Capítulo 36

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Agapios.

-¿a dónde me llevas?- Acacia pregunta mientras continúo conduciendo.

-es una sorpresa- respondo sin más.

-¿una sorpresa?- pregunta, la miro rápidamente, tiene una ceja elevada. 

-¿no te gustan las sorpresas?- pregunto en un semáforo en rojo.

-depende- responde con simpleza.

-¿depende de qué?- pregunto. 

-de que sorpresa es- suelta- hay sorpresas buenas y después sorpresas malas. 

Sonrío un poco.

-¿mi llegada sorpresa te gustó?- pregunto y es ella quien sonríe ahora.

-en un principio no- responde con burla- pero después sí.

El semáforo cambia de color y vuelvo a conducir.

Finalmente la tengo a mi lado de nuevo, finalmente hablé y dije todo aquello que me había callado, se negó a escucharme y eso me asustó más de lo que debería, aquel miedo que siento se intensificó tanto cuando ella dijo que no quería escucharme pero ese mismo miedo se esfumó cuando sus labios hicieron contacto con los míos. 

Después de unos minutos la propiedad que había rentado aparece frente a nosotros, el portón se abre y veo a mis hombres cuidando la propiedad, solo conduzco hasta que finalmente nos detenemos afuera de la enorme casa.

-llegamos- aviso mientras abro la puerta para bajar del auto, camino hasta el lado de Acacia y abro su puerta mientras baja mirando todo con asombro.

-no sé de qué me sorprendo- comienza ella mientras gira sobre su propio eje mirando todo- siempre sueles dejarme con la boca abierta.

-confirmo- suelto y me mira apretando sus labios para no sonreír.

Sigue mirando, sonríe y levanta su mano saludando a personas detrás de mi.

-¡hola chicos!- grita, no volteo y solo comienzo a subir la escalinata para quedar frente a la puerta de entrada.

-¡bienvenida, señorita Acacia!- escucho a algunos de mis hombres responder, solo ruedo los ojos, miro a Acacia quien sigue mirando todo. 

Abro la puerta listo para lo que se acerca, tal y como lo presentía el Akita americano sale disparado como rayo hasta donde la castaña se encuentra, la toma desprevenida haciendo que Afrodita caiga sobre el césped con Zeus lamiendo su rostro mientras mueve la cola con felicidad, solo escucho las carcajadas de Acacia.

-¡mi amor, hermoso!- a Acacia no le importa la escena, no le importa que todos vean como mi perro no la deja y tampoco le importa darle amor frente a todos, se recompone sentándose en el césped con una enorme sonrisa en su rostro, incluso hay algunas lágrimas bajando por sus mejillas mientras acaricia el pelaje de Zeus quien se cuela entre sus piernas cruzadas acurrucándose en estas, Acacia continúa acariciándolo mientras le dice un montón de palabras bonitas y le da besos.

Siento envidia de mi propio perro.

La castaña mira con amor al enorme perro que descansa entre sus piernas sin intención de alejarse de ella.

-¿extrañaste a mamá?-pregunta mientras peina su pelaje.

Zeus no era el único que la había extrañado. 

-Zeus- llamo pero no se inmuta, ahora hasta mi propio perro me desobedece- adentro. 

No hace nada más que mantenerse en esa misma postura con Acacia. 

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora