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Carl miraba al hombre frente a él, con algo de temor.
Merle estaba recostado en la pared de la iglesia, afilando el cuchillo que tenía en lugar de mano, mientras veía al niño directamente a los ojos.
Carl se aclaró la garganta, preparándose para finalmente hablar.
—¿Pará qué necesitaba que viniera con usted?, mmm, ¿Señor Dixon?
Carl negó lentamente por la estúpida pregunta, deseando que Cameron estuviera ahí para ayudarlo.
—¿Señor?
El niño lo miró asustado, empezando a negar lentamente.
Merle lo observaba serio, pero finalmente empezó a reír.
—Siéntate, hijo. Vamos a hablar. –susurró el hombre, sentándose en el suelo.
Carl algo inseguro se sentó a su lado.
—¿Qué estabas haciendo con mi hermanita?
—Nada. –negó de inmediato. —Nosotros no hacíamos nada...
—No me mientas, niño. No hay nada que odie más que las mentiras. –explicó, viéndolo. —Te dejaré algo en claro, solo te lo diré una vez...
Carl lo miraba con atención.
Merle le apuntó con el cuchillo, colocándolo cerca de su cuello, sin tocarlo.
—Le rompes el corazón a mi hermana, y yo te rompo la cara. ¿Entendido?
La forma fría en que el hombre habló, mientras lo miraba sin siquiera parpadear, puso aún más nervioso al niño.
—Sí, seño-, Dixon. Merle.
Carl empezaba a pensar que debía sólo quedarse callado. Para siempre.
—Bien. Una cosa más. –el hombre quitó el cuchillo de su cuello. —Si Daryl te ve así de cerca de Cameron como yo te vi, te va a incrustar una flecha en la cabeza antes de que siquiera notes que él está ahí.
—Lo sé...
—Y, por favor escucha a Cameron, no hagas una estupidez.
—Deben dejar de decirme eso.
—Pues deja de hacer esas cosas. ¿Quedó todo claro?
—Todo muy claro.
—Bien... Puedes regresar adentro. Cameron debe pensar que ya te estoy enterrando o algo así.
—¿Eso es todo?
—¿Tú que esperabas?
—La verdad yo esperaba que... Bueno... Ya me voy.
El niño hablaba nervioso, mientras se levantaba del suelo, sacudiéndose la ropa un poco, antes de caminar hacia la iglesia.
Al entrar vio a Cameron, sentada en una banca, con Judith en brazos, la risa de la bebé resonaba en las paredes de la iglesia, haciéndolo sonreír.
Carl se acercó a ambas, con una sonrisa.
Cameron volteó a verlo, algo sorprendida.
—Estás vivo.
—¿Disculpa?
—Estaba preparada para hacer tu funeral. –bromeó, observándolo. —¿Qué te dijo Merle?
—Lo que ya sabía. –Habló sin darle importancia, mientras alzaba a Judith.
—¿Lo que ya sabías?
—Sí. Que si te lastimaba me iban a matar.
Cameron soltó una pequeña risa al escucharlo.
—Carl, no podrías lastimarme, aunque lo intentaras, pero me gusta tu optimismo. Iré a dormir un rato, cuando lleguen los demás avísame, ¿sí?
—De acuerdo, ve a descansar. –asintió Carl, dándole un pequeño beso en la frente a la niña.
—No seas empalagoso, vaquero. –murmuró, antes de dejar un pequeño beso en sus labios, para después ir hacia la oficina de Gabriel.
Carl se sentó en la banca, aún con su hermana en brazos, mientras veía a Cameron entrar a la oficina.
Pero luego de unos minutos Cameron volvió a salir, se quedó en la puerta, viendo a Carl.
Él de inmediato entendió, yendo hacia la oficina, con Judith casi durmiendo en sus brazos.
Cameron volvió a entrar a la oficina, Carl iba detrás de ella.
La niña tomó a la bebé, mientras Carl se sentaba en el sofá.
Cameron se acostó, con Judith en sus brazos, y colocó la cabeza en el regazo de Carl, mientras esté acariciaba el cabello de ambas suavemente.
Todo sin decir ni una sola palabra.
Afuera de la oficina, Merle los observaba, con una suave sonrisa.
Al menos sabía que su hermanita estaba en buenas manos.
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