Perdón.

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#Killian

Yo estaba drogado. Joder, lo sabía. Sabía que no estaba en mis cinco sentidos al igual que sabía que había sido un desgraciado por haberme puesto hasta los ojos. Pero verla así me estaba acuchillando por dentro. Que no me hablase, la forma en la que miraba al suelo, lo ausente que estaba. No me había jodido algo tanto nunca, ni cuando mi padre se olvidó de quien era yo por primera vez.

- ¡JODEEER! ¡Julieta respóndeme! - gritaba cogiéndole la cara con las dos manos- ¡Maldita sea!

Y para colmo apareció la puta lluvia.

- Nos vamos - dije decidido mientras la cogía en brazos a duras penas.

Supe que me tambaleaba a cada paso que daba, y estaba siendo completamente consciente de que toda la fila de niñatos que querían entrar al garito nos estaban viendo. Y seguramente dábamos penas porque yo iba con la cara y el cuerpo amoratado, borracho, drogado y despeinado, con una tía mínimamente vestida y completamente perdida. Pero lo único que me importaba era hacer lo que tendría que haber hecho desde hacía mucho tiempo. Que le jodan a su novio, esta noche no iban a dormir juntos.

- ¡¿A donde te la llevas?!

Joder. Otra vez este puto tío.

- ¡A mi puta casa! ¡Me la llevo a mi puta casa! - le grité al grandullón dándome media vuelta para encararlo con ganas de matar a alguien.

Él dio un paso hacia delante con la mano hecha un puño, pero se detuvo cuando vio la fuerza con la que Julieta se aferró a mí sin esperarlo y con los ojos cerrados fuertemente. Yo ni siquiera tenía un trozo de tela al que ella pudiera agarrarse. Pero joder, sentir que ella pretendía mantenerse pegada ahí solo tocando mi piel, me hacía querer sacarla de allí de una puta vez. Sacarla para siempre de esa mierda de vida en la que estaba envuelta.

- Si le haces algo a ella...

- Ahórratelo - escupí antes de darme media vuelta y echarme a andar.

Empezaban a dolerme los brazos, y las piernas me pesaban. Llamé al primer taxi que pasó por la parada tras diez minutos esperando con ella en mis brazos bajo la puta lluvia. Seguía ida, y la escuché llorar durante todo el camino a mi casa. Lo único que me reconfortaba era pensar que a pesar de haber caído los dos en la mierda más profunda, ahora la tenía en mis brazos aferrándose a mi. Como si yo fuese el único capaz de salvarla de toda la mierda que ella tenía encima.
Estaba sentado en la parte de atrás con ella encima de mis piernas, acurrucada en mi pecho como si fuera un bebé, cuando me di cuenta de las múltiples miradas que estaba dándonos el chofer a través del espejo del retrovisor. Me estaba poniendo tan de los nervios, que no me importó que estuviera conduciendo, cuando decidí cogerle del cuello con la mano que tenía libre y le pegué el cuello al cabecero del asiento mientras apretaba con fuerza sobre su piel.

- O dejas de mirarnos de una puta vez, o te saco los ojos con las manos - susurré con sed de adrenalina. Mi cuerpo me estaba pidiendo más de lo que le había estado dando toda la noche, pero ni era el momento, ni me quedaba más encima.

- Pe... perdón.

Le solté, y no dejé de mirar por la ventana mientras todo me daba vueltas. Julieta se había quedado rotundamente dormida, y lo único que quedaba de ella era su respiración en el hueco de mi cuello. Su proximidad me mantenía calmado, pero seguía teniendo las pulsaciones a mil por culpa de la droga. No veía el momento de que llegásemos a casa.

- Aquí es - susurró el taxista sin levantar la cabeza. Yo le tiré un billete que calló sobre la palanca de cambios, y salí del coche con Julieta en mis brazos. La lluvia no paraba, de hecho creo que apretó aún más, por lo que me apresuré en subir al porque y sacar las llaves de mi bolsillo trasero.
Entré con ella en brazos, cerrando la puerta tras de mí con el pie. Subí las escaleras intentando no caerme, y me acerqué a la puerta de la habitación de mi padre. Allí estaba, dormido como un bebé bajo las viejas y feas colchas que nunca me iba a dejar tirar. Suspiré viendo cómo las únicas dos personas que me importaban en el mundo, dormían plácidamente ante mis ojos. Así que dejando a mi padre allí, me fui directo al baño con Julieta en mis brazos, y la desperté para ducharla y quitarle toda la ropa mojada porque yo no estaba en condiciones ni mucho menos, para hacerlo por mí mismo.

- ¿Killian? - preguntó en cuanto la dejé sobre la taza del inodoro para poder agacharme y quitarle los zapatos.

Joder como me duele la cabeza.

- Te has quedado dormida en el trayecto. Supongo que tanto pelear te ha dejado agotada.

Por decirle algo, porque sabía que lo que la tenía así de agotada era la cantidad de horas que se pasaba bailando, trabajando y complaciendo al idiota ese que se había echado por novio. Pero preferí quedarme callado y aguantarme las ganas de vomitar que tenía encima mientras ella se dedicaba a observar todo a su alrededor. Seguramente sorprendida por ver como alguien de mi edad podía vivir en una casa que podría haber decorado la vieja del visillo.

- ¿Dónde estamos?

- Mi casa. Vivo con mi padre - digo poniéndome en pie a duras penas. Cada vez era menos consciente de mis sentidos, y ella se dio cuenta enseguida.

- Yo puedo sola - susurró entonces. Y la miré sabiendo que estaba poniendo un tope a mucho más que mi ayuda para que se quitase la ropa. Así que asentí y salí de allí sin querer si quiera mirarla, porque sabía que si lo hacía no iba a tardar más de dos segundos en tirarme sobre ella.

- Puedes coger todo lo que quieras. Ahí están las toallas. No cojas la celeste.

- Killian - susurró, y me recorrió un escalofrío por toda la espina dorsal.

Me giré, y por primera vez en mi vida pude ver a una Julieta indefensa. Una Julieta que necesitaba ayuda y que se estaba dejando ayudar. Por mi. Primera y única vez que la veía abrirse un poco y era por mi. Joder, ¿cómo pretendía alguien que no me fijara en ella?

- Gracias Killian.

Y sin más, salí de ahí.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora