75 |Como la flor|

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—Ya, Canela. —Le digo al caballo que quiere huir, pero Armando lo detiene para que no se vaya. —Sé que ha pasado mucho tiempo, pero no pudiste olvidarme.

—Claro que no la ha olvidado, señora. —Afirma Armando, acariciando a Canela para que se calme y me deje tocarla. —Solo está un poco arisca porque la vacunamos hace unas horas. Cree que usted va a ponerle otra inyección.

Me río porque he visto las jeringas que utilizan para los caballos y entiendo que Canela tenga miedo, son unas cosas impresionantes que espantan a cualquiera, incluso a mi valiente Canela.

La amo mucho y quisiera que Klaus la conociera, pero creo que eso no se va a poder...

Veo el reloj digital de mi muñeca y no me quiero ir porque, por primera vez en mi vida, estoy aquí sin deseos de llorar o encerrarme en una burbuja de tristeza, pero Joseph no es tan dormilón y terminará despertando en cualquier momento.

Además, ya no tengo mucho más que hacer aquí, porque todo gracias a Armando está en orden y perfecto. Es un hombre que nunca ha dado motivos para desconfiar, ni antes, ni después de la muerte de Marco, así que por eso le doy el poder de decirme cuanto necesita mensualmente para el mantenimiento de la hacienda.

—¿Gusta que la lleve, doña? —Pregunta con su usual amabilidad y en serio no sé qué me hace sentir más vieja, si el doña o el señora.

—Si. —Vine hasta aquí en un autobús, luego caminé porque el transporte no llega a tanto. Pude llamar a Armando y que él le dijera a alguien que me recogiera, pero ya conocía el camino que secretamente con prima recorrimos muchas veces.

Subimos a una de las camionetas de las que soy propietaria y Armando conduce mientras yo examino una y otra vez los papeles de este lugar, dejando la caja que traje repleta de pertenencias ocultadas por mí hace años en la parte de atrás.

Las nóminas de los trabajadores, tanto de limpieza como mantenimiento y cuidado.

Las semillas para los cultivos de café y yuca.

El concentrado de los caballos.

Leo todo eso y trato de buscar alguna fluctuación económica que me haga pensar "este sitio me está haciendo perder dinero", sin embargo, no la hay. No hay ni un solo desfalco por parte de la administración y, a pesar de que mantener todos los terrenos, los graneros y la casa es bastante costoso, pero los cultivos y los especímenes ganadores de premios que tengo aquí compensan cualquier perdida.

Es un excelente negocio.

—Si me permite, señora...

—Ahórrate el señora. —Suplico porque el hombre es unos treinta años mayor que yo y me habla como si yo fuera una anciana.

Roommates {Joseph Morgan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora