Empecemos en la ducha

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#Killian

Nunca me había parado a pensar cuantos días estaba con las tías hasta que me cansaba. Supongo que algunas duraban horas y otras semanas, sin embargo, estos cuatro días con Julieta se estaban grabando en mi piel a fuego lento y dejando marca. Había hecho migas con mis amigos, especialmente con Travis. Se paseaba de aquí para allá mientras ensayábamos con su amiga Melo, quien por cierto empezaba a caerme bastante bien. Mantenía ocupado al imbécil de Denise, y me daba tregua con la pelinegra. Era el trato perfecto.

Pero lo bueno dura poco. Y a mí solo me quedaba un día y medio.

Entré por su casa como si fuera la mía, había trucado puertas miles de veces cuando era un niñato. Y aunque la primera vez que lo hice hace dos días, Julieta me hizo un placaje que me dejó tumbado en el suelo. Se había acostumbrado a mi presencia casi tanto como a mí me gustaría. Pero sé que intentaba evitar a toda costa acostumbrarse a mí demasiado, y lo que ella no sabía era que ya no iba a poder mirar a ese desgraciado a la cara nunca más sin acordarse de mí, porque antes se la partiría yo.

Dejé mi móvil en la encimera de la barra americana que había en su piso, y me apoyé en ella mientras la miraba moverse de un lado a otro haciendo piruetas con total maestría. Pero algo pasaba, podía tener puesta la cosa esa que le hacía verse tan jodidamente increíble y que apenas dejaba nada a la imaginación. Y aún así podía darme cuenta de que algo estaba rondando por esa maquiavélica cabeza que tenía. Tan increíblemente fría y autoritaria por fuera, y tan sensual y delicada por dentro.

- Te he visto bailar otras veces - digo sin apartar la mirada de sus movimientos.

Ha movido todos los muebles de sitio para hacerse más espacio en el que poder bailar. Y no me ha dirigido ni una sola mirada desde que he entrado.

- ¿Qué significa eso, rubio? - pregunta en respuesta mientras gira con la misma precisión de un francotirador. Su cabeza gira tan rápido hacia el punto donde pretende mantener siempre la mirada, que estoy por ponerme justo ahí para que me mire mientras le hablo.

- Pensar de más te va a matar, Julieta.

Para de un momento a otro y se estabiliza sobre sus pies con increíble maestría, entonces me mira y se acerca lentamente hacia mí sin dejar de quemarme los ojos. Sé que tiene algo que decirme y que además no me va a gustar, cuando pone su mano en mi nuca para hablarme, como si quisiera reconfortarme antes de la paliza.

- Dilo ya antes de que empiece a romper todos los muebles de esta casa, venenosa.

- Sabes que no dejaría que eso pasara.

Me río amargamente. Todavía se cree que puede conmigo.

- No quiero contártelo ahora.

- ¿Porqué? - pregunto tajante. Ahora soy yo quien quita su mano de mi cuello para obligarla a que me mire.

- Porque no, Killian. Sabes que no me gusta dar explicaciones.

Por ahí no, diabla.

- No te tenía por una cobarde.

- Déjame que te lo cuente mañana.

- ¿Porqué tendría que hacer eso, Julieta? ¿Porqué tendría que soportar verte así hasta mañana? - le digo con mi mano enroscando su cuello para que me mantenga la mirada fijamente.

-No voy a estar así hasta mañana.

- ¿Porqué no puedo saber que es lo que te tiene así?

- Porque hace tiempo que cruzamos los límites, y ahora sé que no me obligarías a hacer nada que me pudiera hacer daño.

La suelto.

- Yo que tú, no tentaba la suerte.

Me doy media vuelta y me voy a su habitación para tenderme en su cama. Pero ella no tarda en llegar tras de mí y apoyarse en el marco de la puerta de su cuarto para mírame a la cara. Ni siquiera está contenta, y apuesto lo que sea a que este rato de alargamiento colectivo lo está produciendo el hijo de puta del viejo pedófilo que tiene como profesor.

- Quiero disfrutar del tiempo que nos queda juntos, Killian - me dice resignada.

El tiempo. Siempre el puto tiempo.

- Dúchate y cámbiate que nos vamos.

La pillo completamente desprevenida.

- ¿Qué? ¿A dónde?

- He traído la Harley, saldremos a cenar.

- Así que me está pidiendo una cita el tipo más duro con el que he lidiado en toda mi vida.

Genial. Ahora se divierte a mi costa.

Creo que te has equivocado de rival, venenosa.

- Yo no tengo citas, diabla, solo te voy a llevar a que te comas una hamburguesa de verdad antes de que vuelvas a tus mierdas de dietas esas que hacéis las bailarinas flacuchas como tú.

- Vuelve a llamarme flacucha, y te dejo con un solo testícu*o.

- No, que nuestro hijo además de ser descarado como sus padres, también tendrá que ser guapo.

Casi quiero desp*loarme en su cara cuando veo su reacción.

- Dúchate ya, Julieta. Solo estaba bromeando.

- Perdón, es que no estoy acostumbrada a tratar contigo así.

- ¿Así como? - pregunto cruzando las manos por detrás de mi cabeza mientras la contemplo de espaldas a mí para elegir la ropa que va a ponerse.

- Bromista, suelo obtener siempre tu lado más psicópata.

- Buena va a hablar de psicopatía - susurro.

- ¿Qué? ¿Has dicho algo?

Su ceño fruncido me hace levantarme y cogerla de la muñeca rápidamente para ponerla en la cama hasta dejarla debajo de mi cuerpo. Esta vez no pone oposición alguna. La muy z*rra está sonriendo en mi dirección descaradamente.

- Decía que ya verás más partes de mí.

- Así que hijos, ¿eh?

Casi sonrío. De no saber que había pasado de mi respuesta porque eso le llevaba a a considerar un futuro próximo juntos, mientras que el tema con el que ella había salido era algo sobre lo aue bromear. Pero me olvido de eso y me centro de nuevo en sus labios deseosos de que los pruebe de una p*tal vez ya hoy.

- Podemos ir creando pequeños demonios ya si quieres.

- Empecemos en la ducha.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora