Capítulo 32.

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¿Qué? 
¿”Perra”? 
¿Esto es en serio? Me pregunte mientras mi pecho subía y bajaba desesperado. 

La palabra se mantuvo ahí, vibrando con efervescencia, como si en cualquier momento iba a dispararse por todos lados. 
Nació un sonido turbador en el aire, haciendo que me llevara las manos a los oídos. Emergió un olor putrefacto que lo hacia todo irrespirable. El baño parecía a punto de ser derrumbado, como si hubiera un terremoto aniquilador, pero el piso no se movía…son solo las paredes, que parecen ir cerrándose, ir moviéndose bloque por bloque.

Retrocedo aún más como si pudiera huir. 
No puedo dejar de mirar aquella sangre, ¡Tiene vida propia! 

No sé qué cosa me perturba más, un mensaje abriéndose entre un charco de sangre o el claro contenido de ira que este tiene. Lo único que me cabía en la cabeza, adyacente a todo el horror que tenía en el momento, es que ese era un mensaje de odio….odio hacia mí. No solo es un psicópata que juega conmigo, que me atormenta en todos lados, dejándome a la deriva de la inseguridad…sino que también, me odia, de una forma diabólica y rabiosa. 

Cada vez, esto se va poniendo más grave, más hondo y oscuro, mucho más… peligroso. 

Y eso me asusta. Tremendamente. 

Cada pensamiento es interrumpido…
Un pitido, agudo, que provoca hasta dolor, mueve cada molécula. La materia se intensifica. Todo se convierte en un campo de calor, las luces se prenden y se apagan, las paredes están a punto de estallar y el charco de sangre se junta otra vez, desapareciendo el “perra”, para acumularse. Una pequeña montaña roja se eleva en su centro, potente, retenida. 

Trago un suspiro filoso, mientras el pitido se intensifica y la sangre se adjunta, temblorosa, vibrante. 

¿¡Que jodidos demonios está pasando?! 

— ¡Basta! —le grito, le imploro, le suplico a la nada y a todo. 

Y de pronto, haciéndome pegar un grito en el cielo, la sangre explota. Se dispara, se dispersa con voracidad. 

Siento su humedad y su pesadez chocando contra mi cuerpo, mi cara, mi pelo. Terriblemente espeso, pero a la vez líquido. 

¡Esta en mi piel! ¡Encima de mí!
Levanto mis manos, las giro, las observo detenidamente.
Están bañadas en sangre….Oh mi dios. 

Mi respiración se vuelve raquítica, mis ojos se expanden, y todo mi rostro se contorsiona a una mueca de puro horror. 
¡Estoy absolutamente bañada en sangre! 

— ¡Aaaaaaaaaaah! —grito aterrorizada. 

Todo aumenta hasta un nuevo nivel, y las luces blanquecinas estallan ruidosamente. 

Y viene el silencio inocuo. Nocivo. La oscuridad cegadora. 
Me mantengo allí tiritando por unos segundos perpetuos, donde de pronto dejo de sentir algo. 

El timbre resonó con varias rayas más altas que su volumen normal. La puerta del baño se abre así sin más, dando paso a un halo de luz brillante. Una figura brota entre esta y luego no solo una, sino varias. 

El interruptor es presionado y la luz del baño se prende. Mis ojos se cierran inmediatamente ante el resplandor, súbitamente soy cegada. Pero…al quinto pestañeo de mis parpados me doy cuenta de que el espejo sigue en su lugar arriba de los lavados, intacto. Las puertas están abiertas, listas con el inodoro disponible, el agua ya no corre de los grifos, la bombilla blanquecina que hace menos de un minuto atrás había explotado estaba iluminando, muy normal.

Y sobre todo…no había ni un rastro de sangre, ni en el suelo ni en mi cuerpo. 

Se encontraban allí, tres chicas mirándome como si yo fuera una perturbada tipa loca con paranoia psicótica, rezagada en un rincón del lugar (y claramente lo estoy siendo).

Sus ceños están fruncidos, sus ojos se clavan curiosos en mí, me atisban con extrañeza.
Ellas tan solo entraron…porque el pestillo de la puerta ya no estaba cerrado. 

—Hey… ¿Estas bien? —me pregunta una de ellas. 
Yo niego fervientemente. Mi pulso comienza a golpear mis venas, el oxígeno en mis pulmones es escaso y tengo que agarrar aire más rápido. 
Esto no puede ser real. 
No puede estar pasándome. 
Es solo un juego cruel. Un juego cruel en mi mente. 
¿Nada de eso ha pasado? 
¿Paso? 
Oh no, no, no. 

La mano de la chica toca mi brazo, y yo retrocedo, repelida. La miro como si fuera una completa extraña. 
Un ser extraño después de lo que acababa de ver. 
— ¡No! —grito. 

Me levanto de un salto, hago a un lado a la chica y agarro mi mochila que está en un rincón. Salgo disparada por la puerta, al fin libre. Corro por el pasillo con todas mis fuerzas. Esquivando a la masa logro llegar a la entrada principal. 

De pronto mis muslos arden, y el instituto va quedando metros y metros tras de mí. Sigo a una velocidad vertiginosa a través de las calles. No me molesto en tomar el autobús, voy a casa huyendo despavorida. Aunque sé que nadie me sigue, ya que miro varias veces atrás, trato de escapar de mis imágenes mentales. El tan real tacto de la sangre en mi cuerpo, el despreciativo mensaje y las cosas extrañas que se movieron en ese maldito baño. ¿Lo había imaginado?, ¿Fue real? ¿Qué tipo de ente psicópata podría lograr hacer todo aquello? 

Lo que más miedo me da es que tal vez subestimé su poder.
Es mucho más grande, ya no puedo sola. 
¡Estoy volviéndome jodidamente loca! ¡Y estoy endemoniadamente asustada, horrorizada, aterrorizada y todos sus putos sinónimos! 
Ya no me corroe nada más que el impulso de huir fuera de mi misma. 

El viento quema mis ojos, sin querer, comienza a abordar agua mi visión. Todo se nubla, la gente, el asfalto, los faroles, la luz tenue de sol. Siento como si todo se desvaneciera. Y lloro, tan solo eso, mientras sigo, sin detenerme en ningún momento. Mi corazón palpita raudo contra mi garganta, solo cae un sudor frio en mi frente. 

Podría desfallecer en cualquier momento tras seis calles recorridas, pero mi instinto de supervivencia y el de cordura me mantienen alerta y constante, la adrenalina activa cada uno de mis músculos. Cada vez más rápido. 

Por fin veo al otro lado de la calle, los altos arboles del bosque y el paradero. 

Cruzo, y me adentro a la fila de casas, percibiendo en mi interior una sensación de anticipación. 
Porque de pronto vuelve Justin a mi cabeza, entre todo el tormento y las escenas repetitivas. La ardua anhelación de tenerlo adelante, pudo más en mí que cualquier otra cosa. 
Es como si lo hubiera presentido antes de verlo. 
Por ello corro más fuerte, deseándolo infernalmente.

Mordiéndome el labio inferior y aun llorando, doblo en la esquina de mi pasaje y me detengo, sabiéndolo ya en mi corazón, que estaría. 

Trago una respiración que me raspa la garganta al detenerme de manera tan súbita, al mismo tiempo que Justin, al fondo, parado frente a mi casa, gira sobre sus pies para verme. Simultáneamente nuestras miradas se encuentran a lo lejos. Sabíamos que estábamos cerca el uno del otro y cuanto severamente nos necesitábamos. De alguna manera, supimos en el instante que nos veríamos. 

Sus cejas se juntan, y brilla en sus ojos la preocupación…
Se ha dado cuenta de cómo estoy inmediatamente, lo sabe, y también lo siente.
Suelto un lloriqueo involuntariamente, ya derrumbada. Mi rostro se contrae en llanto, e incentivada por el miedo y la necesidad, corro el último tramo de la calle. Lo miro directo, con desconsuelo. Justin abre sus brazos hacia mi sin más nada que decir, solo su <<Ven aquí>> que murmura cuando llego a él. Es como música para mis oídos. Y me refugio por fin en su pecho. No hay nada, absolutamente nada, que pueda reemplazar, ni siquiera asemejarse a aquella sensación de ser envuelta en un abrazo, de él, envuelta en su acogedora calidez, su corazón palpitando en mi oído, siendo estrechada fuertemente, como si pudiera calmar todo tipo de mal. Y es tan impactante cuanto lo necesitaba, que lloro aún más por eso, tiemblo entre sus brazos, soltando quejidos. 
Puedo saborear, después de algo amargo, la seguridad que siempre me brinda. 

Mi respiración sigue siendo muy presurosa, mi pecho se encoge al llorar, mi cuerpo tirita contra el suyo. 

— ¡_____________, por Cristo!, ¿Qué te ha pasado, Sweetie? —Pregunta Justin, tremendamente preocupado. 

Mis palabras se ahogan con mis lágrimas, no pueden salir. Lo abrazo aún más fuerte, siendo llevados por el silencio. 

—Cariño…háblame, por favor. ¿Qué te paso? —Insiste. 

Me hundo más en sus brazos, en su pecho, apretando su polera en mis manos, recién allí me doy cuenta de que lleva una. 

—Ya…tranquila. Sea lo que sea, yo estoy aquí para ayudarte, nena. —Su mano fuerte acaricia mi espalda, su cabeza descansa en la mía. —Calma, solo respira. 

Le hago caso, y tomo una inhalación profunda.
Mis vertebras ya no están crispadas, y la tensión con el miedo han descendido un poco, todo porque estoy con él. 
Siento que se separa un poco, cuando una de sus manos acuna mi mejilla, y con la otra, alza mi barbilla. 

Mis ojos llorosos se encuentran con los suyos. 
—Cuéntame… ¿Qué demonios te trae así, ________?—pregunta otra vez. 

Me muerdo el labio inferior, tratando de encontrar las palabras. 
— ¡Me sigue a todos lados!...ha llegado hasta el instituto. Me encerró en el baño de chicas. —le cuento con voz ahogada. 
— ¿Te refieres a…? 
—A la misma persona que ha estado atormentándome todo este tiempo, Justin. —Le interrumpo— Quien ha aparecido con una máscara tras mi puerta, el que me envió la cámara que había perdido en el fondo del posadero la vez que intentó ahogarme, es también esa sombra en mi habitación. ¡Todo! ¡Todo lo es! —hablo precipitadamente. 

Me tropiezo con lo que digo y con lo que pienso. 

—Espera…hay cosas que tu no me has dicho. Has omitido esas partes. 
—Me ha hecho más cosas de las que sabes…cuando te fuiste aquella noche o antes, o cuando nadie está cerca, aquella persona que intenta hacerme daño, está acechándome…siempre lo está, Justin. —gimoteé quebrantada. — No puedo vivir en paz. 

Otra vez caen unas gotas que ruedan por mis mejillas. 
—No…no, mi amor. No llores. —suplico Justin en voz baja. 
Acorta nuestra distancia, y da besos delicados en mis lágrimas. 

—Tuviste que habérmelo dicho todo. Desde un principio. 
—No halle el momento de decírtelo. 
— ¿Entonces dime ahora, qué fue exactamente lo que paso en el instituto? 

—Yo tan solo fui a cambiarme al baño de chicas, y al querer salir…la puerta estaba trancada, de pronto en el espejo había una huella de sangre, y luego todo pasó muy rápido. —le expliqué. — Comenzaron abrirse las puertas, los grifos, las luces se apagaron. Y luego, de la nada empieza a colarse por la puerta un charco de sangre. En él aparece una palabra, me decía ¡Perra!…y todo fue como una explosión…De repente entran unas chicas como si nada. Todo se desvaneció, no habia sangre, ni vidrios rotos…sé que es difícil de creer. 

Justin está muy quieto, analizando cada palabra, inexpresivo. Mientras yo rogaba mentalmente porque me creyera.
Su ceño fruncido podía decir algo: Está perdido o ahora piensa que estoy loca.

Sé que soltar todo aquello de un sopetón debe ser demasiado inverosímil, pero estoy a tal punto de nervios crispados que caería en el colapso en cualquier momento, y hablo sin pensar. 

—Esto no es algo simple. No es algo normal…—dijo por fin. —Aun así, pase lo que pase, ________, ahora voy a protegerte de verdad. Me importa una mierda, si allá está el imbécil de tú ex o el bastardo de Erick. Voy a ir a buscarte todos los días al instituto, ¿Ok?, y si no te veo salir en diez minutos, iré a buscarte adentro. No permitiré que te hagan daño nunca más. —determinó. 

Yo asentí con mi cabeza, mirándolo conmocionada. 
Una corriente de alivio me invade todo el cuerpo. 
Creo en él, creo en sus palabras. 

Justin deposita un beso en mi nariz y murmura contra mis labios. 
— ¿Puedo llevarte lejos…donde estemos solos los dos? ¿Para hacerte olvidar un poco? 
—Oh…si, por favor. Necesito que me lleves lejos de aquí. 

Si tengo mi mano entrelazada con la suya no me importa hacia dónde vamos, y cuán lejos este. Yo me mantengo feliz si lo tengo a mi lado. Solo necesito sentir su tacto, mirarlo y mi terror se disipa. Las corrientes de escalofríos se detuvieron al momento de ser envuelta en su calidez, en sus brazos. 
Justin siempre me salva…en todos los sentidos. 

Caminamos largamente, en medio de un silencio acogedor, donde tan solo disfrutamos de la compañía del uno y del otro. Yo me dejo llevar a cualquier lugar, lo seguiría a donde sea en este momento, que me lleve lejos. Y efectivamente es un poco lejos. Como si se conociera el camino de memoria, Justin me guía por las avenidas y las calles de Satterville, ya no tan gris como siempre lo hace. Los edificios no son tan altos, la mayor parte tienen estructura clásica y colonial, pero son grises y apagados, característica que se destaca en esta ciudad. Observo a la gente, la pragmática gente del apartado Satterville donde casi siempre es invierno. Hay rostros pálidos, miradas serias, presurosos por el tiempo, no se detienen. 
Y seguimos dejando atrás el centro de la ciudad y las grandes avenidas de peatones veloces. Giramos sobre una calle coronada por árboles frondosos en ramas, el asfalto decorado con sus hojas amarillas, cafés, rojas y verdes. Resplandecían contra el sol. El silencio calló todo tipo de ruido del centro de la ciudad. Tras las veredas de las calles, hay varias construcciones grises, con ventanas rotas y puertas de madera, carteles oxidados a medio caer. Fábricas abandonadas. 
Justin me guio por el borde de la última fábrica, la rodeamos por un costado, al lado de las cercas de alambre. Seguimos por un pequeño sendero pastoso y unos árboles. 

—Este es el lugar que quería mostrarte. —declara él. 
Abre las cortinas de un sauce llorón que da paso a seguir, justo al final del estrecho sendero entre los límites de la fábrica y el cerradero de árboles y maleza. Tras las hojas puedo ver un paisaje blanco y luminoso. 

Quedo con la boca abierta. 
Camino lentamente pasando por el lado del sauce y me encuentro con toda una hectárea de flores silvestres. Blancas, pomposas y pequeñas, unidas en masa, no se ve ni un atisbo de tierra, solo la superficie de pétalos. 
Increíble. 

—Cielos…esto es hermoso. —murmuro alucinada. 
Siento la calidez de Justin detrás de mí.
—Y es todo para nosotros. —susurra él en mi oído. 
Sonrió por primera vez en el día. 
Justin y su manera tan certera de traerme paz después de lo mal que lo había pasado. Teniendo a tantas flores frente a mí, parecía como si aquello no hubiera ocurrido. Todo era, o irrealmente horroroso o irrealmente fascinante. Pues lo primero ya lo he vivido, y todavía traigo secuelas…pero lo segundo aun no lo vivo. 

Debería tomar mi momento de sentirlo. 

Suelto una risita un poco emocionada, y camino entre las flores, dando pasos largos entre ellas para no aplastarlas a todas en el trayecto. Salto hasta adentrarme en el fondo, sintiendo el cosquilleo de los pétalos rosando mis pantorrillas. Son más altas de lo que se ven. 
Me doy vuelta a mirar a Justin, con una sonrisa pegada en la cara. Él todavía está al principio, mirándome extrañamente, como si no tuviera nada más que ver. Una sincera sonrisa, hasta más blanca que las flores, se delinea en su rostro. 

— ¡Ven! —le llamo. 
Sigo mi camino, hasta encontrarme solo rodeada de flores a kilómetros a la redonda.
Un manglar de blancura y olor a polen. Justin da unos tres saltos largos y llega a mi lado, cerca. Sin despegar esa curva ladina de su boca, apoya su frente en la mía, mirando mis labios, absorbiendo el aroma del aire. Apoyo mi mano en su pecho y lo empujo, juguetona. Me rio, y Justin abraza mi cintura, votándome al suelo. Suelto un gritito, al mismo tiempo en que caímos entre medio de las flores. 
Nos separamos, acostándonos uno al lado del otro, mirando al cielo, callados por las nubes blancas que caminan por este, son algodones blancos. Mi madre me diría: “Mira, ahí estas Algodoncin”. 

Respiro profundo cerrando mis ojos.
Haciendo desaparecer de mi cabeza, más bien tratando de suprimir la situación del baño. Con Justin ahí ya no tenía miedo. Siento sus dedos deslizarse por los míos, sobrecogiéndome. Entrelazamos nuestras manos. Entonces para mí, por un momento, desapareció lo ocurrido en el instituto, todo está como antes. 
Pero… ¿Cómo estaba todo antes? 

Abro mis ojos, despertando a la realidad. 
Gire a ver a Justin, quien estaba concentrado en el cielo. 
Entre nosotros había un asunto pendiente. 
— ¿Por qué me dejaste sola ayer, Justin? —le pregunte. 

Extrañamente tranquila, por el simple hecho, de que quería resolver aquel problema, saberlo lo antes posible, y porque este lugar es demasiado tranquilo, (que seda a la perra rencorosa que llevo dentro)…mi agotamiento mental no me permite maldecirlo, ni gritarle enojada por lo que me había hecho. 
Así que tan solo, vuelvo de nuevo mi atención hacia arriba, esperando su respuesta. 

De reojo veo que voltea a verme por un instante. 
—Sé lo que estas pensado, _______. No soy tan mierda como lo crees. Me fui ayer porque me sentí…herido. —Confesó con voz ronca. Desvió a mirarlo de inmediato. Sus ojos miel me observan de forma intensa. —El que me dijeras de que…soy un violento y maldito animal me afectó, jodidamente. Quiero decir que, sé que lo soy, pero en ese momento vi en tus ojos tanto repudio hacia mí, que me sentí la peor escoria del mundo. Me dolió como el infierno, _________. Lo único que quise hacer fue esconderme…por el monstruo que soy. 

Trago un leve suspiro, conmocionada. 
—Y yo que pensé…
—Tampoco soy tan cobarde como para dejarte alli con ese idiota, te hubiera llevado si o si en mis brazos hasta tu casa si habría sido necesario, para que te dieras una ducha caliente y te abrigaras, en vez de que te quedaras ayudando a ese bastardo. Pero dadas las circunstancias…
Habia pensado mal de Justin. Yo de alguna forma lo herí con mis tontas e impulsivas palabras. 
Y me siendo tremendamente culpable. 
Aunque…
—Se te paso un poco la mano con él, Justin. 
—No más de lo que él se merecía. 
—Sé que puede ser un maldito grano en el culo y es experto en provocar la ira de los demás, pero no es para dejarlo al borde de la inconsciencia.
—Tiene que aprender que no puede hacerle daño a mi chica. —dijo seguro. 
— ¿Dijiste… tu chica? —pregunte sin evitar sonar sorprendida. 
—Si…porque eres mía. 
—Perdón, ¿Quién determino eso? 
—Yo. 
—Yo no soy tuya. 
— ¿Cómo qué no? —pregunto indignado. Sus ojos se agudizan y se abalanza contra mi cuello, y sus dedos revolotean en mis costillas. —Eres mía lo quieras o no.

Yo me retuerzo, chillando y riéndome alocadamente. Niego otra vez e intensifica las cosquillas. 
— ¡Ya basta! 
— ¡Dilo! ¡Eres mi chica! 
— ¡No! Suéltame, para, por favor. —Le suplico entre risas.

Doy unas patadas en el aire, moviendo y aplastando las flores bajo mi peso. 
— ¡Detente! — Le imploro.

Justin se separa de mí, riéndose de mi estado, alborotada, sonrojada por la risa y medio desalmada con mi vestido. 
Suelto un suspiro, sentándome. —No se puede tener confianza si vas hacerme cosquillas en algún momento inoportuno. 
Él se ríe con malicia. 
—Me encanta verte reír. No me culpes por eso. —determinó, sentándose también. 
—Cállate.
Bajo mi mirada, sintiendo mi sangre colorear y calentar mis mejillas. 

—No puedo resistirme a lo hermosa que te ves con ese vestido. —dijo en voz baja. 

Lo miro cohibida, y veo como su ojos se intensifican otra vez, pero de otra manera. 

Apoyo mis manos atrás, dejando caer aún más el vestido por mi hombro. 
Percibo su cercanía y la punta de su nariz rozando delicadamente mi hombro. Luego sus dedos me tocan, mandando hormigueos sensoriales a través de mi brazo. De pronto sus labios húmedos comienzan a besar la piel desnuda dejada al descubierto por el vestido. 

Trago un silencioso suspiro y mi pulso que comienza elevarse. Esparce un camino de besos hacia arriba, lentos y ardientes. Invade mi cuello a lamidas y pequeñas mordidas, con su mano agarrando mi nuca, pongo mi cabeza hacia un lado dejándole más espacio, siento que voy a derretirme. Él respira en mi oído, y me volteo hacia su rostro, rozando nuestras narices. Cerca, me es irresistible no poder devorar aquella carne pecaminosa. Sin tanteos previos, nos besamos directamente, con voracidad. Nuestras lenguas candentes juegan, se frotan, se abrazan, teniendo completamente acceso. Llevo mi mano derecha por detrás de su cuello para acercarlo más a mí, porque no es suficiente, lo necesito más cerca.

Mi piel se tensa al sentir el tacto de sus dedos en mi pierna. ¡Oh Dios!...

Más brutal, más feroces, seguimos perdiéndonos, besándonos. Su mano me agarra firme, y tira de mí, poniéndome a horcajadas sobre él. Mis piernas se aprietan a su cuerpo, y mi pelvis está más próxima a la suya. Muerdo su labio inferior con sensualidad, paso mi lengua por el superior, y recibo su suspiro entre los míos. Él lleva su pulgar a mi boca, la mira con un deseo oscuro…lo deseo también.
Ladeando nuestras cabezas, para una mayor entrada, estrechamos nuestros labios profundamente. 
Me acaricia la cintura, la espalda, las caderas. Luego mis muslos que están ambos costados. De a poco va subiendo sus manos por mis piernas, seguro y firme.

Mi corazón comienza a latir desbocado al momento en que sus dedos se cuelan bajo mi vestido y llegan hasta mi trasero. 
Lo masajea y me empuja más contra él. 
¡Oh no! 

Envuelvo su cuello con mis brazos, toco y tironeo un poco su cabello castaño y enredo mis dedos. Pero los suyos traspasan la liga de mis bragas, y aprieta mis nalgas.
Gimo extasiada contra sus labios, nuestras respiraciones son agitadas. 

Y de puro impulso, de un deseo pesado que nace en mi interior, casi de forma involuntaria comienzo a moverme circularmente sobre él…porque justo bajo mis bragas esta la áspera tela de mezclilla de su pantalón. Porque bajo este, lo siento imponente y duro.
¡Joder que lo siento! Está ahí, en busca de mí. 

Me froto con aquella parte, lentamente, mientras mi pulso y mis suspiros se aceleran. 
—Oh…nena, ¿Cómo me haces esto? —murmuró Justin con voz ronca. 

Me lame los labios, y yo atrapo su lengua con la mía.
Lo beso apasionadamente. 

Una de sus manos deja de acariciar mi culo, y sube a acoplarse con uno de mis senos. Lo aprieta delicadamente. Se separa de mi boca, y va directamente a mi cuello, mordisqueando mi clavícula. 

Baja más el lado derecho de mi vestido, y se vislumbra la blancura de mi brazier. 

Justin lame la línea que forman mis senos. 
—No sabes cuantas cosas quisiera hacerte, Sweetie. —murmuró contra mi piel.

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora