Killian.Horas y horas de avión pensando en como me había sentido hablando con esa chica. Meses y meses hasta lograr algo más que indiferencia en una tía. Siempre era lo mismo desde... ya sabemos quién. Ahora solo pensaba en la vida tan desgraciada que le había tocado vivir y en lo identificado que me sentía con ella. En su caso...
Su madre tenía Alzheimer, como mi padre.
No tiene padre, ni yo madre. Y eso no va a cambiar a estas alturas de la película.
Su padrastro se droga, y en mi caso me drogo yo.
Solo había una diferencia. Una única y grandísima diferencia. Y es que ella con unos cuantos de años menos que yo, ya era madre... ¿y qué iba a ser de esa niña? ¿La reconocería su padre en algún momento? ¿Estaría su abuela lo suficientemente capacitada como para cuidar de ella? ¿Se la quitarían los servicios sociales?
Basta.
Basta.
Basta.
Ni siquiera me gustaban los críos. Ni siquiera conocía a Sara de más que ese día. Tampoco podía hacer yo gran cosa más que apoyarla y subir mi foto a las redes para que la gente siguiera donando en su tratamiento, tal y como había hecho ya yo.
- Killian, hemos llegado. Vamos.
-Recuérdame porque has tenido que venir, Denise- digo cogiendo mi equipaje de mano para salir del avión tras mi amigo.
- Porque te desvías, y no necesitas para nada estar solo. SI de normal ya estás como una cabra, empeoras cuando piensas en esa mujer, y para colmo quieres estar solo en este pueblo ahora lleno de paparazzis.
-¿Qué hablas? ¿Qué paparazzis? ¿Quién te crees? ¿Justin Bieber?
Me río, a mi amigo se le había subido muy pronto la fama a la cabeza.
- Algún día, esto que te digo será verdad, y los flashes te cegarán tanto que no podrás ni ver el suelo por donde andas - anuncia antes de pasar por los detectores para salir del aeropuerto.
- Sabes que no busco ese tipo de fama...
- Nadie elige el tipo de fama que le toca, Killian.
Tomamos un taxi tan pronto como se para uno frente a nosotros. Mark no había podido venir a por nosotros, y yo tenía a George encargándosede papá las veinticuatro horas del día junto con las mujeres a las que pagaba para que no le faltase de nada. Llamaba cada día, pero nunca me parecía estar dándole suficiente cuidado.
- Bueno, te veo mañana por la tarde hermano.
Ni veinticuatro horas en familia... perfecto.
-Claro, adiós tío.
Tan pronto como me salgo del coche, siento la culpabilidad pesando a kilos sobre mi cuerpo. El hecho de estar lejos de mi padre sigue inquietándome, pero no me quedaba otra si quería lograr mis objetivos. Además, era la mejor forma de darle una buena vida que había conseguido encontrar. Lo demás no era importante.
- ¡Papá! ¡Papáaaaa! ¡Estoy en casa, papá!
Voces en la salita, risas y música de Frank Sinatra. Dejo la mochila a un lado en la entrada y camino por el pasillo mirando los cuadros de mi infancia que cuelgan por todas partes. De alguna u otra forma, cada vez veía más lejana esta casa, nunca había terminado de sentir que fuera un hogar para mí.
Pero el hombre que se movía imitando los pasos de baile de George, si que lo era.
- ¡Pero mira quién ha venido! ¡Si es el hijo predilecto!
George gira a mi padre de inmediato antes de bajarle el volumen la música para observar la escena. Mi padre enseguida se abalanza hacia mi para abrazarme y ponerse a llorar como si de un niño pequeño ala ue se le acaba de romper su juguete favorito, se tratase.
- Eh, papá, papá. No te preocupes, ya está, estoy aquí. Estoy aquí.
- Hijo, estaba muy preocupado. Estás más delgado.
Sonrío para tranquilizarlo mirando a George, parece que hoy está teniendo un muy buen día.
- Eso son las chicas, Ray, ¡que no lo dejan! ¡Acuérdate de nosotros a su edad! ¡Qué tiempos aquellos, eh!- dice mientras se sienta en el sofá poco a poco con una sonrisa en la cara.
Yo ayudo a mi padre a hacer lo mismo mientras me aseguro de que no olvide como debe sentarse.
- Me acuerdo.
Dios mío, se acuerda. Hoy se acuerda de algo que tiene más de cincuenta años pasados.
- ¡Cuéntanos Ray!
- A mí me gustaban todas, todas, todas. Pero me acuerdo de la madre de Killian. Con el mismo color de pelo que él. Rubia y guapísima. Muy alta también. Alemana de pura cepa. Me hizo perder la cordura el día que me dijo... ¿qué me dijo? ¿alguien se acuerda?- pregunta mirándose las manos, logrando que un escalofrío me recorra la espalda de arriba abajo.
- Oye Kilian, ¿qué tal con la chica enferma? - pregunta George captando la atención de mi viejo- se ha hecho muy famosa... y su foto contigo y un ramo de rosas encima de su cama, está por todas partes. Hoy mismo lo hemos visto mi mujer y yo en las noticias.
La "Chica enferma" tenía nombre, y me daba asco escuchar que alguien pudiera llamarla así.
- No, hijo no, ¿qué tal con la mujer que trajiste aquella vez a casa? ¿te acuerdas? -pregunta mi padre en otro lapsus de lucidez- era muy guapa... y muy lista. Pensé que la próxima vez que vinieras, la traerías también.
- No papá, ya te lo he dicho unas cuantas veces. Ella no va a volver más aquí. Ya no hay nada más con ella- anuncio de mala gana echando la cabeza hacia atrás en el sofá a la espera de que se zanje el tema ya.
- Julieta Woods. Así se llamaba, ¿verdad?
George me mira como si me estuviera pidiendo perdón por el inevitable comportamiento de mi padre. Yo me levanto y cojo el paquete de tabaco para irme a fumármelo a la calle.
- No te vayas Killian, cuéntanos algo más de esa chica, la enferma. ¿La vas a volver a ver?
- George, la "enferma" tiene nombre y se llama Sara. Y sí, sé que tiene la propia sesión de quimioterapia dentro de cuatro o cinco días, iré con ella.
- Vaya, qué cosas más entregadas os mandan a los artistas.
Ya, será eso.
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JUGANDO CON EL DIABLO.
Teen FictionSi tan solo Marc hubiera decidido no abrir el bar ese día. Si Melody no hubiera faltado ese día al trabajo porque estaba mala. Si Marc hubiera contratado a otra banda en vez de la suya. Si no hubiera puesto sus ojos en mí para cautivarme sin él más...