como en mi perspectiva. 

—Señorita Mackenzie, dígame ¿Qué es la física cuántica?

A lo mejor debería omitir la parte en que Justin me salva, podría poner a otra persona…O bueno, él era mi salvavidas por más que quisiera no puedo borrarlo de la historia. 

— ¿Señorita Mackenzie? 
Levante mi cabeza rápidamente. — ¿Ah? 
—Acabo de hacerle una pregunta. —Dijo Miguel, nuestro profesor de Física.

Todos los rostros estaban volteados hacia mi dirección. Cada par de ojos encima de mí. 
— ¿Puede repetir la pregunta? 
—No, _________, tu debiste escuchar la pregunta. 
Tense la mandíbula, poniéndome nerviosa. 
Erick levanto la mano. Mi mente rogo, que no vaya decir algo pesado, que no me humille, si no juro que le entierro mi lápiz en el ojo. 

— ¿Hamilton? —Miguel desvió su atención a Erick. 
—La física cuántica es la rama de la física que se ocupa de los fenómenos físicos a una escala microscópicas. 
—Eso, exactamente. 

Engreído. Apuesto que lo saco de Wikipedia. Pensé que había respondido mi pregunta, por el simple deseo de rebajarme. Pero volteo hacia mí, sonriéndome de forma extraña. Me había salvado el pellejo. 

Sonó el timbre por todo el colegio, indicando la hora de salida, para irse a casa. Me puse la mochila, y salí rápidamente del salón. 

Ni siquiera pase por mi casillero, solo me fui a portaría a esperar a Cara. Esta vez no para que me llevara a casa si no por un motivo diferente. El lunes, me conto muy emocionada, (lo cual me sorprendió de repente) es que ha conocido a un chico en “Los sauces” (Una discoteca) y la trae loca. Literalmente, más que el profe de historia, ósea ya para ella, Mitchell es pasado. Y el chico debe estar muy bueno como para que se olvide de nuestro profesor. Han estado saliendo todos estos días, y cada mañana me viene con su discursito de que él es tan lindo, tan divertido, tan malote. Porque según ella, es un chico malo de primera división, que es de película. Cara es partidaria de los amores opuestos, y siempre ha buscado a un chico malo al que cambiar. Chico malo y chica buena era la combinación perfecta para ella. Y dijo encontrar al hombre ideal para ese papel. Primera vez que la veo tan enganchada con un chico a los pocos días de salir con él. 
Y bueno, hoy la vendría a buscar, y me dijo que la esperará para presentármelo. Porque no tiene novio si no me lo presenta a mi primero, incluso mucho antes que su mamá. Es nuestra ley de amistad. 
Ese chico tendría que pasar la prueba de las primeras impresiones. 

Entre el tumulto de gente vi a Cara, tratando de traspasar a la masa, dando empujones, tratando de colarse entre los cuerpos. Llego a mi sonriente y despeinada, brillaba la emoción en sus ojos verdes agua. 
— ¡Ya debe estar afuera! —parloteo excitada.

Me tomo de la mano y me guio hacia afuera, salimos del instituto hacia la zona del aparcamiento. Todos los que tenían auto (yo necesito uno, pero no tengo dinero para financiarlo) se subían y partían en grupo, en cinco minutos salen ya la mitad de los autos. Era jueves, previo al viernes, muchos tienen planes que hacer o se van a comer pizza. Así que el aparcamiento se despeja bastante rápido. Cara me llevo hasta el final, donde un Ford Mustang GTR color amarillo con el capo negro, esperaba en la última hilera. El único de esa zona. Y un chico vestido de pantalones negros y camisa a cuadros esperaba recostado en la puerta del conductor. Levanto su mirada y nos identificó a nosotras caminando hacia él.

Tiene unos ojos celestes como el cielo, bonitas facciones, blanco como la nieve y el pelo negro. Negro azabache. Aunque no sé si Cara lo ha notado, pero yo vi de inmediato que su cabello estaba teñido de negro. Me he pintado el pelo morado, sé de esas cosas. Es bastante guapo, Cara siempre ha tenido buen gusto. Por lo menos ya ha sacado un sobresaliente en elegir en lo que la apariencia respecta. 
Si esta bueno: Aprobado. 

Sonrió al llegar frente a él. Cara me soltó la mano, y saludo a su chico malo con un abrazo y un beso en la mejilla. Luego me miro, un poco sonrojada. 
—Bien, los presentare. _________, este es Omer. Omer esta es ________, mi mejor amiga. 

Sonreí tímida, viendo como Omer me mira de arriba abajo, recorriendo mi cuerpo lentamente. Extendí mi mano, presentándome educadamente. Él, extrañamente titubeo con una precipitada desconfianza. Por fin estrechamos nuestras manos, en silencio. 

— ¿Podemos pasar a dejar a ______, antes de ir al cine? —le pregunto Cara. 
—Oh, no se preocupen, yo me voy en autobús. —hable incomoda. 
No….no quiero ser la tercera rueda del triciclo. 
—No, yo te llevo. —dijo Omer. 
Saco sus llaves, y apretó un botón de su control. Los cerrojos de las puertas de su Mustang se abrieron. 
Nos subimos al auto, que era bastante lujoso. Me senté en el asiento trasero, mientras Cara lo acompaña adelante. Ella se voltea sobre su hombro y me cierra el ojo. 

Le sonrió falsamente, no me gusta estar sobrando en la situación, pero con tal de que me lleve a casa, puedo soportarlo. Mire adentro de su coche y estaba un poco desordenado, mientras Omer partía, yo inspeccionaba donde pisaba. En el suelo de su coche hay un par de botellas vacías de cerveza, una caja de pizza pequeña. Y muy debajo de su asiento, habían un… ¿Brazier? 

¿Sera de Cara?...no creo, apenas han salido cinco días, y ella no es del tipo de las que se entrega fácil, sobre todo porque es virgen. Fruncí el ceño. 
Higiene: Reprobado. 

Partimos rumbo a mi casa, en completo silencio. Totalmente incómodo. Yo miraba distraída por la ventana, al siempre paisaje gris de Satterville. No hay otra ciudad tan gris como esta. La única parte que amaba de Satterville eran el bosque y el posadero, aunque dudo que vuelva a ese lugar por un largo tiempo. 

Desvié mi atención hacia adelante, cuando veo los ojos celestes de Omer mirándome por el espejo retrovisor. Trago saliva, intimidada. Lo miro también, y él no corre su mirada. Inquisidor, intimidante, fijamente.

Un escalofrió me recorre la espalda. Bajo la vista, muy incómoda. ¿Qué le pasa a este chico? ¿Qué forma de mirarme es esa? 

—Dobla a la izquierda, es la última calle. —Le indico Cara por mí. 

El Mustang giro y muy veloz se dirigió hacia mi calle. Se adentró a esta, y yo le dije que mi casa era la blanca de al fondo. 

Me dejo frente a mi casa y me baje despidiéndome de los dos. Entre apresurada, impulsada por mi incomodidad y mi incertidumbre. Solo me queda decir, que ese chico tiene algo que me da mala espina. 
Primera impresión: Mala. 

Subí a mi habitación, suspirando pesado. Hay veces que uno se cansa vivir su propia vida. Llegar al mismo lugar, hacer las mismas cosas, pasar el tiempo, sola. Sin un padre que pueda abrazarte y una madre que se desvive trabajando para mantener a su familia. 

Me tire boca abajo en mi cama. Momento que espero desde las ocho de la mañana. Estoy cansada. No he podido dormir bien, he tenido pesadillas con el acontecimiento del posadero. Aun me ahogo cuando estoy soñando. Y luego me da insomnio, y cada minuto pensaba en que necesitaba a Justin para protegerme y espantar mis malos sueños. Pero eso no va a ocurrir. 

Cerré mis ojos, escuchando el silencio sepulcral de la casa. 
Pero de pronto, no todo era silencio. Casi imperceptible, se escuchaba el rechinar de algo, silencioso casi como un silbido.

Agudice mi oído, y pude identificar que el sonido venia de afuera. Abrí mis ojos, reconociéndolo. 
Era el familiar rechinar del columpio de mi patio trasero, balanceándose. 
Me senté en mi cama, sintiendo el pánico aseverarse en mi garganta. No. No otra vez. 

Camine con lentitud hacia mi ventana, y con mucho temor mire hacia afuera, esperando ver a la psicópata que me ha estado acosando todo este tiempo, balanceándose en mi columpio. 

Reconocí una cabeza castaña y un torso desnudo. Justin. 

Como si lo presintiera, miro hacia mi ventana. Sus cejas fruncidas, se delineaban oscuras en su rostro. Suspire aliviada y a la vez sorprendida. 

Baje corriendo las escaleras, y salí por la puerta de la cocina. 
Me quede inmóvil en el umbral de la puerta, mirándolo con mi ceño fruncido. 

Me cruce de brazos, viéndolo balancearse un poco en el columpio. 
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunte seca. 
—Prometí que iba a protegerte. —Contesto el inexpresivo. 
— ¿Y vienes a hacerlo ahora? —alce una ceja afiladamente.
Camine, parándome delante de él. 

Justin se quedó en silencio. Él sabía que si venia aquí, iba a hablarle sobre el beso. Y lo presentía tremendamente incómodo. Pero si no quería enfrentarlo ¿Para qué estaba aquí? 

—Quiero hablar contigo. 
— ¿Sobre qué? —Inquirí. 
— ¿Siempre haces demasiadas preguntas?
— ¿De eso quieres hablar?

Se rio, bajando su cabeza. ¿Por qué tiene que hacer ese gestó tan encantador cuando estoy enojada con él? 

—Eres un caso imposible. —negó con la cabeza. 
— ¿Por qué te fuiste? 

Me decidí por ir directa al asunto, sin más preámbulos. No quería sonar como una chica de reclamos, pero merezco una explicación por lo menos. 

Justin trago saliva, entrecerrando sus cejas. 
—Porque ese beso no debió ocurrir…—dijo cauteloso. 
—Sin embargo tú me besaste. 
—Lo sé, y no debí hacerlo. 

Un nudo subió por mi garganta. No solo un nudo, un nudo celta, enredado, reprimidor. 
— ¿Por qué esta tan mal para ti, besarme? ¿¡Qué problema hay con eso?!
Ok, estaba alterándome. 

Justin se pasó las manos por la cara. —No puedo involucrarme contigo, de esa manera. 
—No me has dejado nada claro. ¿Qué se supone que eso significa? 
— ¡Que no puedo besarte! Eso. —Se encogió de hombros como si no importara en lo más mínimo. 
— ¿Y por qué mierda lo hiciste? Joder, todo esto es un juego para ti. 
— ¡No! Para mí no es un juego. —Negó fervientemente. Se paró del columpio, sobándose la nuca. —No sé porque lo hice. 
—Si tu no lo sabes, menos yo. —respire hondo, tratando de guardarme el dolor que inhóspitamente tengo dentro. —Aun no entiendo porque es algo prohibido para ti. Besarme no es nada del otro mundo. 

Sí, claro. Quitándole importancia al asunto cuando me importaba como el infierno, me hace sentir ridícula. 

Él se dio vuelta exasperado. Se apoyó en uno de los barrotes del columpio, de espaldas hacia mí. Apretó el barrote hasta que los nudillos se le pusieron blancos, y empezara a deformar el fierro de este. 
Abrí mis ojos sorprendida. — ¿¡Tanto te cuesta explicarme?! 
— ¡Porque no corresponde, joder! —Grito, asustándome. —No es ¡Natural! Que alguien como yo, este con una humana como tú. 
— ¿Qué quieres decir con alguien como tú? 
— ¡Preguntas y preguntas!—grito exasperado. Estaba furioso. —Alguien como yo, ¡Un monstruo!...puedo hacerte daño. Puedo matarte. Cualquier cosa. Los que son como yo, están prohibidos para la mujer humana. Tienes que entender eso…—Murmuro al final. 

El corazón me latía en los oídos, palpitando, diciéndome que estaba herido. Tense mi mandíbula tratando de contener cualquier signo de debilidad. 
—Entonces no deberías estar aquí…—murmure consternada.
Él me miro, fijamente. Sabiendo que yo tenía razón. 
—Vete. —Sentencie. 
—No quiero. 
—Estas prohibido para mi ¿Recuerdas? 
—Pero es que tampoco quiero alejarme de ti. 
Su expresión era afligida. Cuando tenía que mantenerse alejado él no lo hacía. Me había dicho que no lo molestara, pero aun así, nos habíamos reencontrado. 
— ¿Quién mierda te entiende?
Justin camino, con pasividad. Se quedó a unos pasos frente a mí. 
—Podemos ser amigos.

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora