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Daryl y Cameron Dixon caminaban de vuelta al campamento.
Al mayor le gustaba llevar a su hermanita a cazar, pero usualmente lo hacía cuando su hermano no estaba con ellos.
Cameron había cazado un venado desde lejos, con su arco, el cual había sido un regalo de sus hermanos unos años antes de que empezara el apocalipsis, por lo que corrían para ir a recoger el cuerpo del animal.
Pero al llegar, parte del grupo ya estaba ahí. Shane, Glenn, Dale, Jim y un hombre extraño, apuntándoles con armas.
Ambos Dixon los miraron con extrañeza, hasta que la niña vio el suelo.
El venado que había cazado tenía el cuello comido, y el caminante que lo había hecho estaba muerto a su lado.
—¡Mierda!, nos tomó días traerlo hasta el campamento. –se quejó la pequeña. —Maldito saco de enfermedades. –la niña miraba el caminante con repulsión, mientras se acercaba al venado para quitarle la flecha que tenía incrustado en el cuerpo.
Daryl pateaba un poco el cadáver decapitado del caminante, ante la vista de los demás.
—Cálmate, hijo, no creo que eso ayude. –Habló Dale, Daryl simplemente se acercó a él.
—No me digas qué hacer, anciano. –el mayor de los Dixon se acercó al venado, y vio a su hermana. —¿Qué dices si le cortamos el cuello ahí?, luego lo cocinamos. –vio a los demás.
—No me arriesgaría. –se negó Shane.
—Qué lástima. –murmuró el hombre. —Traje unas ardillas, un poco más de una docena, eso debería bastar.
Cameron vio la cabeza del muerto empezar a mover la boca, queriendo masticar.
—¿Quién fue el imbécil que hizo esto? –murmuró la niña, metiendo la punta de su arco en la cabeza del caminante, matándolo. —Debe ser en el cerebro, ¿no saben nada? –preguntó la pequeña Dixon, caminando hacia el campamento.
Rick Grimes, el sheriff, la miraba expectante, entendiendo que era un comportamiento de familia, sintiendo algo de lástima.
Daryl caminaba detrás de su hermana.
—¡Merle!, trae tu horrible trasero aquí. –llamaba el hombre, mientras caminaba, todos los miraban, ellos no lo notaban.
—Cazé un venado desde más de 30 metro de distancia. –presumía la niña con una sonrisa, esperando ver a su hermano llegar y hacer algún comentario al respecto.
Tal vez un "Ya era hora" o un "Esa es mi hermanita", pero no escuchó nada, solo la voz de Shane.
—Dixon, vengan aquí. Tranquilícense un poco primero. Tenemos que hablar.
Ambos hermanos voltearon a ver al hombre, confundidos.
