Capítulo 38

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Agapios. 

Los disparos resuenan en mis oídos, me cubro en el momento que las balas se abren paso en mi dirección, me oculto mientras me asomo con discreción mirando a los hombres a la distancia, disparo con destreza tirando uno a uno. 

La voz de Neo resuena en el intercomunicador. 

-lado sur despejado, jefe- Neo habla y enseguida escucho las voces de otros de mis hombres rindiendo sus informes. 

-entramos ya- anuncio abriéndome paso sin bajar la guardia, disparo en la cerradura de la puerta frente a mi y pateo esta.

La mansión está desierta, mis hombres se aseguran de todo el perímetro, camino hasta que me adentro lo suficiente.

-coloquen los explosivos- ordeno y asienten mientras se dispersan cumpliendo la orden que he dado.

Mientras los hombres aquí trabajan me encamino por la mansión mirando cada una de las cosas, para un hijo de puta como Cibran esto significaba una perdida, sobretodo ahora que no le queda nada más que estas estúpidas propiedades. 

No hay nada importante, no hay cosas que realmente valgan la pena, todo es mierda comparado a lo que yo tengo.

-¿encontraron algo?- pregunto y la respuesta que recibo es negativa, salgo de la mansión con mis hombres siguiendo mis pasos, nos alejamos hasta que llegamos a las camionetas a la distancia, me recargo sobre mi jeep mientras coloco mis lentes negros sobre mis ojos. 

-hazlo- suelto hacia Neo quien asiente y mira el botón que logrará uno de mis tantos cometidos. 

Neo presiona aquel botón y de inmediato el estruendo gigante que la explosión causa resuena, las llamas se hacen presente en cuanto la enorme mansión es derrumbada cimiento a cimiento. 

No siento satisfacción porque sé que no puedo cantar victoria con ese hijo de perra libre, la tercer propiedad de aquel pedazo de idiota estaba siendo aniquilada frente a mi, disfruto el hecho de saber que se quedará sin nada y deberá salir de su maldito escondite, pero, la satisfacción solo podré sentirla el día que lo haga pagar por todo lo que hizo en contra de mi hermana y Acacia, solo ese día podré sentirme satisfecho por completo. 

Fumo un cigarrillo mientras veo como las llamas cada vez se van haciendo más grandes, una vez que mi cigarro se termina tiro lo que resta al piso y lo aplasto con mi bota.

Miro las últimas ruinas que yacen y camino hasta la puerta del conductor abriendo mi jeep.

-vámonos- ordeno y mis hombres solo asienten, se trepan a las camionetas, arranco y solo nos vamos de aquí.

°

Conduzco el jeep por las calles de Atenas, el viento se cuela por las ventanillas bajas y la noche ya ha caído. 

Miro por el retrovisor, veo las camionetas de mi gente siguiéndome.

Me adentro en el barrio más peligroso de Atenas, las calles gritan muerte, crimen y más muerte, nada que logre asustarme. 

Una vez que he llegado a mi destino bajo del Jeep, arreglo mi chaqueta mientras mis botas resuenan con en el empedrado que piso a cada paso, dos de mis hombres me siguen y solo me adentro al bar de mala muerte que está frente a mi. 

Abro las puertas y me adentro sin más, las miradas de inmediato recaen en mi, la música se detiene y todos dejan de hablar haciendo que el lugar completo se llene de silencio. 

Ignoro las miradas de los hijos de puta que me miran como si fuesen superiores a mi, camino con firmeza hasta la barra y tomo asiento. 

-tequila- es todo lo que digo a la mujer con poca ropa del otro lado, miro tenuemente a mis lados, los hombres aquí me miran con mala cara, no me intimidan y no lo harán. 

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora