24 |Día 1. del viaje|

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Odio esto

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Odio esto.

Odio esto.

¡Lo odio!

—Blair, tal vez te concentrarías un poco más si le bajas un poco a la música. —Me recomienda Joseph y volteo a verlo. Él está recostado contra el cabezal de la cama del hotel en el que nos registramos hace un par de horas, leyendo un libro, mientras que yo estoy boca abajo, con la cabeza junto a sus pies, leyendo la demanda una y otra vez.

—Esta música es lo único que impide que me duerma o me frustre. —Entiendo las palabras, pero ¿De dónde diablos pudo salir un hijo de Marco? Él me juró mil veces que su esposa por culpa de un tumor quedó estéril muy joven y no tuvieron hijos; fue la reaparición de ese tumor lo que la mató. —¿Te molesta? —Prefiero no pensar en eso, suelo ponerme de mal humor cuando lo hago.

Joseph deja caer una de sus manos sobre mi trasero, dándome una suave palmadita.

—No, pero desde hace una hora te escucho quejarte en voz baja y sé que la vuelves a leer. —Deja su libro en una de las mesitas de noche y recoge las piernas para después acercarse a mí, quedando en la misma posición que yo. Cuando se ha acomodado, con su mano me aparta el cabello del rostro. —Escuchaste al abogado, todo saldrá bien.

—No es el dinero lo que me preocupa. —Dejo los papeles a un lado porque, después de todo, he leído tantas veces esa demanda, el testamento de Marco, su última voluntad y la ley misma que bien podría recitarlos en juicio como si fueran poemas. —Solo... —Diablos, sé que él conoce la mayor parte de mi historia, pero decirlo en voz alta sigue siendo complicado. —Marco tiene un hijo que al parecer es algo mayor que yo, tengo sentimientos encontrados.

Esa es una forma bastante suave de decir que me convierto en el estereotipo de madrastra sin siquiera haber tenido un aviso.

—Blair, deja de martirizarte. —Me suplica Joseph, llevando su mano a mi cabeza para hacerme piojito y yo al instante me derrito hasta ser una especie de plasta en el colchón. —Mañana pasaremos un día relajado y pasado mañana puedes estresarte un poco hasta que ganes la demanda y tengas tu dinero de vuelta, después me debes invitar a comer algo caro.

—Okay. —Contesto con el rostro enterrado en las sabanas. Soy como la gelatina cuando él comienza a mimarme así y lo sabe, por eso me lo hace y sonríe tanto.

—¿Me dirás por qué no nos quedamos con tu familia? —Ay, no. Ya había tardado en preguntarlo.

Todo me estresa últimamente y tal vez sea el miedo de enfrentarme al famoso hijo de nombre desconocido, o el simple hecho de que estuve bastante tiempo encerrando todo esto y ahora voy a explotar.

Por un lado, no quiero verlo, por el otro siento que me dará una idea de cómo se vería el niño que perdimos.

—Estoy estresada con la demanda, ni saben que estoy aquí. —No es mentira. Desde los dieciséis años hasta los dieciocho he estado acostumbrada a mentirles en relación con Marco y esto tiene que ver ¿Cómo decirles que el hijo del amor de mi vida apareció y estoy en una batalla legal con él? Tendría que contarlo todo y eso acabaría en paliza tras paliza, desde acostarme con un hombre mayor hasta lo que he hecho en la actualidad para esconderlo. —Dependiendo como salgan las cosas en unos días les diré que vine.

Roommates {Joseph Morgan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora