Capítulo 35

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Acacia.

Suelto un suspiro que hace que los cabellos que caen por mi frente se muevan dejando a mis ojos mirar los platos en el fregadero frente a mi, cierro mis ojos un poco y solo hago una mueca de asco en el momento que comida mojada cae sobre mis zapatos.

-mierda- suelto en un susurro mientras salgo por la parte trasera de la cafetería y limpio mis zapatos- bien hecho, Acacia. 

Finalmente entro a la cafetería de nuevo, voy hasta la cocina y solo continúo lavando los trastes aquí.

Llevaba dos semanas en Toronto, no podía quejarme, ya tenía trabajo asegurado desde que dejé Atenas sin embargo este era una mierda, joder, yo lo llamaría sobre explotación, eso no es lo único, tengo compañeras de trabajo que son unas perras, unas auténticas perras. 

-¡Pride!- escucho la estresante voz de Amelia, una de las chicas que trabaja aquí y que desde que llegué no ha dejado de ser una perra conmigo, creyéndose superior solo porque es la favorita del jefe. Finjo que no la escucho y solo continúo en mi tarea hasta que escucho sus pasos entrando a la cocina- ¡Pride!- grita de nuevo, dejo el plato que tenía en mi mano lentamente dentro del agua que llena el fregadero y volteo hacia ella, ahí está, su cabello castaño amarrado en un perfecto moño, sus ojos cafés mirando con odio, se cruza de brazos y solo me mira de arriba a abajo- ¿no escuchaste?- pregunta- te estaba hablando. 

-si no contesté es porque no escuché- respondo con simpleza mientras quito los guantes de plástico de mis manos.

Rueda los ojos molesta.

-debes cuidar tu tono de voz conmigo- maldita, ¿quién se cree?- no querrás que te acuse con Peter y te despida.

Peter es nuestro jefe, un señor de cincuenta años que tiene una cafetería del asco. No es por ofender su trabajo y todo lo que ha hecho, pero, esta es la peor cafetería de todo Toronto, recuerdo que el primer día que llegué intenté colaborar en la cocina junto a las reposteras y lo único que hicieron fue sacarme y decirme que ese no era mi lugar, que soy demasiado joven para saber lo que hago y que terminaré estropeando todo, no me dieron la oportunidad de mostrarles que en cuestión de repostería soy mejor que seguramente todas ellas juntas. 

-sal a atender mesas- Amelia ordena y frunzo mi ceño. 

-hace cinco minutos me dijiste que tenía que lavar los platos- respondo molesta- y ahora vienes a decirme que vaya a atender mesa, ¿qué clase de juego es este?- pregunto.

-me he cansado- responde como si nada.

-eso a mi no me importa- respondo- yo estoy haciendo mi trabajo así que tú has el tuyo. 

Me doy vuelta para seguir con lo mío pero suelto un suspiro molesta en el momento que su irritante voz vuelve a hablar. 

-¡Peter!- las ganas que tengo de meter su cara en el fregadero se hacen presentes. 

-¿qué pasa?- aquel señor panzón, canoso y anciano aparece.

-Acacia no quiere obedecer la orden que le he dado. 

Los ojos negros de aquel hombre caen sobre mi mientras me giro a encararlo. 

-¿otra vez, Pride?- pregunta mientras se cruza de brazos.

-Amelia me pidió hace cinco minutos que lavase los platos- comienzo a explicar- y ahora viene y me pide que atienda mesas solo porque se ha cansado, no es justo que yo haga su trabajo. 

Aquel hombre mira a la perra a su lado quien solamente se hace la desentendida.

-esta mañana me tropecé- comienza ella- me duele el pie- mueve su pie mientras todos bajamos la mirada a este- me canso muy rápido. 

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora