Capítulo 56

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Acacia.

-¿dónde está Cibran?- la pregunta sale de mi boca mirando la nuca de Hermes frente a mi.

-no sé de qué me hablas- suelta después de unos segundos, quito el seguro del arma en mi mano mostrándole que hablo en serio y que no dudaré en disparar ni por un puto segundo.

-sabes perfectamente de que hablo- respondo entre dientes- responde de una puta vez.

El silencio se hace presente de nuevo, no dice nada y solo comienza a desesperarme el silencio que se crea.

-no lo sé- responde finalmente después de algunos minutos- no sé dónde está y si lo supiera no te lo diría.

Mi quijada se aprieta.

-confíe en ti- suelto- confíe en tu madre, en tu familia, ¡me apuñalaste por la espalda!

-¡necesitaba el dinero!- grita también.

Conocía a Hermes y a su familia gracias a mis padres, no éramos cercanos pero nuestros padres eran amigos; es solo un niño, tiene diecinueve años.

-¿y lo mejor que pudiste hacer fue recurrir a él?- pregunto evadiendo el ardor que quema en mi garganta.

-él me buscó- responde- él se acercó, fue él quien me buscó a mi.

El cañón del arma se aprieta más en su nuca.

-¿dónde está?- pregunto de nuevo.

-no lo sé- suelta- te he dicho que no lo sé, así como te he dicho también que si lo supiera no te diría nada, de eso se trata la lealtad.

Bajo el arma lentamente, da vuelta y finalmente queda frente a mi.

-lo lamento, Acacia- suelta- no tenía alternativa alguna, tenía que hacerlo.

-¿hacer qué?- pregunto- ¿por qué le dijiste a Agapios todo eso?- pregunto de nuevo- ¿por qué han metido a mis padres en esto?

Se mantiene en silencio, se queda callado con su mirada conectada a la mía.

-yo solo sigo las órdenes que él me da- responde sin más.

Me quedo callada, mi vista va hasta la ventana, justo a la ventana que proyecta la casa de mis padres a la distancia.

-fuiste tú, ¿verdad?- pregunto sin dejar de mirar la casa en la que crecí- fuiste tú quien le dijo que estaba allá.

Mira también por la ventana hacia el mismo punto que yo miro.

-sí- suelta sin nada de remordimiento en su voz- fui yo quien le dijo a Cibran que estabas en casa aquel día.

Los recuerdos del día que Cibran intentó llevarme con él regresan, el día que volvió a tocarme, el día que me hizo saber que jamás dejaría de joderme.

Miro al chico a mi lado, no es importante para mi pero eso no significa que lo que ha hecho no haya dolido, sobretodo cuando confías en alguien y termina fallando.

Veo como saca su celular y comienza a teclear.

-¿Qué haces?- pregunto.

No me deja escuchar su respuesta cuando aquel teléfono comienza a emitir una llamada, miro la pantalla, es un número privado. Hermes acepta la llamada y la voz que se escucha del otro lado de inmediato hace que me congele en mi sitio, escucharlo de nuevo hace que mi piel se erice, los recuerdos regresan.

-mi Medusa- es él, Cibran.

Mi boca no emite palabra alguna.

-ya escuché que estás pagando por mi cabeza- continua- mi propia mujer intenta cazarme sabiendo que soy yo quien siempre gana- suelta una carcajada irónica- déjate ya de estupideces y entrégate de una puta vez que esté estúpido juego del gato y el ratón comienza a hartarme.

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora