Capítulo 82

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Agapios.

Ninguna palabra sale de mi boca, hemos llegado a Atenas, Acacia va a mi lado mientras que su hermana va frente a nosotros, la camioneta solo conduce hasta casa. 

Acacia no dice nada, solo mira por la ventana de la camioneta, su hermana hace lo mismo pero desde su sitio. 

Miro a ambas, todo me lo dejaron caer como un maldito balde de agua fría, mi esposa tiene una hermana melliza que está embarazada del mejor asesino de toda Europa, ambas son hijas del hombre que me entrenó y que me dejó su mafia. 

Ambas son Lincer, herederas de Keelan. 

Llegamos a la mansión. Bajo de la camioneta y solo espero a que las mellizas hagan lo mismo, no hablan, no dicen nada, su silencio comienza a preocuparme. 

Caminamos hasta que nos adentramos a esta, Acacia ni siquiera se inmuta cuando Zeus corre hasta ella, solo lo acaricia un poco para después seguir su camino.

-Acacia- la voz de Atenea se escucha- debes escucharme. 

Mi esposa detiene sus pasos de un segundo a otro. 

-¿escucharte?- pregunta- debiste decirme la verdad en cuanto lo supiste.

-¿crees que no quise hacerlo?- pregunta su hermana- intenté hacerlo, quise hacerlo, quise decirte todo. 

-desapareciste de mi vida por años, Atenea- suelta Acacia- ¿sabes cuántas veces me culpé de que te fueras?- se acerca a ella- ¡un sinfín de veces!- alza su voz, sus ojos se cristalizan pero no llora.

Mis amigos que se encontraban en la sala solo caminan hasta el jardín trasero mientras se ponen al tanto de todo con sus esposas. 

-cuando Cibran me secuestro creí que sería mi fin- continúa Acacia- perdí a mis padres, y tú no estabas aquí, nadie sabía que yo había desaparecido porque ellos ya no estaban y tú jamás regresaste. 

-¡volví!- interrumpe su melliza- regresé- guarda silencio unos segundos- en cuanto lo supe yo regresé, te busqué pero tú no estabas, yo creí que habías huido, yo creí que tú te habías ido porque ellos se habían ido también. Yo jamás imaginé que no estabas bien, jamás pude pensar en que te habían secuestrado. 

Me mantengo de pie a la distancia, no conozco a Atenea pero sé que al ser hermana de mi mujer y por lo poco que he escuchado es igual de explosiva que Afrodita, no quiero ninguna tragedia aquí ni ahora que se han reencontrado de nuevo. 

-ustedes debieron decirme la verdad- Acacia habla, el dolor pinta su voz- yo merecía saber la verdad, merecía saber todo y no vivir en la ignorancia. 

-¡quisimos hacerlo!- Atenea se acerca a ella también- ¡quisimos hacerlo, Acacia, intentamos hacerlo!

Ambas se quedan en silencio, la respiración de Acacia está acelerada. 

-pudimos evitar esto- susurra mi esposa- pudimos evitar que ella los asesinará, pudimos evitar esto, At. 

Escucharla así de rota hace que un nudo se cuele en mi garganta. 

Toma asiento lentamente en un sofá. 

-¿cómo se supone que debo procesar esto?- pregunta, las lágrimas comienzan a bajar por sus mejillas- ¿Cómo se supone que debo asimilar que viví en una mentira?

Atenea toma asiento también. 

-Keelan está muerto- habla ella- nuestros padres lo están también. No hay nada que asimilar, solo debes vivir sabiendo que Lexie y Eudor nos amaban más que nada en este mundo, Cacia, pudieron no darnos la vida ni traernos al mundo pero eso no quita el hecho de que son nuestros padres, nos criaron y guiaron como tal, nos amaron y nos enseñaron el mundo, no compartimos sangre pero eso no quita el hecho de que sean nuestros padres. 

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora