58 |Soy un desastre|

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Mierda... la cabeza me da vueltas, todo me da vueltas.

Abro los ojos de a poco y lo primero que hago es tantear el terreno en busca de Joseph, pero mi mano cae directamente al suelo porque casi no tengo espacio aquí. Mi vista se aclara y entonces el mareo y el dolor pasan a segundo plano porque estoy en un lugar que nunca había visto.

Me siento en la cama, pero me llevo las rodillas al pecho como si eso pudiera aliviar de alguna manera el dolor y deseos de vomitar que ese movimiento me causó.

El lado bueno es que, como me quedo quieta un rato, tengo algunos momentos para pensar en por qué estoy aquí.

Recuerdo ver un capítulo de Tu Voz Estéreo donde una loca secuestra a su pareja y después de asesinarlo ella se suicida antes de que la policía la encuentre. Recuerdo las botellas, los Tostacos y una que otra rebanada de pizza ¿Después de eso? Mi mente se queda en blanco.

Me quito la cobija de encima y descubro que estoy completamente vestida, lo único que me faltan son mis zapatos y calcetines, lo cual debe ser una señal de que no hice alguna estupidez.

Salgo de la cama y por el alcohol que llevo en mi sistema tropiezo y habría terminado en el suelo, pero la pared me ataja y me salva de un moretón seguro.

Algo comienza a tirar de mis pantalones vaqueros y cuando bajo la mirada descubro a Klaus llamando mi atención. Mi pequeño perdió su sombrero, le hace falta una botita y dos chaparreras, pero al menos sigue teniendo puesto el chaleco.

Me planteo la idea de tomarlo en brazos, pero como estoy terminaría en el suelo y prefiero caerme sola, no con él.

Doy pasos lentos para salir de la habitación, apoyada siempre en la pared hasta que llego al pequeño pasillo y finalmente termino en la sala, donde Gian aparece con dos platos desechables, uno en cada mano.

—Buenos días... ¡Ah! —Grita y eso lastima mi cabeza aún más de lo que ya de por sí está. —Dios, ¿Quieres que te lleve al médico? Esa cosa que tienes en la cara en lugar de mejorar empeora.

—Me quiero morir... —Creo que soy un zombie justo ahora, ni siquiera sé cómo estoy caminando.

Descubro una de las sillas de plástico y me arrojo a ella como si fuera un salvavidas, lo cual en realidad es porque evita que acabe en el suelo hecha una plasta.

—El desayuno está servido. —Gian sobre mi regazo coloca uno de los platos y yo descubro que ahí hay una rebanada de la pizza de ayer, humeando porque debió calentarla. —No creo que sea lo que come una modelo, pero...

—Está bien. —Como estoy, podría comer una langosta rellena de caviar y la vomitaría toda.

—¿Segura? Porque aquí junto hay una tienda vietnamita, no sé qué vendan ahí, pero podría improvisar una ensalada.

Roommates {Joseph Morgan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora