Dos cosmopolitans.

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#Julieta

Me habían dado un papel protagonista para la ópera de París. Esa semana, ¡me habían dado un papel protagonista para la jodida ópera de París! ¡Iba a obtener el mayor de los sueldos hasta ahora! ¡Me habían hecho una sesión de fotos para publicitar la obra! ¡Estaba por todos los barrios de Francia! ¡Incluso había anuncios con mi cara por internet! ¡Estaba logrando por fin lo que quería!

- Estás tan guapa, cherrí.

Ahí estaba Fai. Asomado en la puerta de nuestra habitación mientras yo me ponía mis nuevos Manolo Blahnik azules, al más estilo Carrie Bradshaw. Estábamos avanzando en nuestra relación, yo ya casi no pisaba el piso que compartía con Melo y él me ayudaba a mejorar mi técnica cada día. Había de todo en esa habitación para mí, tenía incluso ropa nueva en el vestidor, toda de marcas increíblemente caras, cremas que nunca podría permitirme pagar y joyas de diseño. Estaba viviendo el sueño de cualquier mujer y por una vez después de tanto tiempo, comenzaba a sentirme muy bien con ello.

- ¿Seguro que no quieres venir con nosotras?

Ciertamente no quería que Fai estuviera en mitad de una noche de chicas, pero tampoco me parecía bien que después de todo lo que estaba haciendo por mí últimamente, se quedara colgado un sábado noche. Me sentía aún peor si recordaba todas las veces que él había salido a tomar algo, siempre conmigo vestida de etiqueta y de su brazo como un trofeo.

- No mi amor - dice besándome el hombro desnudo frente al tocador donde estoy sentada - pronto dejarás de ver tanto a tu amiga. Debes disfrutar con ella cuanto puedas.

Su desapego hacia mí era algo que de vez en cuando me sobresaltaba, algo a lo je no me iba a acostumbrar nunca. ¿Desde cuando Fai se había vuelto tan simpático? ¿Desde cuándo le preocupaba mis amistades? ¿Y compartirme? ¿Desde cuándo Fai era un hombre dispuesto a compartirme?

- Está bien, me voy. Volveré mañana por la mañana, no me esperes despierto - le dije antes de darle un beso y salir de la habitación.

Abandoné la casa con una sonrisa en los labios y me metí en el coche que tenía esperando, tan pronto como pude. Debía tener cuidado durante el resto de la noche de que no se me viera absolutamente nada con el vestido rosa fucsia de corte recto y palabra de honor tan corto que había decidido ponerme. Intenté sonreír al chofer de Fai cuando me preguntó a dónde iba, pero la simpatía era algo que todavía estaba trabajando, así que decidí contestar simplemente mientras me dedicaba a admirar por el retrovisor los enormes pendientes que luciría esta noche.

- A Nueva York, el restaurante A60, en Soho.

El chofer simplemente asintió, y yo me acomodé en mi asiento admirando la casa en la que ahora estaba casi viviendo mientras veía lo bonita que era. Yo misma había ayudado a Fai en estas dos semanas a elegir el decorado exterior. Él seguiría cambiando cosas de la casa constantemente hasta encontrar lo que verdaderamente le gustaba, así como hacía con todo en la vida.
Por otro lado, Melody y yo habíamos quedado en salir esa noche por Nueva York para cambiar un poco de aires, estábamos cansadas de este pueblo, y ciertamente... tampoco me apetecía visitar ninguno de los garitos de alrededor. Había dejado atrás todo eso en dos semanas. Sin embargo, hoy iba mucho más que mentalizadla para disfrutar de unas copas y la buena compañía de mi amiga. Podríamos hablar y beber, bailar y reírnos... ¡nadie tendría que preocuparse por el precio de las copas! ¡Ni por cuanto bebiésemos! ¡Pronto yo tendría un suéldalo! ¡Y esta noche contábamos con chófer! ¡Un chófer para nosotras en mitad de Nueva York! ¡Dios mío! ¡¿Acaso se podía pedir algo más?!

- Señorita, ¿no recogemos a su amiga? - pregunta el hombre cuando pasamos por la calle donde me deja siempre que duermo en casa de Fai.

- No, no. Ella ya está allí, ha tenido tarde de peluquería - Vuelve a asentir y a quedarse callado. Así que pasamos el resto del camino pensando él en sus cosas y yo en... las mías.

Sonreí cuando comencé a ver todos los carteles publicitarios de Nueva York por todas partes, la gente de aquí y sus prisas constantes. Venir a Nueva York siempre había sido algo bueno, siempre me hacía feliz. Al igual que mi amiga Melo, quien esperaba en la puerta del restaurante mientras hablaba con un chico de pelo rizado de lo más entusiasmada.

-Aquí le dejó señorita, llámeme cuando necesite que la recoja. Tiene mi número guardado en su agenda de contactos, petición del señor. Dicen que son costumbres, francesas.

Él tampoco se lo cree. En mi idioma eso se llama control, pero lo voy a dejar estar. No voy a recriminarle nada a Fai, sabiendo que me regalo este móvil hace tres días. El último modelo iPhone del mercado.

- Gracias...

- Leo.

- Gracias, Leo. Después nos vemos - le digo antes de salir del coche y cerrar la puerta tras de mí.

- ¿Te acabo de escuchar darle las gracias a alguien o es que estoy delirando? - me giro para verla con una sonrisa - Vale, ahora sí que estoy delirando. ¡Llevas unos Manolo Blahnik!

Me reí contenta ante su cara de asombro y di una vuelta sobre mis talones.

- Vamos, tengo mucho que contarte.

Tiré de ella hacia la entrada. Solo tuve que enseñar el cartel de la obre que iba a protagonizar desde mi móvil, para que nos permitieran entrar. El sitio era perfecto, precioso y tremendamente inaccesible para mucha gente. Nos guiña una mujer repeinada y vestida con un traje de raso negro, todo por el camino nos alucinaba. De hecho creo que vi a uno o dos famosos en las mesas más alejadas. Para cuando llegamos a la nuestra, las vistas fueron toda una sorpresa.

- El señor Fai es amigo de la casa, nos ha pedido la mesa con mejores vistas para vosotras.

- Vaya - susurra Melody mientras ve las luces de Nueva York parpadear.

No le pienso decir que estuve aquí la semana pasada.

- Estás guapísima con ese color de pelo -digo notándoos las mechas rubias que se ha puesto.

- Hola chicas, ¿qué os pongo? - dice un atractivo camarero apareciendo de repente.

- Dios cosmopolitas, por favor.

- Vaya, sí que estás entrenada - dice mi amiga.

- Qué quieres, he visto todas las temporadas de Sexo en Nueva York.

- Sí, esta noche no podemos parecer más neoyorquinas.

- Aquí tienen - anuncia de nuevo el chico dejando la bebida sobre nuestra mesa - que disfruten.

El chico se marcha, no sin antes lanzar una mirada matadora a mi amiga, quien le devuelve una sonrisa hasta perderlo de vista. Yo levanto una copa en la mano justo entonces.

- ¿Porqué brindamos?

- Por el camarero que te vas a f*llar esta noche.

Un choque de copas, unas risas después y unas cuantas copas de más, la noche... comenzaba a desmadrarse. Esta noche no habría rubio en mi pensamiento.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora