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—Cameron, ¿tú crees que Gabriel es malo?
—Claro que sí, Carl, ¿tú lo dudas?
—No creo que todos deban ser malos.
—Es raro escuchar eso a menos de dos semanas de ser secuestrados y casi convertidos en asado.
Carl seguía acariciando el cabello de Cameron, quien tenía la cabeza en su regazo.
Ambos niños estaban sentados en el suelo, entre dos bancas de la iglesia.
La mayoría del grupo había salido junto a Gabriel, pues al parecer había un lugar cerca en donde había comida.
Daryl había ido, pero Merle se había quedado en la iglesia, ahora estaba durmiendo en la oficina de Gabriel, así que ellos aprovechaban para hablar.
—Pero lo que pasó no quiere decir que todos sean malos.
—Todos han sido malos hasta ahora.
—En nuestro grupo hay gente buena.
—Y todos han muerto. –respondió la niña de inmediato, sin pensarlo bien.
Hasta que vio la triste expresión en el rostro del niño.
Cameron se levantó de donde estaba recostada, viéndolo con pena.
Se acercó un poco más a él, abrazándolo.
—Perdón, vaquero, no lo quise decir de esa manera.
—Lo sé, no te preocupes, Cam. –Le dio un beso en la frente, con una pequeña, pero aún triste, sonrisa. Intentaba no preocuparla.
—Me gustaría pensar que Gabriel es bueno. En verdad me gustaría. Pero siempre que algo así pasa alguien muere. —admitió la niña.
—¿Te da miedo eso?
—Me aterra.
—No dejaré que nadie muera. –aseguró él, acariciando el rostro de ella. —Pero creo que, si algo llegara a pasar, podríamos soportarlo. Estamos en esto juntos. Somos fuertes.
—Eres fuerte. –susurró la niña, viéndolo.
Él la volteó a ver, con los ojos iluminados y una gran sonrisa.
—¿Crees que soy fuerte?
—Obvio lo eres.
—¿Tan fuerte como tú?
Cameron sonrió al escucharlo, sin creer que era el mismo niño de Atlanta, o de la granja. Pero lo era.
—Casi tan fuerte como yo. –asintió.
Carl solo sonreía mientras la miraba, acercándose un poco más, para darle un lento beso en los labios.
Cameron llevó sus manos a la nuca de Carl, acariciando su cabello suavemente, mientras lo acercaba a ella.
Hasta que una tos, demasiado falsa, se escuchó cerca de ellos.
La niña se separó un poco de él, para voltear a ver al causante de aquel ruido.
Merle estaba de pie, viéndolos serio, mirando a Carl como si estuviera a punto de matarlo.
—Iré afuera un rato, acompáñame. –ordenó en voz baja, como si estuviera evitando gritar.
Cameron asintió lentamente, empezando a ponerse de pie, pero su hermano la detuvo.
—Tú no, Cam. Él. Él va a acompañarme.
Ella solo negaba, mientras veía a su hermano. Carl se ponía de pie.
—Merle...–murmuró la niña, casi en suplica, haciendo al hombre sonreír con malicia.
—Solo hablaremos. No es como que lo vaya a matar... Tal vez.
Carl la miró, asintiendo levemente, intentando ocultar su nerviosismo.
El niño se iba a acercar al hombre, pero Cameron lo detuvo.
—Si algo pasa, solo grita. –susurró, viéndolo.
—Nada pasará. Tranquila.
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