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Cameron se miraba en el espejo de la habitación con nerviosismo, no se veía mal, se vestía igual todos los días en Alexandria, la única diferencia ese día era que había cambiado el cárdigan por una chaqueta negra, logrando así un vestuario monocromático.
Esperaba con eso poder esconderse durante la fiesta de bienvenida que le habían preparado al grupo.
El sonido de la puesta la hizo apartar la miraba de su reflejo, para pasar a Carl, quien la observaba desde la entrada del cuarto.
-¿Estás lista? -preguntó el chico en una suave voz baja.
-Casi lista -asintió ella, algo perdida.
-No te ves muy segura... No tenemos que ir si no quieres.
-Ni Daryl ni Merle irán, los escuché hablando. No quieren tomar y hacer alguna estupidez por estar alcolizados.
-¿No quieres ir si no van ellos?
-Quiero ir aunque ellos no vayan. ¿Eso es malo? -la chica golpeaba suavemente su brazo, moviendo su pie al mismo ritmo de forma inconsciente, aumentando la velocidad considerablemente a medida de que avanzaba la conversación, como si todos sus neuróticos pensamientos y ansiedad fueran a explotar en cualquier momento.
-Claro que no, Cam.
-Es que ¿qué pasa si hago alguna estupidez?
-¿Por qué lo harías?, creí que el que hacía esas cosas era yo.
-No me refiero a tu nivel de estupidez. Tus estupideces son inofensivas. Las mías no. ¿Y si hago algo y sacan al grupo de la comunidad?
-Cam, no podrías hacer nada que nos hiciera tener que irnos.
-Mis hermanos no irán porque creen que son una causa perdida, dudan de sí mismos.
-¿Y tú dudas de ti también?
-Sí ellos dudan de sí mismos, ¿Crees que duden de mí?, ¿crees que soy una causa perdida?
-Cam...
-¿Crees que mis hermanos crean que soy una causa perdida?
-¿Tú crees que ellos son una causa perdida?
-Lo creía. Hasta que Merle... Creo que si Merle tuvo salvación no habría razón para que nosotros no.
-¿Entonces qué te preocupa exactamente?
-Ser la excepción.
Carl la miraba con una sonrisa llena de lástima, mientras acariciaba los cabellos sueltos que golpeaban suavemente el rostro inquieto de la menor de los Dixon.
Aguardó unos segundos antes de hablar.
-Tú te salvarás, Cameron Dixon. No tengo duda de ello.
(...)
Cameron miraba alrededor, sintiéndose aturdida por la cantidad de personas que se encontraban en la casa.
Carl había ido a dejar a Judith con Rick, sabía que no tardaría mucho, pero Cameron empezaba a sentir que cada segundo que pasaba consumía su aire a niveles inimaginables.
-Cameron, ¿escuchaste lo que dije? -la voz divertida de Ron funcionó para enfocarla en la conversación. Ella solo negó con la cabeza. -Dije que te queda muy bien esa chaqueta.
Ella no respondió, sintiéndose algo desorientada todavía, intentaba mantener su respiración lenta.
-Ya vuelvo. -murmuró simplemente, alejándose de Ron y de Mikey, intentando caminar lo más rápido que podía hacia la salida de la casa.
Unos brazos la detuvieron, tomándola con suavidad del torso, los ojos azules y preocupados de Carl rápidamente chocaron con la mirada de la joven Dixon.
-¿Ocurre algo?, ¿estás bien?
La respiración de Cameron aumentaba cada vez más, haciéndola sentir incapaz de hablar.
Carl, sin hacer más preguntas, la sacó de la casa, intentando que nadie los viera.
Cameron sostenía su cuerpo con sus manos, sintiendo como si su corazón fuera a salirse de su cuerpo, o como si el aire se le estuviera acabando. Sentía su cuerpo temblar, mientras los sonidos que provenían de la fiesta se volvían más intensos en su cabeza.
Recordaba haberse sentido así varias veces antes, mucho antes de que empezara el apocalipsis, cuando su padre peleaba a golpes con sus hermanos, o cuando su padre llegaba borracho a la casa y no había nadie más que ella y él. Cuando su padre llevaba a sus amigos a la casa.
Había pasado tanto tiempo desde que había sentido ese terror y parálisis incontrolable, que ya no sabía qué hacer, no sabía por qué pasaba ahora.
Era solo una fiesta de bienvenida.
Tal vez eran los gritos de los niños alrededor de toda la casa, y el hecho de que usualmente los gritos iban acompañados de disparos o gruñidos de caminantes.
O quizá era que la última vez que vió a tantos desconocidos en un solo lugar había sido en Términus.
Quizá solo se estaba volviendo loca.
Carl vio como el cuerpo de Cameron parecía estar apunto de caerse, como si toda la fuerza que solía tener hubiera desaparecido, haciéndola incapaz de si quiera sostenerse a sí misma.
Carl la tomó entre sus brazos, y se sentó con ella en el pasto verde, no quería abrumarla más de lo que ya estaba, quería dejarla respirar, por lo que los movimientos del chico eran suaves y delicados.
Cameron se aferró al cuerpo de Carl, quién intentaba mantener su respiración lenta, esperando a que ella empezara a imitarlo, para poder calmarla poco a poco.
Se mantuvieron ahí por algunos largos minutos, Carl le tapada su cabeza suavemente, para que no escuchara todo el ruido de la casa, mientras acariciaba su cabello, dejando algunos besos en su frente.
Cameron mantenía su mirada en uno de los botones de la camisa de él, ayudándose a concentrarse solamente en eso, y no en todo en lo que pensaba. Su respiración ya se había calmado un poco, quedando en sintonía con la de Carl.
-Perdón. -susurró finalmente la rubia, soltando un poco el agarre que tenía en él.
-No tienes por qué disculparte, nos podemos quedar así todo lo que necesites. ¿Te parece bien?
-Te perderás la fiesta.
-No me importa la fiesta, me importas tú.
-Eres tan empalagoso. -murmuró con burla, un poco más apagada de lo usual.
-¿Prefieres que me vaya?
Cameron no respondió por unos segundos, luego simplemente negó.
-Entonces aquí me quedo.
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