El ministerio a tu puerta

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- ¿Cómo dormiste? - Sentía el rostro adormecido. Con mucha pereza me senté a la mesa. - Creo que no tan bien.

- ¿Cuando debo ir al ministerio? - Quise ir directo al grano.

- Para que no estes pensando más en eso, no te diré. Ten, hice unos pasteles que aprendí en Estados Unidos.

- ¿Es difícil ser auror? - Ignorando su última comentario.

- Pregúntame en cinco años y te lo dire. - Tome uno de los pastelitos que hizo. - ¿Te interesa esa carrera?

- No lo sé. Recién voy por el tercero. Quiero ver que materias tengo este año. Además, ¿si el ministerio no me deja? Voy a tener que terminar trabajando en el restaurante de papá.

- No creo que puedas. Te estas acostumbrando al mundo mágico. Ir por lo seguro nunca es bueno. Si quieres ser aurora, hazlo. Pero debes ser cuidadosa, y que tu poder no se te suba a la cabeza. Jamás pierdas la humildad y el control, porque eso te lleva por mal camino.

- El mundo mágico lo sabe por experiencia.

- Si.

- ¿Soy una amenaza?

- Tonterías. ¿De dónde sacas eso?

- Soy la única que esta en observación por el ministerio. Pensé que era normal.

- Si, lo es. Pero tú hiciste los hechizos. No es que rompiste el auto por tu estado de ánimo, como pasa antes de los once. - Estaba algo confundida. - Mira. Cuando uno esta enojado, puede romper una taza. Pero susurraste el hechizo, y lo hiciste sin necesidad de una varita. Eso es lo que les llama la atención.

- Pero he leído que en otros continentes lo hacen. ¿Por qué me ven como una rareza?

- No te sientas mal. No es por ti. Después de lo de la primera guerra mágica, todos están sensibles... Y cuidadosos.

- Ahora que lo pienso. Cuando hago magia con la varita, es como que tiene más potencia, que sin ella. ¿Y si la llevo a Ollivander? Quizás el sepa que sucede.

- Si fuera así, Dumbledore te hubiera aconsejado de que fueras a verlo. Por ahora, aprovecha en aprender algo que los demás no tienen la oportunidad de hacerlo. Puedes hacer magia sin un instrumento, a muchos magos les lleva años, otros ni lo logran. Solo ten paciencia.

- Es fácil decirlo. No mandaste nadie a la enfermería.

- Los accidentes pasan.

- ¿Y si lastimo a alguien en el ministerio? ¿Me echarán de la escuela? O peor... ¿Terminaré en Azkaban?

- Deja de pensar en esas cosas. - En ese momento, sonó el timbre.

Mientras él iba a abrir la puerta, tuve un mal presentimiento. Al abrirla, dos personas estaban paradas en la entrada. Una de ellas era el profesor Dumbledore, la otra Alastor Moody. Un aire frío recorrió mi espalda. Tenía náuseas. No estaba lista para hacer la prueba, y creo que todos lo notaron cuando entre a la sala.

- Señorita ___, ¿Cómo está? - Saludó el director.

- No estoy lista. - Susurraba.

- ¿Esta bien? La noto pálida. - Comencé a sentir un dolor punzante en la boca del estómago.

- No soy mala. - Sentí como me desvanecía. - No soy... no soy... amenaza. - Susurré.

- ¿Que dijo? ¿Amenaza? - Preguntó Moody.

- Vamos a acostarla en este sillón. - Escuche decir a Dumbledore.

- ¿Quién le hizo creer eso?

- Cree que para el ministerio, ella es una amenaza. Por eso tiene miedo.

- Debe estar muy asustada. Teniendo esta presión sobre sus hombros. No me quiero imaginar que pasará por su mente.

- Fue un error mío, señor. No le tendría que haber dicho nada hasta llegado el día, porque se ha comportado extraña estos días. Piensa que el ministerio la va a mandar a Azkaban o la van a expulsar de la escuela.

- Tonterías. Ella avanzó bastante estos últimos meses. Si le sigue poniendo el mismo empeño, quizás llegue a ser una excelente bruja. Por los tiempos que corren, creo que fortalecer esta habilidad que tiene, le servirá mucho.

- Hoy me dijo que quiere ser aurora, solo si el ministerio la deja.

- Tendrás una buena aprendiz, Alastor.

- Si ella logra ser aunque sea la mitad que tú, no tendría problema. Pero si quieren fortalecer su potencial, debo verla en acción, para saber desde dónde debo partir... También debo fortalecerla. No quiero que vea un dementor y que se me desmaye.

- ¿Dementor?

- Creo que está despertando.

- ¿Estoy en problemas? - Pregunté con voz débil. Venía un poco borroso. Tuve que beber un liquido que me pasó mi hermano.

- Jovencita, si quieres ser aurora, debes ser fuerte. - Moody fue al grano. - No debes desmayarte apenas llegan tu director y tu futuro maestro para ver cómo estás.

- Lo lamento. Siento mucha presión.

- Es eso, o no debes estar comiendo bien. - ¿Cómo lo supo? - Uno no solo se desmaya por la presión. Eres una bruja fuerte. Ante cualquier situación riesgosa no lo piensas, solo actúas y logras salvar vidas. Si quieres ir por ese camino, yo te podré ayudar.

- ¿No estoy en problemas?

- Lo estarás si la semana que viene te desplomas ante el consejo de magia. - ¿Que? - Tienes una semana para volverte invencible. Demostrarles a todos que nada te puede derrumbar.

- Como tu hermano esta aquí, y como único representante del ministerio que tienes cerca, él te ayudará a prepararte. - Sacó de su bolsillo mi varita. - Tienen una semana para hacer ejercicios con y sin la varita.

- Tendrás que demostrar que eres madura para seguir usando magia con ella o sin ella. Yo controlaré tus movimientos, jovencita. No me decepciones.

- No lo haré, señor.

- Eso espero.

- Bueno. Ya que no nos invitan una taza de café. Creo que nos iremos.

- Lo siento, señor. Es que, como se desmayo, fue lo último que se me ocurrió pensar.

Mi hermano los condujo hasta la cocina. Yo me quedé mirando la varita. Había olvidado su textura, su color, su aroma, y su tacto. Era hermoso poder tenerla en mis manos. Pero también era peligroso que la tuviera. Solo esperaba no defraudar a nadie. En especial, a mi misma.

Mi vida en Hogwarts 3er añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora