Efecto Mía Hills.

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#Julieta

Sábado, por fin sábado. Nada de bar, nada de clases ni de rubios sexuales por ahí. Hoy era mi día de descanso, y pensaba aprovechar hasta él mínimo segundo de él. Así que decidí levantarme temprano y desayunar con Melo antes de comenzar el día fuera. Por suerte había hecho ella las tostadas, la cocina no era lo mío.

- ¿Entonces vas a venir conmigo Mel? - le digo mientras saco zumo de naranja de la nevera y echo en ambos vasos mientras ella junta mantequilla en su pan. Yo miro una y otra vez mi plato, no sé si debería estar haciendo esto.

- Por un día que tomes algo más que batido para desayunar, no va a pasar nada July.

Ella nunca ha sido bailarina. Ella no entendería lo que supone una tostada para mi.

- Las mujeres tenemos una línea de cuerpo, una línea recta que nos mantiene en el equilibrio y el control sobre él. Una vez pierdes esa línea, no la vuelves a recuperar.

Mi amiga suspira como otras tantas veces, y yo le cedo la mitad de mi pan. Ella me mira suplicante, sabe que hay cosas que no voy a hacer. Tengo unos límites establecidos que no puedo romper, pero se lo agradezco con una sonrisa.

- Sí que iré contigo - dice volviendo al tema anterior - necesito hacerme las mechas otra vez.

Cierro los ojos de placer cuando muerdo el primer bocado de pan. No sabía lo mucho que echaba de menos comer algo así, hasta que lo he probado.

<<Podríamos decir lo mismo del rubio ese>>

Cállate conciencia.

- Genial, seguro que Polo se alegra mucho de vernos. Nadie tiene sus manos en este pueblo.

- Sí, la verdad es que hay que conducir un poco, pero merece la pena. Además, a mí nadie me deja el color tan natural como él - me rio al escucharla. Tiene razón.

- Nadie pensaría que eres rubia de bote si no te conocieran - ella se encoge de hombros y me regala una sonrisa antes de meter el plato en él lavavajillas. Y en un abrir y cerrar de ojos, estamos conduciendo de camino a Manhattan para llegar a tiempo a nuestra cita.

- ¿Seguro que es aquí, July? - pregunta Melody desde el asiento del copiloto mirando hacia todas partes.

- Sí, tuvo que ampliar la peluquería por su éxito, ya te lo he dicho. Ahora, aparca aquí o no volveremos a encontrar ningún otro sitio en toda la ciudad.

- A sus órdenes, mi comandante.

Melody me hace caso y aparca justo donde le digo. Observo lo guapa que se ha puesto para venir hasta aquí, lleva una falda roja con un top muy corto y suelto blanco, una chaqueta roja a juego con su falda, unas sandalias de tacón y las gafas más caras de su armario.

Entramos al salón de belleza de mi amigo con una sonrisa en los labios. Todo está lleno, es mucho más grande que la peluquería que tenía antes, y aún así sigue teniendo cola para pedir cita. Observo lo bonito que es el lugar, parece de diseño. Está lleno de tonos claros, nudes y blancos. Hay una perfecta armonía entre ellos y mucha luz también.

- July, mira eso - dice mi amiga volviéndome a la realidad.

Y cuando centro la mirada en el punto que ella me dice, la veo. Me quedo casi que hipnotizada con la belleza de esa mujer. Hay probablemente unas veinte más en el lugar, pero la mayoría de ojos están puestos sobre ella. Y no me extraña. Es guapa, delgada, no muy alta, tiene el pelo largo liso y castaño con algunas mechas, tiene curvas y una sonrisa preciosa, igual que la niña que va de su mano. Ambas parecen modelos salidas de Vogue. ¿Quién es esa mujer?

- Mi lado bisexual está con los cinco sentidos en alerta, Mely - le digo a mi amiga sin dejar de mirar a la chica.

- Y el mío.

Me río porque a ella no le gusta las mujeres. Y entonces la chica comienza a caminar hacia alguien. ¡Es Polo! Me quedo observando la escena como si fuese un teatro en directo, y observo como mi peluquero y amigo de confianza, coge a esa niña en brazos para llenarle la cara de besos antes de abrazar a la mujer que sonríe frente a ellos. Me muevo hacia un lado cuando veo que ambas se despiden de todos para salir, y sorprendentemente tanto ella como la que supongo que es su hija, nos lanzan una sonrisa mientras nos despiden con la mano antes de salir por la puerta como si de dos estrellas de Hollywood se tratase.

- ¡Julieta, divina! - grita Polo abriendo sus brazos hacia mí. Yo le correspondo el abrazo enseguida cuando llego hasta él. Y le veo reírse cuando se da cuenta del estado de Mel.

- Ha visto a tu amiga salir - susurro mirando a Melody también.

- ¡Ay cariño! - dice Polo suspirando y poniendo sus manos sobre los hombros de mi amiga para arrastrarla hasta uno de los asientos - Es el efecto Mía Hills.

- Ahora dudo de mi orientación sexual - le dice Melody haciéndonos estallar a carcajadas.

- ¿Qué te vas a hacer cariño?

Y ya ahí desconecto de la conversación y me voy con una de las chicas a que me hagan las uñas de gel. Cortas para poder llegar a las puntas, pero bonitas. Esto sí me lo podía permitir.
Miro mi móvil de vez en cuando mientras la chica se encarga de limarme las uñas, hasta que me aburro y pongo atención en lo que Polo y Melody hablan.

- Ella lleva ya unos años casada y está esperando a su tercer hijo, es mi mejor amiga de toda la vida. Pero por desgracia, nena, ellos viven algo lejos de aquí.

- ¿Y qué ha venido de visita? ¿Para verte? - pregunta Melody tan curiosa como siempre. ¿Qué más le da a ella lo que haga esa chica en su vida?

- Bueno, entre otras cosas. Ella es decoradora de interiores y trabaja mano a mano con su marido desde hace tiempo. Dios santo, no sabes mi Marcos cómo está. Además, tienen una historia esos dos... ¡de libro! ¡De película! ¡Quién fuese Mía para probarlo! ¡Bueno, no me quejo que yo tengo siempre a mi Matt! - me rio yo también escuchándoles desde mi sitio- El caso es que ella me ha hecho el favor, y ha dejado unos meses los hoteles de su marido de lado, para decorarme este precioso sitio. ¿A qué ha quedado hermoso?

Vuelvo a desconectar de la conversación y miro mi móvil. Llamada de número desconocido. No lo cojo, nunca se sabe quien puede haber diestras de la pantalla y yo no tengo ganas de soportar a ningún salido. Otra vez me tiembla el móvil en la mano, lo miro. Número desconocido. Cuelgo y al instante vuelve a llamar. Lo cojo con toda la ira del mundo y lo pongo sobre mi oreja.

- ¿Se puede saber quién eres para llamar así? - pero mi respiración se corta cuando oigo la risa que proviene del otro lado de la línea.

- El mismo diablo, muñeca.

Es Kilian.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora