Capítulo 87

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Agapios. 

Mis ojos se abren lentamente y solo puedo sentir un pequeño dolor en mi cabeza, estoy en una habitación blanca. 

-hasta que despierta el bello durmiente- escucho un acento italiano que logro identificar.

-¿qué pasó, papi?- ese es Noan- ¿no qué muy dios de la tortura y la mierda?- se sueltan a reír. 

-vaya, amigo- miro lentamente a Giselle- mira que desmayarte en el parto de tus hijas no fue muy bichota de tu parte que digamos. 

Llevo mi mano hasta mi cabeza, duele un poco. 

-¿qué pasó?- pregunto mientras me recompongo en la cama en la que estoy. 

-te desmayaste- habla Giselle- en el parto. 

Todo regresa lentamente y solo maldigo. 

-esto jamás lo superaré- habla Noan- te lo recordaré para el resto de nuestras vidas. 

Los tres ríen. 

-lo siento, lo siento- se disculpa Giselle- pero, es que fue tan gracioso cuando Acacia nos lo dijo. 

Vuelven a reír. Malditos.

-¿dónde está Acacia?- pregunto mientras me pongo de pie, me sostengo un poco de la cama hasta que me siento completamente bien. 

-la acaban de subir a una habitación- responde Giselle- vamos, deben de estar esperándote. 

Salimos de la habitación, ellos solo siguen riendo burlándose de mí, malditos gilipollas. 

Giselle se detiene en la puerta de una habitación, me detengo al igual que Noan y Raffael. La alemana comienza a abrir la puerta y algunos pares de ojos en el interior caen sobre mí, mis hermanos, mi madre, Aline, Dalila, Frederick, Ava, Neo, Atenea, me adentro lentamente, veo como todos aprietan sus labios para no reír. 

-aquí viene el Dios de la tortura- habla Noan- ay, ya se desmayo. 

Y eso es suficiente para que todos estallen en carcajadas, incluyendo Acacia quien está en la cama, solo los miro de mala manera pero les vale una mierda y siguen riendo. 

Me acerco a la castaña en la cama y beso su frente, miro a nuestro alrededor, busco con la mirada esperando encontrar lo que anhelo pero no hay nada.

-¿dónde...

-aún no las traen- interrumpe Acacia. 

No sé cómo sentirme al respecto, aún recuerdo las palabras de la doctora. 

Son niñas. 

Niñas. Un nudo se forma en mi garganta, son dos niñas. Nuestras. 

De un momento a otro los nervios se cuelan en mi interior, paso una mano por mi cabello una tras otra vez mientras todos aquí parecen estar tan tranquilos, yo no puedo estarlo, quiero verlas. 

Todos guardan silencio de un segundo a otro, la puerta se abre y la doctora entra. 

-¿cómo se encuentra, señor Thalassinos?- pregunta, joder, ¿ahora todo el puto mundo va a recordarme lo que pasó?

-de maravilla- respondo cruzándome de brazos. 

La doctora solo hace algunas revisiones a Acacia mientras le da algunas indicaciones también, escucho todo con atención pero dejo de prestar atención en el momento que dos enfermeros entran a la habitación arrastrando dos cuneros, otro doctor entra también, lo identifico, es el pediatra. 

-felicitaciones a los nuevos padres- habla aquel hombre en nuestra dirección. Miro como dejan aquellos dos cuneros a un lado de Acacia- pulsera verde, gemela mayor, pulsera azul, gemela menor. 

Dueño de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora