Capitulo 30

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 El parque como nunca antes, era más verde y más brillante. No sé si se debe a que estoy con una satisfacción dentro de mí, que me hace ver la vida… ¿Más bella? Ok, eso sonó asquerosamente cursi. Sin embargo es ineludible reprimir mi sonrisa de colegiala. Solo él pudo lograr hacerme sentir bien en tiempos de aflicción. Es un momento de escape de mi realidad familiar. Es como si con s...us dedos poderosos, construyera un escudo, una burbuja anti-mundo real. Quedo protegida y aislada de lo que está pasando, y mi mente nubla un poco la angustia que he pasado. De pronto soy un poco como Satterville que siempre cierra su paso al sol, con su broquel de nubes. Nos encierra a todos en un mundo grisáceo, tranquilo y común; no obstante igual tiene sus recodos oscuros, y resguarda a criaturas sobrenaturales en el fondo de la miseria industrializada. Nadie se da cuenta, solo yo, una simple chica entre miles. Es por eso, que en el fondo me cuesta creer que a mi lado camine una de esas criaturas misteriosas, un chico, que puede hacer muchas cosas que están fuera del parámetro de lo “humano”, al que de algún modo logré que saliera de la burbuja en donde estaba encerrado, al que por un motivo galáctico, sus ojos se posaron en mí.

Muy normal se verá en este momento para el resto del mundo, aun así cuando tiene una belleza sobrenatural y varias chicas se han volteado a verlo, solo <<soy yo>> quien sabe de sus cualidades, lo poderoso… (Y sin querer viene a mí la palabra, peligroso) que es.
Y eso me hace sentir…un tanto especial.

Disfrutamos del paseo por el parque y el aire es fresco; los niños juegan y los adultos caminan.

Me detengo a mirar un puesto callejero de libros. Es un carro de madera que expone la portada de varios libros, que obviamente no son originales.
Leo cada título, encontrándome con cosas poco interesantes. Percibo la presencia de Justin a mi lado, me pregunto si le gusta leer.

Después de un silencio, me propongo preguntarle.
Pero mis palabras se traban. Inmóvil me quedo, al sentir la delicada caricia de sus dedos en los míos. Despacio, su pulgar toca el dorso de mi mano.

Su aliento en mi oído me provoca un escalofrió atractivo.
— ¿Puedo tomar tu mano? —pregunta.

Volteo a mirarlo sonriente, su nariz se topa con la mía.

Le asiento con mi cabeza y sus dedos se deslizan por los míos, entrelazándolos.

Trato de no mirar a la gente presumidamente… ¿Porque adivinen qué?, nos vamos todo el camino tomados de la mano.

¡Ay, que nenita soy!

— ¡Ya déjame ir, mi mama está adentro esperándome! —protesto, aunque no quiero irme.

Trato de huir de él, pero toma mi mano otra vez, jalándome hacia sí mismo.
—Ven aquí.
Justin me atrae de la nuca, mirando fijamente mis labios.

Atrapa mi boca en la suya, de forma posesiva y casi brutal.
¡Creo que ya no puedo sobrevivir…voy a derretirme!

—Te iré a buscar el lunes a la escuela, ¿Ok? —dice contra mis labios. —Quiero mostrarte un lugar.

Sonrió embobada como por milésima vez en menos de dos horas.
—Ok, nos vemos.

—Adiós, Sweetie.

Me da el último beso y la última mordida a mi labio inferior.

Abrir los ojos y ver que es lunes, apesta de forma casi vomitiva.

Mi fin de semana, paso como cuando se ve una película y se adelantan varias escenas. Las imágenes pasan por la pantalla, a una escala de tiempo muy rápida.

Ni sentí el tiempo libre.
Y el lunes, es nuevamente mi agonía.

Después de salir con Justin, me la pase el resto de la semana santa, de aquí para allá. Desde la clínica a mi casa, y de mi casa a acompañar a mi madre a la iglesia, de alli de vuelta a la clínica y luego vuelta a mi casa. Sin siquiera tomar atención en lo que hacía o a donde iba, porque lo único que ocupaba mi mente era…-Redoble de tambores-:…. Justin.

¡Por los fuegos del jodido infierno, que no paraba de pensar en ese increíble día!

Y hoy, (el único motivo porque este lunes en especial no es tan mierda como lo otros) lo volvería a ver. Iría a buscarme al instituto.
Y para mostrarme un lugar.

Nunca lo diría en voz alta, ni tampoco pegaría un chillido de emoción que era lo que más deseaba. Pero estoy malditamente ansiosa, nerviosa y expectante porque pasaran las horas rápido como lo había hecho todo mi fin de semana.

Así que seguí mi rutina normal, con un poco de excitación bullendo en mi pecho.

Me puse un vestido floreado, muy primaveral y simple, encima me pongo un suéter de hilo, que pareciera que tuviera hoyos, pero no, así está hecho, me queda largo un poco más arriba que el vestido y es color azul.
Rápidamente me calzo con mis bototos color café oscuro. Me arreglo, me lavo los dientes, tomo mi mochila, mis llaves, bajo corriendo las escaleras, paso por la cocina a recoger una manzana, le doy un beso veloz a mi madre, salgo de mi casa.

Corro hacia al paradero, porque estoy atrasada. El autobús me recibe y me lleva a la escuela.

Y fin.

Tareas, apuntes, lecturas, formulas química, moléculas y finalmente, pinturas y un cabestrillo en la última clase.

Todo se mezcla confusamente en mi mañana, no obtengo tiempo para disfrutar de mi recreo porque se me ha olvidado imprimir un mapa para geografía así que parto rápidamente a la sala de computación a imprimirla. En el segundo receso, tengo que correr a la biblioteca para conseguir libros de anatomía humana para biología. Yo no sé quién mierda hizo legal el poner química y biología en un mismo día. Apenas puedo tragar mi almuerzo, para no gastar demasiado tiempo en eso y leer las últimas páginas del libro de literatura, adelantando trabajo porque hoy, mi tarde es de Justin.

Ya para cuando estoy en artes, siento a mi subconsciente decir.
“Este ser humano hará autodestrucción en…3…2……1”

Lamentablemente mi cabeza no explota, y sigo ahí con una cara de culo.

Pero para mi leve fortuna la mayor parte de mis insoportables compañeros varones no están, porque son jugadores de basquetbol y hoy tenían que entrenar para el campeonato del viernes. Lo que significa que no está Erick hinchándome las pelotas, y la sala de Arte está sumida en un tranquilo silencio.

Saboreo mi paz mientras puedo.

Nuestra linda profesora Kate, siempre nos da un espacio de cinco minutos antes de que toquen el timbre de salida, para ir a lavar nuestros pinceles y utensilios al baño, para dejar al final todo en orden.

Me saco el delantal, dejándolo en mi banco, y salimos en grupo al baño.

Entro a este, y en el lava manos, despojo a mi pincel de la pintura azul que estaba utilizando, luego lo seco con papel higiénico, y ya está.
Soy una de las primeras en salir, porque no soy de las que se queda allí chismeando y perdiendo el tiempo, con las demás.

Camino por el pasillo, cuando me topo con toda una banda de chicos sin polera, sudorosos y con los bermudas del uniforme deportivo, blanco y verde.
“Lo labradores”, el grupo de basquetbol que ha tenido la corona del campeonato estatal durante tres años seguidos. Razón para que cada uno de ellos tenga un “alter ego” en la nubes.

Y sobre todo el rey de los reyes.
Erick Hamilton.
Quien viene de los últimos, seguramente a darse una ducha al camarín de hombres, y con el cual, desgraciadamente, me topo.

Él me ve de inmediato.
Demonios.

— ¡Hola, mi cabecita de uva! —Abre sus brazos, para abrazarme.

¡No! sus extremidades, y su sudoroso pecho me envuelven.

— ¡Aléjate de mí, asqueroso! —gruño, empujándolo.

—Me encanta como siempre me recibes, cariño.

—No podía ser lunes si tú no me molestabas. —Grazné mirándole con desprecio. Por lo menos no me venía con eso de: “me gustas, ¿Qué no lo entiendes?” — Pero procura para la próxima vez, bañarte tres veces antes de molestarme nuevamente.

Veo su ceño fruncido, signo de que lo he cabreado.
Sonrió falsamente, y trato de pasar de él para seguir mi camino.

— ¿Bañarme? —me pregunta, obstaculizando el paso.

—Si...no es agradable ni para mis ojos ni para mi olfato, tener que encontrarme contigo lleno de sudor.

— ¿Tú crees que necesito una ducha?

Le asiento con mi cabeza, muy irritada.

— ¡Entonces duchémonos! —Anuncia.

Me pilla completamente desprevenida, al momento en que me toma entre sus brazos y me carga en su hombro. Siento su hueso clavarse en mi estómago, y un vértigo me provoca miedo, al estar de cabeza hacia el suelo.

Suelto un aullido, estupefacta.

Erick camina, hacia no sé dónde, y yo me retuerzo y lo maldigo como nunca lo he hecho antes.

Pataleo ferozmente.
— ¡Erick Hamilton, suéltame! ¡Ahoraaaaaa! —vocifero iracunda. —¡¡Bájame, joder!!

Percibo el repentino cambio de ambiente. El vapor calienta la estancia, nublándolo todo. Y por el camino veo varios traseros desnudos.

¡Este maldito bastardo me ha cargado hasta el camarín de hombres!

Erick se pasea por el pasillo de las duchas, como si yo fuera un trofeo al cual presumir.

— ¡Bájame! ¡Bájame! —me encuentro suplicándole.

—No, cabeza de uva, tu dijiste que me bañara, pues tu vienes conmigo.

— ¡Nooooooo!

Grito desaforada.

Un torrente de agua me moja, dejándome en estado de shock.
Estoy dentro de una ducha, con el torso desnudo de Erick frente a mí.

Abro mi boca en una “o”, paralizada.
—Ves, ahora disfrutemos de un baño juntos, nena.

Lo miro con el mayor odio que podría expresar.
— ¡Eres un bastardo hijo de perra! —le grito en plena cara.
Lo empujo fuertemente, y salgo corriendo de allí.

Corro por los pasillos, a punto de echarme a llorar. Estoy completamente empapada, mi ropa mojada me pesa y se apega mi cuerpo.
Y lo que es peor, todos ya han salido de sus clases, y todos, absolutamente todos, dejan de hacer lo que sea que estaban haciendo, para mirarme a mí, al en la entrada del pasillo principal.

El silencio corta el aire.
Camino presurosamente a mi casillero, con mi cabeza muy gacha, casi queriendo hundirme entre mis hombros.
Abro la puerta, escaneo con mi mirada el pequeño compartimiento, pero no tengo ninguna toalla. Miro sobre mi hombro, y todos vuelven a moverse, como si yo no existiera. Más no les valía reírse de mí en ese momento. Sin embargo, sigue siendo humillante.

¡Puto, asqueroso, Erick!

Paso como un minuto, estrujando mi cabello, con el corazón latiéndome furioso en los oídos. Agarro firmemente mi mochila, y enfilo en el pasillo, con la cabeza en alto. Siempre digna.

Hasta que recuerdo que Justin, estaría esperándome afuera.
¡Por la jodida mierda!

Soy presa del pánico. Por Dios. Qué manera de arruinarlo todo.
Voy a matar a Hamilton. Juro que lo haré.

Me toma unos cinco minutos salir, sin que me tiemblen las piernas de la vergüenza.

Salgo por las puertas de cristal, de la forma más desastrosa que me podría presentar frente al chico que me gusta.

Completamente mojada. Y con el delineador corrido.

Justin está al otro lado, vestido igual que hace unos días. Pero trae una sudadera negra, y tiene la capucha puesta.

Lo miro con desconsuelo al encontrarme con sus ojos.

Su expresión cambia, sus cejas se juntan.

Él cruza rápidamente la calle, hasta llegar frente a mí.

— ¿Pero qué diablos te ha pasado? —me pregunta preocupado.

El viento helado, me quema la piel.
—Na…nada. So…solo una broma de mi compañero. —le digo sin querer que me castañeen los dientes.

— ¿Qué? ¿Quién mierda se ha atrevido hacerte esto?

—Eso no importa. Soy un desastre ahora. Demonios, tendremos que pasar a mi casa antes de salir…—traté, traté duramente desviar el tema y quitarle importancia.

Me mira preocupado.
— ¿Ellos te molestan…te han hecho algo así otras veces?

—No, solo ha sido una estúpida broma.

Tomo su mano, entrelazando nuestros dedos, para obligarlo indirectamente a cruzar la calle.

Quiero desparecer de aquí.

Justin forzosamente me sigue, pero sé que quiere preguntarme más.

—Pero cabeza de uva, ¿Tan pronto te vas? —una voz nos detiene ambos.

Esto no poder estar pasándome.

Me giro sobre mi hombro, reencontrándome con Erick vestido y completamente limpio, afuera del instituto.

—Si nuestra ducha estaba tan buena.

Justin se queda quieto a mi lado.

—Oh…Erick, por favor, no jodas más esto. —le supliqué.

— ¿Ahora vas hacerme la desconocida, después de un beso y una ducha juntos? —inquiere hablando un poco fuerte.

Siento una tensión en mi mano.
Miro a Justin, su mandíbula apretada, su bíceps presionado, mirando adelante, inexpresivo.

—Que perras pueden llegar a ser las mujeres, ahora me cambias por otro. —Declaro Erick, venenosamente.

Oh…no…

Justin suelta mi mano, y da media vuelta.

Sus ojos mieles, habrían podido calcinarlo si pudieran.
—Disculpa… ¿Qué le has dicho? —Cuestionó Justin, con su voz baja y peligrosa.

Erick sonríe de lado.
—Que mi cabeza de uva, es una perra traicionera.

Podía hasta oler su iridiscente furia. Tengo que detenerlo.

—No le hagas caso Justin. —exhorté, jalándolo del brazo. —Solo está jugando.

No obstante su cara estaba contorsionada, con una promesa amenazadora en su entrecejo.

—Solo necesito una puta razón más para acabar con este cabrón, ________. ¿Él te ha dejado así?

Me quedo absolutamente muda.
Mierda. Mierda. Mierda.
No.
Jesus.
Tiene razones suficientes hasta ahora.
Aunque no lo supiera, apuesto mi culo a que Justin tiene ganas de pegarle a Hamilton desde que lo vio besándome aquel día.

Aun así tengo la oportunidad de impedírselo, si le digo que no.

Pero Erick se condenó a su propio destino.

—De hecho…se ve jodidamente caliente toda mojada. —dijo Hamilton.

Él desaparece de mi lado, y en dos segundo, tiene a Erick entre sus manos.

— ¡Acabare con tu asquerosa cara! —gruñó.

— ¡Justin, no!

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora