Killian.
Un ramo de rosas enormes, un oso de peluche... yo no regalaba este tipo de cosas. Ashton se había reído de mi tan pronto como se lo habían dicho. Casi le parto la cara esta mañana, no tenía porque enterarse. Al igual que la discográfica no tenía porque hacerme pasar por este maldito ridículo. Bastante hacía con estar aquí de forma pública.
No me importaba hacer feliz a una fan, había luchado toda mi vida para ello, pero si que era cierto el hecho de que no me hacía ninguna gracia que las cámaras nos siguieran. Así que cuando llegué le entregué los regalos a los padres de la muchacha que iba a conocer, los saludé de la forma más amable que pude y me hice fotos con ellos para la dichosa colaboración con nosequé revista.
Me daba asco como en esta industria todo era marketing.
- ¿Tienen que estar aquí cuando vea a la chavala?- susurro a Gordon sin que la familia se entere.
La madre tenía unas ojeras terribles por debajo de los párpados, y el padre parecía no haber dormido en años. No entendía siquiera como habían sacado fuerzas para saludarme. Yo apenas tengo capacidad de seguirle el juego a George, que es la persona más afín a mi padre, no me quiero imaginar como se deben sentir ellos.
-Perece que hay algo de corazón detrás de todas esas palabras de chico duro.
- Voy a entrar sin ellos- anuncio haciendo caso omiso a su comentario.
- Necesitas una foto para poder pagar tus dichosos viajes, Killian- le fulmino con la mirada- Además, me lo debes
- Yo jamás le he debido nada a nadie- respondo apretando con todas mis fuerzas sobre la quemadura del cigarro que está señalando.
Abro la puerta que hay tras de mí sin mirar siquiera a los padres de la chica para pedir permiso, o a Gordon para que pueda contestarme. No me importan ninguno de ellos, y por más h*jo de p*ta que sea, no iba a hacer pasar a una chavala enferma de cáncer por un numerito de cuarta. Yo ya sabía lo que era lidiar con una enfermedad incurable, tampoco iba a joderle más la vida.
- Has venido- su voz me petrifica.
Como si fuese el sonido del canto de las sirenas, levanto la cabeza tras coger aire para encontrarme con los ojos más bonitos que había visto nunca. Tenía unos tubos conectados a los brazos y a su nariz, pero estaba radiante. Sus ojos brillaban, el sol que entraba por la ventana le hacia parecer una muñeca de porcelana, estaba delgada y se notaba que la enfermedad la había devorado por completo. Pero de repente sentí que empatizaba con ella.
- Buenas, yo soy...
- ¡Killian! ¡Killian Stone!- dijo con una sonrisa de infarto.
- Veo que te sabes mi nombre- contesto acercándome a ella para darle dos besos.
Lo cierto era que olía a hospital. A bata de médicos. A días encerrada. A lo que le esperaba a la pobre muchacha. Pero cuando me separé de ella. noté su mano sobre la mía. Sonreí sin saber muy bien qué hacer, y decidí centrarme en mirarla. Era muy bonita.
- Tu pelo... es muy bonito- quise decir como cumplido.
Pero como siempre, la cagué.
- Gracias, es una peluca. Mi madre la compró para mí en un momento de lucidez.
¿Lucidez?
- Eh, que no te de vergüenza. Ya quisiera más de una que las pelucas le sentaran como te sientan a ti- le digo levantándole el mentón con mi mano cuando la veo avergonzarse de sus palabras.
- Gracias.
A continuación diré que no sé qué se grabó más a fuego en mí, si la calada de ojos que me dio. O, el balbuceo que se escuchó al otro lado de la habitación. Los instantes se hicieron horas mientras yo miraba a esa niña, rubia como la candela, durmiendo plácidamente en un sofá de mala muerte.
No sabía qué decir, ni cómo actuar. Los niños nunca habían sido mi fuerte.
- Es mi hija Lía- dice sonriendo con dulzura sin dejar de mirarla.
No me extrañaba, hasta a mí se me había revuelto algo por dentro al ver la imagen. Esa niña parecía un ángel, sonriendo mientras soñaba como si no supiera lo que le esperaba en el mundo real. Me sentí mal al instante por la chica. Qué h*ja de p*ta podía ser la vida cuando quería.
- ¿Cuántos años tienes?- pregunté sin tacto alguno. Me daba absolutamente igual de lo que fuese a quedar, algo me decía que tenía que saber más.
- Veintidós.
Dios mío.
- ¿Y su padre? ¿Porqué no está aquí contigo?- la vi agachar la cabeza con vergüenza y supe que lo que me estaba por contar, no me iba a gustar ni un pelo.
- Tenía novia cuando le conocí, y yo lo supe cuando ya me había enamorado de él. A los cuatro meses me quedé embarazada, con apenas diecinueve años, estaba aterrada porque no sabía como iba a cuidar a mi madre y a un bebé a la vez. Incluso pensé en... abortar- susurra esto último como si la niña se fuese a enterar.
- ¿Qué le pasa a tu madre?- pregunto quitándole las lágrimas de sus preciosos ojos.
Joder, que malditas ganas tengo de fumarme un piti ahora mismo.
- Le diagnosticaron hace cuatro años Alzheimer prematuro.
No me jodas.
- ¿Y tu padre?- pregunto con la mandíbula apretada mientras aparto la mirada para no verla llorar más- le he visto fuera. Parece un buen hombre.
- Ese hombre no es mi padre, es el novio de mi madre. Pero que no te engañen sus ojeras, solo es un enganchado que está aquí para evitar que mi madre le deje y con ello le corte el dinero que le da por la paga que recibe para sus tratamientos y medicamentos.
Silencio en la habitación. Todo lo que se escucha es la respiración de la bebé.
- Y yo que pensaba que mi vida era una mierda...- la escucho reírse suavemente.
Y sin venir a cuento, eso me hace feliz.
- ¿Cómo puede llevar una vida de mierda una estrella del rock, Killian Stone?
Eso mismo digo yo. Cómo podía seguir así.
La miré buscando una respuesta, y me topé con muchas cosas nuevas en sus ojos.
-Oye, ¿Como te llamas?- pregunto fijándome en sus pecas rubias.
- Sara, Sara Hiland.
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JUGANDO CON EL DIABLO.
Teen FictionSi tan solo Marc hubiera decidido no abrir el bar ese día. Si Melody no hubiera faltado ese día al trabajo porque estaba mala. Si Marc hubiera contratado a otra banda en vez de la suya. Si no hubiera puesto sus ojos en mí para cautivarme sin él más...