Una canción

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#Kilian

Ella mira demasiado
Me regala su perfil
Que la arranquen de mi lado
Quiero olvidar, quiero olvidar
Colmillitos afilados
Cuéntales lo que te di
Cada noche en los tejados
Quiero olvidar, quiero olvidar

Y no sé, no sé, no sé... si esto es lo que quiero
Y no sé, no sé, no sé... si lo voy levantar
Y no sé, no sé, no sé... si estoy ardiendo
No me sale la voz, y quiero pedirte tiempo

La silueta del pecado
Diseñada para mí
Chica léeme los labios
Quiero olvidar, quiero olvidar

Y no sé, no sé, no sé... si esto es lo que quiero
Y no sé, no sé, no sé... si lo voy levantar
Y no sé, no sé, no sé... si estoy ardiendo
No me sale la voz, y quiero pedirte tiempo

- ¿Es para mí? ¿Estás escribiéndome una canción?

Levantó la cabeza para verla mirándome fijamente desnuda y envuelta en las sábanas de mi cama de uno noventa. Increíblemente guapa para no haber siquiera amanecido, y descubriendo una parte de mí que nadie había visto antes.

- ¿Cambiaría algo si te dijera que sí? ¿Qué es para ti? - pregunto dejando la libreta a mi lado en el escritorio.

- Me gusta, nos define perfectamente.

Claro que nos define. Escribirla me había estado rasgando la garganta toda la noche, pero me dolía mucho más levantar la mirada para encontrármela a ella en un sitio donde seguramente no iba a volver a verla más.

- Ya - dije con una expresión amarga. Me sentía tan sumamente desgraciado...

- ¡Hijo! ¡Killian!

Vi la cara de sorpresa de Julieta al escuchar a mi padre, seguramente ella ya se habría olvidado de ese pequeño detalle. Pero yo salí corriendo solo con mis pantalones puestos, no era normal que mi padre se levantase en mitad de la noche y recordando mi nombre. Eso solo era echarle más leña al fuego que llevaba ardiendo dentro de mi cabeza toda la noche.
Cuando llegué a su habitación, lo encontré tirado en el suelo como el que se cae de una litera. No tardé en cogerle por los brazos y volver a sentarlo sobre el colchón. Miré disgustado su cara y sus piernas, lo examiné y quise matarme por haberle descuidado esta noche.

-¿Qué estabas haciendo? ¿Te has hecho daño? - pregunto mientras le subo el pantalón por la pierna para poder ver la piel de sus rodillas, igual que a un niño pequeño.

- Yo... la zapatilla. Hijo, ha sido la zapatilla.

Me fijo en las zapatillas que se pone cada mañana, perfectamente cuadriculadas a los pies de su cama como cada día. Y enseguida sé lo que ha pasado.

- No te acordabas de cómo ponerte las zapatillas, ¿verdad?

Suspiro cuando le veo agachar la cabeza avergonzado. Me pongo de nuevo en pie y salgo de la habitación para ir hasta el baño en busca de la crema para los golpes que llevo comprando años. Para cuando salgo del baño, me topo con la imagen de la pelinegra descalza y con una de mis camisas puesta, dejando al aire sus infinitas piernas. Tengo que obligarme a apartar mis ojos de ella para seguir mi camino, pero como siempre, la muy descarada intercede en mis pasos.

- Killian.

- Espérame en la habitación, no voy a tardar.

- Puedo ayudarte.

Un "crack" resuena en mi interior.

- Gracias. Pero no.

Por no decirle que no quería su ayuda porque no iba a volver a ayudarme más. Por no decirle que no quería que mi padre la viese, para que no se hiciera ninguna ilusión. Por no decirle que si compartía con ella algo de tanta importancia para mí, ya no iba a volver a ver una vuelta atrás. Y ella no estaba dispuesta a cambiar nada de lo que tenía por mí, mucho menos por la vida que yo le había estado mostrando estas últimas veinticuatro horas.

La dejé en mitad del pasillo y volví hasta donde mi padre se encontraba mirando su piel rojiza como un bebé, le eché la crema y la unté antes de asegurarme de que se tomase las pastillas que le tocaban en un rato. Me aseguré de que volviera a quedarse plácidamente dormido, y salí de aquella habitación, dudando si meterme en la mía.

- Hola - susurra la pelinegra sentada en mí daba con la espalda apoyada en el cabecero - ¿está mejor tu padre?

- Sí, solo ha sido un susto - digo sentándome a su lado en la cama.

- ¿Quieres hablar de ello? - me pregunta sin moverse.

¿Quiero? ¿Quiero contarle algo sobre mi padre a ella?

- No, quiero tumbarme aquí y disfrutar del tiempo que nos queda juntos antes de que te vayas y no mires atrás aunque sea para despedirte -digo mientras me tiendo a su lado mirando al techo.

- Killian, quería decirte algo.

- Adelante.

- Fai se va de viaje en una hora.

- Tú profesor, si - digo sin querer mirarla. De repente la boca me sabe amarga.

- No va a estar durante cuatro días, Killian.

Ya la estaba pillando. Era una cabrona.

- ¿Quieres que haga de amante mientras tu novio está fuera? ¿En qué momento se han invertido los papeles?

Estaba siendo un completo idiota con ella. Pero solo quería que abriera los ojos y dejase de una vez a ese desgraciado que podría ser su padre.

- Lo pillo, ha sido una mala idea. No tienes que comportarte como un capullo conmigo.

Y cuando la veo que va a levantarse de la cama supongo que para vestirse e irse, la detengo cogiendola del brazo y tirando de ella hacia mí hasta dejarla sobre mi cuerpo y a centímetros de mis labios. Enseguida noto lo duro que eso me pone, y ella lo nota también porque su sonrisa de triunfadora descarada reluce en toda la habitación.

- Cuatro días son suficientes para mí, Julieta. Sé que tarde o temprano acabarás dejando a ese tipo, entre vosotros dos no hay nada.

Mi corazón se ensancha cuando la escucho suspirar aliviada al apoyar su cara sobre mi pecho. Incluso veo como una casi imperceptible sonrisa aparece y se borra rápidamente de su cara. Por lo que me acerco a su cabeza y le planto un beso allí, preparándonos para lo que se nos viene encima.

- Empezaremos por el desayuno, vas a conocer a mi padre.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora