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El reino sumido en una tristeza, aceptó el regreso de su nueva reina. La abuela de JungKook no dejó que ninguno de los presentes cuestione sus decisiones, tampoco permitió que alguno dudara sobre la culpabilidad de aquellos soldados.

JungKook se rehusó a mirar hacia la ahorca donde uno de los soldados moría frente a él, el otro soldado había muerto aquella mañana en el calabozo antes que ellos llegaran y les informaran sobre la hora de su muerte, según SeokJin, el otro soldado había fallecido desangrado y el que estaba colgando de una soga en medio del reino había rogado por su muerte.

Él realmente no quería pensar en cómo habían llegado a esa situación, se le hacía realmente difícil imaginar que había sido SeokJin quien los había dejado en tales condiciones. Veía a su primo estar de pie a un costado de su abuela, con el mentón en alto sin parpadear ante la muerte frente a él. Sus bonitos rasgos se habían ido gracias a las cicatrices de su cara, y ahora su mirada era más dura. ¿Cuándo había pasado eso? Se cuestionó.

Miró hacia su abuela también, la anciana estaba sentaba en una silla de madera con la espalda derecha, su largo cabello blanco recogido en un elegante moño, y un vestido rojo oscuro soberbio y selecto. Distaba mucho de la mujer enferma que había encontrado días atrás sobre una cama.

El reino aplaudió cuando el verdugo tiró y el piso a los pies del soldado se abrió y cayó. No demoró mucho en dejarse de mover y de hecho, JungKook con los ojos cerrados, contó mentalmente los segundos en que los quejidos de dolor se escucharon... ciento cuarenta y un segundos había demorado en morir aquel segundo soldado, y él lo sintió como una eternidad.

Cuando todo se sumió en profundo silencio, su abuela habló sin sonreír ni mostrar alguna otra emoción en el rostro, se despidió del rey y de la reina sin mencionar alguna palabra en contra de ellos, y se aseguró de dejar claro que, desde ese día, cada decisión tomada sería únicamente por el bien del pueblo.

Anunció también que los viejos sabios se retirarían voluntariamente de su cargo, y que ella misma se encargaría de reclutar a los nuevos asesores del palacio, aseguró que abriría las puertas a los jóvenes y talentos que había en el reino y aquel anuncio fue el único en causar murmullos entre la población. JungKook no supo decir si eran debido a las expectativas y emoción de poder ser parte de ello o si era porque no les parecía buena idea y comenzaron a cuestionar que ajenos puedan unirse al palacio. Aun así, lo dejó pasar y agradeciendo a todos los presentes haber asistido al acto de justicia, se retiró del lugar dejando a todos atrás.

Al momento de entrar nuevamente a la habitación de TaeHyung, ya el cielo se había oscurecido y la alcoba era alumbrada por velas, una de las sirvientas prendía sobre platos y los colocaba en cada una de las esquinas para evitar algún accidente. JungKook esperó que la mujer se retire para correr hacia la cama de TaeHyung y besar con delicadeza su frente.

—Llegaste... —Murmuró TaeHyung con los ojos cerrados y la voz muy fina y rasposa, JungKook imaginaba que aquello debió haberle dolido en demasía.

—Shsh. No hables príncipe, recuerda que debes cuidar de tu garganta. —Dijo acomodando la manta suavemente sobre él, cubriendo el aparato de madera hasta llegar a sus hombros.

TaeHyung abrió los ojos y lo miró con una sonrisa débil. Extendió una de sus manos tan lentamente contra su mejilla que JungKook bajó la cabeza para sentir el áspero tacto de su amado contra su cara.

—Te extrañé. —Susurró haciendo que la sonrisa rectangular de TaeHyung vuelva aparecer en su rostro, ladeó la cabeza y besó la palma de su mano para luego presionarla contra su mejilla con sus propias manos. Nuevamente el tacto de TaeHyung estaba siendo muy frío.

The Belly Dancer ❀ KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora