65 |¡Feliz cumpleaños, Joseph! Tu regalo es un bebé|

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—Gracias por ayudarme, Anthony

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—Gracias por ayudarme, Anthony. —Le hablo en español a mi recepcionista favorito, que deja la caja en medio del salón sobre la mesa para que sea mucho más fácil para mí abrirla y sacar el contenido.

—Con mucho gusto, Blair. —Responde con un español cada vez más fluido, aunque el acento lo hace sonar excesivamente forzado. —Y no es que pudiera negarme.

—Tú te ofreciste. —Me sorprende lo mucho que ha avanzado y con respecto a esto tengo dos teorías: 1. Aquella chica que pretende le enseña o 2. Le gustó el idioma.

Creo que es la uno.

—No podía ser cruel y dejarte subir con todo esto en tu estado.

"Mi estado" ¡Detesto ese término! Lo odio con toda mi alma porque me hace sentir como si estuviera incapacitada... Y la verdad es que lo estoy, pero detesto esa palabra por todo lo que conlleva.

Anthony regresa a su puesto de trabajo y yo abro la caja para sacar todas las cosas que ordené hace varios días y que me he esforzado mortalmente para poder mantenerlo en secreto de Joseph.

Saco las velas, los arreglos, todo lo demás y quiero hacerlo rápido, pero estoy a mitad de mi capacidad ahora mismo por culpa de los jodidos golpes que me cubren el cuerpo y la verdad es que llegué a un punto en el cual agradezco poder caminar.

Pero quiero distraerme con esto, así no pienso en que el día de hoy no habrá uso de lencería a pesar de que las cajas de regalos no dejan de llegar. Me niego a ponerme una de esas cosas estando así porque siento vergüenza de lo golpeada que estoy, además de que ya algunas prendas me quedan demasiado ajustadas.

Voy a la cocina con el pastel y lo dejo la barra mientras busco los fósforos, pero cuando vuelvo a ver resulta que hay un par de bonitos ojos azules viéndome iluminados como si yo fuera lo más lindo del mundo.

¡No!

—No te quiero aquí. —Lo regaño y él se ríe, cosa que me molesta aún más. —¡Vete, Joseph!

—¿Qué es esto? —Hace la pregunta más estúpida de la vida, arrastrando el pie hacia la silla de la barra y con mucho esfuerzo y quejidos logra subirse.

Quiero arrojarle algo a la cara.

—¿Qué va a ser? —Pregunto con tono de obviedad y él se sigue riendo de mí. —Es tu sorpresa de cumpleaños, ¡Pero ya la arruinaste! —Veo a mi alrededor y solo encuentro la servilleta de tela que venía como adorno extra en la caja, así que se le lanzo a la cara, haciéndolo reír aún más. —¡No es gracioso! Arruinaste mi desayuno sorpresa.

—Qué bonita forma de despertar. —Comenta sarcásticamente, pero manteniendo su alegría mientras yo cruzo los brazos irritada y maldigo internamente la revolución de hormonas que tengo. —No te enojes y salúdame como se debe.

Roommates {Joseph Morgan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora