73 |Día de suerte|

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"Por plata baila el perro."

Esa era una de las frases que mi mamá siempre decía, además, mi abuela veía una novela que se llamaba así. Ahora que tengo dinero y puedo hacer uso libremente de él me doy cuenta de que es bastante cierto, el dinero mueve al mundo.

Y mi licencia de conducir es una prueba de ello.

Bajo del taxi y cuelgo el teléfono. Henry, mi fabuloso maestro está orgulloso de esto y me ordenó enviarle una fotografía que compruebe que logré pasar, lo cual ya hice y él me dijo que salí muy tierna y con el cabello alborotado. Mi excusa para el cabello es que ayer no lo arreglé, así que hasta el próximo lavado estará loco.

Lo primero que veo al llegar es a mis padres con un montón de amigos suyos sentados en sillas plásticas frente a la casa y me pregunto ¿Cómo puede ingerir tanto alcohol? En la madrugada llegó casi arrastrándose y ya está de pie bebiendo más.

Espero que no llegue al altar borracho esta noche.

Descubro a Joseph sentado junto a él, bebiendo una cerveza y espero que no haya bebido mucho, porque cuando lo hace no controla lo que dice y lo que menos necesito ahora es que suelte una burrada como "su hija también me llama papi".

Me acerco sigilosamente a ellos y como mi papá puede verme, está a punto de saludarme, pero yo soy más rápida para cubrirle los ojos a Joseph.

—Adivina quién soy. —Le canto y como tengo mis manos sobre su rostro puedo sentir sus mejillas subir en una sonrisa.

—Uhm... —Comienza a bromear tocando mis manos con suaves palmaditas. —No sé...

—Es Blair, mi hija. —Arruina el juego mi papá y le quito las manos de encima a Joseph, pero él las sujeta y las aferra contra su pecho, forzándome a darle un abrazo desde atrás. —¿Cómo te fue en el examen?

—¡Pasé! —Grito alegre, recordando que lo hice perfectamente gracias a que Henry si es buen profesor, no como Jack que me comenzó a golpear con mi propio bolso cuando me equivoqué y casi nos matamos.

Todos los que están alrededor me aplauden ese logro que yo veo gigante tomando en cuenta que tuve muchos maestros, mi papá incluido y solo Superman (literalmente) pudo enseñarme. Es algo impresionante.

Todos me empiezan a pedir detalles, pero entonces la fría brisa de mi ciudad natal me golpea la espalda y recuerdo que soy una idiota que no llevó su chaqueta al examen y casi se congela haciendo la fila de espera.

—Subiré por una chaqueta. —Anuncio lista para entrar a la casa corriendo para contar la historia de la mañana, pero Joseph me lo impide sujetando mi mano.

Cuando ve que me he quedado quieta, llena de curiosidad por lo que hace, abre su chaqueta, me toma de la cintura, me obliga a sentarme sobre su regazo y yo por acto reflejo me abrazo a él bajo la tela cálida de su ropa. Ya en esa posición, él cierra la chaqueta tras mi espalda, dándome calor y, además, atrapándonos juntos.

Roommates {Joseph Morgan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora