Salí del lugar, sin mirar atrás. Estaba aturdida. Había salido bien, pero sentía como si no hubiese pasado así. Sentía como si todo hubiese sido un sueño extraño. El profesor Dumbledore y mi hermano no salían todavía del lugar. Estaba completamente aterrada.
- Muy bien. - Dijo con una caja en sus manos. - Hermana, bienvenida a tu nueva realidad. - La tomé en mis manos.
- ¿Qué es esto?
- Guantes hechizados. Impide que hagas magia con las manos. Eres la primera en usarlo. No creo que nadie haya usado algo como esto.
- ¿Creen que esto logrará evitar que lastime a alguien?
- No lo digas así aquí adentro. - Abrí la caja. Eran horribles. Parecían de un cuero desgastado negro. En las puntas note que estaba más pesado. Como si fueran unas pequeños dedales por dentro.
- ¿Los tengo que usar todo el tiempo?
- Si... Es obligatorio que lo uses.
- ¿Por cuanto tiempo?
- Hasta que logres controlar la magia. - Hablo por fin el profesor.
- ¿Funcionará?
- Solo el tiempo lo dirá. Tienes que tener más confianza en ti, y acallar aquella voz que te ayuda a alimentar el miedo. - Había veces que no le entendía lo que me estaba diciendo. - Romper en llantos les mostró a todos que estabas llena de miedo y de angustia. Eso es un problema, porque le estas dando a tu cuerpo el mensaje de que puede dominar tu mente.
- No quiero volver a pasar por esto. - Todavía seguía con lágrimas en los ojos.
- Debes ser fuerte.
Al salir del ministerio. Nos despedimos del profesor. Le devolví la varita, para no cometer algún error. Creo que la mayoría de las personas pensarían que ya estaban seguros. Mi hermano era el único que leyó mi mente en ese entonces.
- Ni se te ocurra averiguar si realmente funciona. - Dijo mientras miraba los horribles guantes. - Esta vez te perdonaron porque te pusiste sensible. Pero no creas que no sigues en la mira de todos. Trata de mantenerte en el molde.
- ¿Cómo sabré si funcionan o no?
- Cuando estes en Hogwarts.
- Faltan un par de semanas.
- Solo... No cometas ninguna locura.
Sentía el impulso de poder probarlos. Igual no quería cometer ningún error de camino a casa. Algunas personas miraban mis manos. Pensaba que estaba loca. Una señora se compadeció por mi situación. Hasta que le dijo que tenía fobia a las bacterias. Casualmente, tenía un pariente que padecía lo mismo. Nos contó que terminó en un psiquiátrico.
- No es eso. Es que hay veces que no me lavo bien las manos y contraigo cualquier enfermedad. Es por eso que los uso. Cuando debo comer me los quito. Me es más fácil no contraer ninguna enfermedad, de esta manera.
- Pobre niña. - Asentí con cara de tristeza.
- ¿Cómo se te ocurrió eso? - Preguntó mi acompañante cuando nos bajamos del tren.
- Vivimos en una ciudad muggle. Encuentras estas cosas en las novelas que pasan en la televisión.
- ¿Cómo te fue? - Mamá estaba parada cerca de la puerta, como sabiendo de que estábamos llegando. - ¿Por qué usas guantes, con el calor que hace afuera?
- Son para evitar que haga magia accidental.
- Es lo más ridículo que hay. ¿Quién se le ocurrió esto?
- La magia la creas desde tus dedos. Es lo más lógico.
- Ya tengo un chip hasta los diecisiete, ¿por qué no me pusieron otro?
- Deja de quejarte.
- No puedo salir con esto para todos lados. Le tuve que mentir a una señora sobre que soy germofóbica. Ya la gente piensa que soy rara.
- No te preocupes. Capas que después de esto impones una moda. - Se rieron los dos.
- Un momento. - Estaba tan distraída que no me di cuenta de que no habíamos vuelto a la casa de los Weasley. - ¿Por qué no volvimos a la casa de Ginny?
- Mañana iremos por nuestras cosas. Mamá y papá querían volver a verte.
Fui hasta la habitación. Arriba había unas seis cartas apiladas. Eran de Megan, Emily, Charlie e incluso una de Austin. Trate de abrir una de ellas con los guantes. No podía. Los dedos resbalaban una y otra vez. Eso me frustraba demasiado. Quise sacármelos, pero solo podía hacerlo si iba al baño. Así que se me ocurrió tomar todas e ir allí.
- ¿Vas a leer las cartas al baño?
- Si. ¿Hay algún problema?
- No seas rara y ve a leerlas en tú habitación.
- ¿Por qué?
- Solo hazlo, ____. - Enojada, las arrojé arriba del escritorio. Cruzada de brazos, mire las letras que tenían en la parte de arriba. - Toma, caprichosa. - Me entregó un abre cartas. - Usalo con responsabilidad. Que esto es peligroso. Y no le digas a papá que yo te lo di.
- Gracias.
Se que no tenía permitido hacer magia. No quería volver a ser interrogada. Pero sentía la tentación de saber si eran buenos o no. Quería sacarme esa duda. Los miraba una y otra vez. Le tenía tanto desprecio por su aspecto, que no quería usarlos. Quizás si hubiesen sido más lindos, no sentiría la necesidad de tirarlos a la basura.
- Ni se te ocurra. - Había estirado los dedos hacia la ventana, cuando pasó mi hermano por la puerta. - Si no funcionan, ¿piensas que le darían esos guantes a una niña sin control?
- Ohg, suenas como un viejo.
- ¿Ohg? ¿Desde cuando dices cosas así?
- No quiero tener estos guantes horribles.
- Bueno. Mañana les pediré a los del ministerio que te los cambien por otro mas lindos.
- ¿Puedes hacerlo?
- ¡No! La vida muchas veces no es justa. Y nos tenemos que adaptar a las decisiones de los demás. - Se acercó hacia mí. - Bienvenida al mundo de los adultos.
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Mi vida en Hogwarts 3er año
FanfictionEl tercer año esta por comenzar. Nuevas sorpresas le esperan a ____. Entre una charla con su hermano, hasta ¿un beso inesperado? Un año más lleno de aventuras y nuevos retos. Solo espera mantenerse alejada de la enfermería o el ministerio. ¿Lo hará?