Capitulo 19

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— ¿De qué mierda estás hablando? —Especuló Omer. Reticente. 

Me crucé de brazos, indignada. 
—Te estoy hablando de las notas que me has enviado… ¡¿Qué es lo que pretendes?! ¿Eh? ¿Qué sabes tú de él, de donde diablos lo conoces? — le acribillé. 
—No entiendo de que hablas. —negó Omer descaradamente. 
Con sus cejas juntas y una mueca pegada en la boca. 

—No te hagas el imbécil. ¿Por qué dejaste esta nota en mi casillero al igual que la otra en mi cama? 
— ¿Cuál nota? Yo no te he dejado ninguna nota.

Su ceño se profundizó como si yo le estuviera hablando en un idioma extraterrestre. 

— ¡Deja de mentir! Sé que fuiste tú. —grazné enojada apuntándolo. 
—Creo que te estás confundiendo…—desvió Omer. 
—Oh por favor. ¡Qué maldito hipócrita eres! 
—Hey, __________. —Irrumpió Cara. — ¿Qué te pasa? Tranquilízate, no lo trates así. 
— ¿¡Y tú lo defiendes?! —inquirí ofendida. 
—Lo estas acusando sin pruebas. Y no entiendo el porqué. 

Me quedé callada, mordiéndome el labio inferior. 

Estaba armando un escándalo sin tener pruebas con las que apuntar. Debí imaginarme que Omer lo negaría todo. 
Sé que fue él. 

Oh tal vez yo me había equivocado. 

No.

Si yo oí cuando me dijo exactamente lo que la nota en mi cama decía. No podía ser una simple coincidencia, y si lo dijo es porque conoce a Justin.

Aun así, estoy quedando en ridículo, todos me miran y Cara parece enfurruñada por mi actitud. 

—Ya tendré como descubrirte, Omer. Esto no se queda así. 
—¡________! ¿Pero de qué coño estas hablando? ¿Qué tienes contra Omer? —Preguntó Cara enojada. 
—Después lo verás. 

Giré sobre mis talones, con un nudo en la garganta. 

—No, tú vienes y me explicas. —Cara me tomó fuertemente del brazo. 
— ¡Suéltame! No lo entenderías. 
— ¡Quiero saber por qué llegas de repente y atacas a mi novio sin razón! 

Inevitablemente me sentí herida. Como si mi pecho se apretara bajo sus palabras. 
—Eso no te incumbe. —solté fríamente. 
— ¡Claro que me incumbe!
—Ya déjala, Cara. Larguémonos de aquí. —determinó Omer. 

La mirada cabreada de Cara se despegó de mi rostro, me dio la espalda y se subió al auto con Omer. 
Partieron de allí, dejándome plantada en medio del estacionamiento 

Cara no se paraba a escucharme de manera adecuada, pero si le hace caso a su novio de inmediato. 

Perra. 

Me fui al paradero de autobuses que está frente a la escuela, con paso apesadumbrado. 

Nunca hay una estabilidad completa. Cuando pasé abrazada al chico que me gusta toda la noche, llega alguien y deja una nota diciéndome que no lo he conocido del todo.

Al verdadero monstruo.

Y aunque puede ser tan solo una broma, Justin dice que lo es y yo no puedo evitar sentir temor a lo desconocido. 

Siempre hay algo que nos irrumpe. Un asalto que inserta dudas, miedo y desconfianza. Menea los esquemas, las convicciones, porque sé que en el fondo tiene razón. Yo no conozco a Justin, no sé realmente quién es, hasta qué punto puede llegar su ira. Me gusta un chico que es tremendamente esotérico, que pesa con grandes secretos, indescifrables. Que trató incluso asustarme para que no me acercara a él. Me dijo que estaba prohibido para mí, no podíamos besarnos. 
Si creo en eso, debe tener sus motivos consistentes, a un chico no lo frena algo si no fuera importante. Es una ley que he aprendido. 
Algo grande deber ser para que esto sea imposible para él. Jodidamente lo presiento. 

Pero… ¿Por qué? ¿Qué explicación hay para eso? 

No sabía si Omer estaba advirtiéndome de Justin. 
Pero yo no voy aguantar que se meta en mis asuntos con él o que no me de aclaración alguna. 

Y ahora tengo a mi mejor amiga en mi contra, por defenderlo. 
Omer me da mala espina, no logro caerlo del todo, más cuando me ha estado enviando mensajes y después lo niega completamente.
Tengo que encontrar un momento en que hablar con él. 

Al cruzar la calle, vi la cabellera rubia de Maya, seguramente estaba esperando el autobús. Me paré a su lado en la vereda, al momento en que ella se percataba de mi presencia. 

Obviamente se dio cuenta de mi cara de perros. 

— ¡Hola! Traes una cara…da miedo hasta hablarte. —dijo ella, bromista. 
Sonreí sin ganas. 
—Acabo de pelear con Cara y su estúpido novio. 
— ¿Qué fue lo que paso? 
Me encogí de hombros. —Tan solo él me da mala espina. 

— ¿Se pelearon por un chico? ¿Eso no es infringir un código de amigas? 

—Pues, sí. Ya como ves ella no me escucha. —dije decepcionada y dolida. 

Estoy sentida con Cara, casi nunca nos peleamos. Y todo por defender a su novio. Sé que parecía que lo acusaba injustamente, pero si tengo razones para hacerlo. El no poder decírselo y confiar en ella me dolía aún más. Omer además de estar atormentándome estaba consumiendo el tiempo de mi mejor amiga. Pasamos más tiempo separadas, las llamadas por las noches ahora son nulas. 

Yo nunca la deje de lado cuando estuve con Pharrell, pero ella sí…por un tipo extraño que me envía cartas de advertencia. 

—¿Quieres ir a mi casa?, necesito a una amiga con la que pasar mis penas. 

Maya sonrió ampliamente. —Por supuesto, sabes que puedes contar conmigo. 

Nos subimos al autobús, y nos fuimos conversando en el camino. Era la primera vez que iba a mi casa y no sé si está lo suficientemente ordenada. Mientras no fuera a mi pieza todo estaba bien. 

Hablamos cosas triviales, me distraje de lo mal que me sentía. Sus historias siempre son divertidas, anécdotas de su infancia y las payasadas que hacen los rusos, en el fondo extraña su tierra, a su madre y a su padre trabajólicos, y su hermanita pequeña. Dice que es un angelito revoltosos, de cabellos rubios y es muy inteligente. Otra cosa de las que me habla es de un chico. Su mejor amigo por el cual está locamente enamorada. Aunque ha visto muchos chicos que están muy buenos (entre esa categoría está Justin), nunca ha visto a un chico tan perfecto como su mejor amigo, es amable, divertido y caballeroso, según Maya. Y no le dijo que lo amaba antes de irse, sus ojos brillaron de dolor cuando me dijo que él la veía solo como una hermana, como una amiga, que se lo recalcaba siempre como si supiera que le gustaba. 
En cierto modo me identifique con ella. Las dos teníamos problemas con nuestra vida sentimental, que son grandes ejemplos exponente de los desastres adolescentes. Uno si tiene 16 o 17 años, no se puede tener un amorío normal, porque esta etapa está llena de dramatismo, en cualquier momento viene el golpe que nos desestabiliza. 

Esa es la pésima y desafortunada suerte del adolescente de hoy. 

Aunque mi problema pasaba los límites de lo “humano”, puede que sea la excepción. Sea o no lo sea, igualmente estamos llenos de dudas, malentendidos y temores. 

— ¿Quieres chocolate caliente? Mi mamá dejo hecho esta mañana. —le propuse cuando ya estábamos adentro de mi casa. 
—Claro, hace frio. 

Nos servimos chocolate, vimos televisión, e hicimos las tareas del día juntas. Hace un tiempo que no tenía una amiga con la que compartir (desconté a Cara porque en realidad ella era la única que me acompañaba pero ya no lo hace). Nos reímos, hablamos de muchas cosas. Esta chica sabe escuchar muy bien. 

Estuvimos toda la tarde juntas, y la pasamos muy bien. Luego la fui a dejar al paradero hasta que tomara el autobús. Volví a casa sola, más animosa. Ya se sabe que mi estado de ánimo corre maratones todos los días, a veces estar en lo alto de la escalera y otras en el último escalón. Ahora estaba en intermedio. 

Al llegar a casa, me tire al sofá sin saber que más hacer. Un inhóspito silencio se instaló entra la madera de la casa. Me encogí, llevándome las rodillas al pecho. Y me quede pensando en blanco. 

Las dudas me asaltaron otra vez. La nota de Omer me vino a la cabeza. Eran constantes las palabras de Justin. Él ya no lo impedía de la manera en que lo hizo desde un principio, sin embargo, la primera vez que me besó, lo determinó claramente. 
No nos podíamos involucrar de <<esa>> manera. 

Pero si lo hicimos. 

Incluso así, sigue existiendo esa determinación, como una nube negra sobre nuestras cabezas. No hay peor ciego que el que no quiere ver. De alguna u otra manera tengo que saber quién es Justin, algo que me dé un mínimo indicio. Que responda a mis causticas preguntas, que aclare las cosas de una puta vez. Me exaspera por sobre manera estar perdida en un territorio desconocido. 

La noche anterior ahora me parece lejana. 

Mi único objetivo que me asaltó como un pinchazo en los engranajes de mi cabeza, es averiguar un poco. Y para eso recurriría a la mejor fuente escrita: Los libros. 

El lugar que se me ocurrió fue el sótano de mi casa. Allí estaban todos los libros de antropología de mi padre. Absolutamente todos, él tenía toda una biblioteca. 

Fui a mi cuarto a buscar una linterna, para alumbrar allá arriba porque no hay ni una bombilla. 

Busque por todos lados, hasta que la encontré bajo mi cama. Comprobé que tuviera buenas las pilas y me paré del suelo. Al girar sobre mis talones me topé con mi ventana. Era una costumbre ineludible, me puse a mirar a través del cristal al gran bosque que cerca mi patio trasero. 

Suspiré pesado, apegándome la linterna al pecho. ¿Qué estaría haciendo? Me pregunté. 

Y como si el mundo escuchara mi mente, entre los arboles oscuros floreció su figura impotente, las sombras retrocedían en la piel de su torso desnudo, la luminosidad gris del cielo alumbró su cabello rubio oscuro, su caminata jodidamente varonil se abrió paso entre la naturaleza. 

Mi pulso se disparó golpeando mis venas. Ahí, Justin en su estado connatural, exactamente cómo es. Libre, hermético, sin pollera y con toneladas de fuerza en sus músculos, su poder mental titánico y la distinguida manera en que maneja el fuego como si fuera suyo. 

Pero no lo conozco.

“El verdadero monstruo” aquellas palabras me vinieron en fracción de segundos y sentí una inquietud. 

Había besado a un desconocido.
Me gusta un desconocido

La carta en mi casillero, es como una “Inception”. Implantó inconscientemente una idea en mi cabeza. No una posesiva, más bien se mantiene allí entre los recodos, omnipresente. Y tan solo mirarlo esos segundos hizo que esa idea floreciera como si fuera lo único que pudiera ver. 

Vi como Justin miraba fijamente hacia mi ventana y yo inmediatamente retrocedí y me escondí. 

No puedo creerlo. Me siento ridícula por hacerlo, pero no podía verlo ahora…cuando yo era un manojo de dudas existenciales. 

Tiré del cordel, haciendo que la puertecilla del techo callera y con esta las escaleras de madera se abrieran precipitadas hacia abajo. Era como de libro, todo estaba oscuro y flotaba el hedor a humedad. Subí las escaleras, agazapándome al suelo del sótano. Las manos se me llenaron de polvo. Prendí la linterna y alumbre el lugar. Todo era cajas, sabanas sucias y cachureos. Lo primero que hice fue abrir la ventana redonda de la pared frontal, así entró un poco de aire y luz grisácea. 

Me puse a desembalar cajas, abarrotadas de los libros de mi padre. Son oro en escritura, no sé por qué no he sacado algunos para leerlos. La mayoría son enciclopedias pesadas y llenas de polvo, libros universitarios y de fotografía antropológica. 

Este es el tesoro de mi padre. Cuando ya supimos que no volvería a moverse nunca más, mi mamá transporto toda esta biblioteca al sótano, él ya no podría leerlos, así que decidió ponerlos aquí para que en la sala ocupara el espacio de sus libros con otra cosa. 

Aunque fue una decisión muy pragmática, sé que mi madre le dolió hacerlo. Es como guardar la mente de mi padre en este lugar. Su rico intelecto esta acá. 

Después de leer muchos títulos que no llamaron mi atención, abrir ya unas cinco cajas sin encontrar resultado, empecé a meter de vuelta todos los libros, con desesperanza. Las alineé en la pared lateral, una al lado de la otra. Cuando terminé, me levante con la espalda adolorida. Al ponerme recta mi cabeza choco con una repisa de la cual no me había dado cuenta que estaba ahí. 

— ¡Mierda! —exclamé al momento que un libro me caía también en la cabeza. 
Me lleve las manos a la zona afectada, quejándome de dolor. Maldecí lanzando improperios. 

Recogí la linterna del suelo, para iluminar el libro que me golpeó, el cual ha caído ante mis pies. 
Se denota bastante extenso, debe tener unas 600 páginas, está forrado en cuero color terracota. En líneas doradas se leía el título: “Estudios Mitológicos” 

Mmmn…Mitológicos, puede servirme. 

Lo agarro de la tapa y lo levanto. 
Por entre las páginas cae una hoja de cuaderno amarillenta. Frunzo el ceño, resguardo el libro en mi brazo y recojo la hoja. Doy media vuelta, saltando todos lo cachureos y bajo con cuidado las escaleras del sótano. 

Cuando toco el suelo de la segunda planta, me detengo a leer el papel suelto. Esclarezco las palabras con la luz de la linterna.

Esta garabateado con una pluma, la letra de mi padre. 

“Hay aproximadamente 98.9 % de probabilidades de que existiera alguien más antes que el hombre humano poblara la tierra” 
“La inverosímil fertilidad de la tierra desencadenó una Era de naturaleza selvática y de especies exóticas” 

“El primer Equinoccio que vivió el planeta fue un hecho trascendental que marcó un antes y un después”
-Notas: Estudios Etnográficos de Indómitos. 

Guarde el papel entre las hojas un poco confundida, no sabía que mi padre estudiaba en una selección específica. 

No me había dado cuenta de que ya era de noche. Me dirigí hacia a mi habitación, sumida en la oscuridad. 

Abrí la puerta, toqueteando la pared para llegar al interruptor. Prendí la luz, pestañeando varias veces para adaptarme.
Me tiraría a mi cama a leer el libro de Estudios mitológicos. 

Pero algo estaba fuera de lugar. 

Encima de la colcha verde, estaba…

Mi cámara. 

La que perdí el día en que casi muero ahogada en el posadero. 

Todos mis sentidos se pusieron en alerta. 

Avance lentamente hacia mi cama. Mirando petrificada lo que había justo al lado de la cámara. 

Una foto mía…
Reconocí la estación del Metro-tren, cuando iba camino al hospital a ver a Pharrell. 

También vi que me tenía tachada con una cruz, con tinta roja. 

¡Oh-por-dios!

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora