#KillianLa lleve conmigo en mi coche a dejar a mi padre en casa de George, ella iba sentada en los asientos de atrás totalmente callada, con uno de mis pantalones de chándales y una sudadera negra a conjunto. Llevaba la ventana abierta y el viento le levantaba el pelo suelto constantemente como una loca, pero a ella no le importaba. Se había pasado todo el trayecto escuchando a mi padre y contestando muy de vez en cuando, mientras asomaba apoyaba su cabeza en el marco de la puerta.
Ella, que era una bola de dinamita a contrarreloj... parecía estar por una vez en paz.
- Espero verte muy pronto, Julieta Woods.
El hombre que no sabe ni cómo se llama, se ha aprendido su nombre y su apellido mejor que el de su propio hijo. ¿Cuántas señales más tenia que enviarme el destino para demostrar como calaba ella en cualquiera?
- Por supuesto, Ray - le responde la muy descarada con un guiño de ojo.
Vaya, ya no es el señor Stone para ella.
- Adiós papá. Después paso por ti.
- ¡Ray, amigo! - grita George bajando las escaleras de su porche como cada día.
- Vaya, que casa tan bonita - susurro como cada mañana.
- Vaya, que casa tan bonita.
Adiós lucidez. Mi padre vuelve a no saber dónde está.
- Te gusta, ¿eh? - pronuncia George llegando hasta él para llevárselo mientras me dirige una mirada de empatía y levanta la mano para saludarme. Yo aprieto fuerte la mandíbula y asiento lentamente en su dirección a modo de despedida, antes de poner el coche en marcha y volar por las calles de este asqueroso pueblo.
- ¿Quién era ese hombre? - pregunta la pelinegra mientras se pasa al asiento del copiloto sin importarle la velocidad que llevamos en lo más mínimo.
- ¿Pero que cojones haces? ¿Es que no ves la velocidad a la que llevo el coche? - le digo mientras levanto el pie del acelerador malhumorado.
Puta loca de mierda.
- Te has saltado tres semáforos en menos de cinco minutos. Podríamos haber tenido mucho más que un choque.
- ¿Y eso te da igual? - digo mirando por el rabillo del ojo como se sienta con las piernas pegadas al pecho.
- Tu podrías hacerme más daño que cualquier otra persona en el mundo, Killian. Pero estoy segura de que nunca dejarías que me pasase algo.
Me callo. Sabe muy bien cómo mover sus cartas.
- Yo no estaría tan seguro.
- ¿De verdad serías capaz de hacerme algo malo, rubio?
La miro duramente cuando posa su pie sobre mi paquete y aprieta levemente sobre el pantalón. Es una caprichosa. Una niña aún muy mimada y consentida.
- Estás muy acostumbrada a tener todo lo que quieres cuando quieres.
- Sí - dice sonriendo mientras se muerde el labio y me mira de forma penetrante.
- Bien. Porque yo también estoy acostumbrado a eso.
Giro el volante y aparco frente a la cochera donde ensayamos siempre. Ella dirige su mirada hacia mí en cuanto se da cuenta del lugar donde estamos, la última vez que estuvo aquí nada acabó bien del todo. Así que quito las llaves del contacto y me bajo del coche para llagar hasta ella y sacarla de un jalón hasta ponérmela como si fuera un saco de patatas en el hombro mientras me encamino a la puerta.
- ¡Killian, creía que íbamos al centro comercial a comprarme unos zapatos! - la escucho chillar mientras yo avanzo hasta dejarla sobre el viejo sofá donde foll*mos la última vez.
- No, así me aseguró de que no te largarás por tu cuenta cuando te de uno de esos brotes psicopatás que te dan.
- ¿Tengo que recordarte que sé defenderme cuerpo a cuerpo ante lo que dices? - dice retándome con la mirada- podría tumbarte en el suelo si quisiera ahora mismo.
- Yo solo te dejaría que lo hicieras, si es para acabar foll*ndome. De lo contrario, te aplastaría el cuello.
Sonríe. La muy hija de puta me mira con una gran sonrisa en su cara para a continuación echar un vistazo a las cosas que he dejado en la mesa que tiene frente a ella. Aparta la llave suavemente, coge la cajetilla de cigarros, saca uno y se lo pone entre los labios para encenderlo mientras mantiene el contacto visual conmigo.
- ¿Vas a ensayar? - pregunta al verme afinando la guitarra.
- ¿No es obvio?
- Simpático - susurra antes de darse la vuelta.
- Bonito- susurro como respuesta mientras aprecio su culo enfundado en mi ropa.
No puedo verla ahora mismo, pero sé que está sonriendo. Se siente orgullosa de cualquier parte de su cuerpo, ama su figura casi tanto como lo hago yo.
- ¿Puedes tocar algo lento?
- ¿Qué te piensas que canto? ¿Cursilerías para crias de dieciséis años?
- Si me vas a tener aquí viéndote tocar, por lo menos déjame que ensaye yo algo también - dice haciendo una breve pausa- Por si no lo sabes, tengo una disciplina que acatar.
Comienzo a mover los dedos sobre los acordes de la guitarra para hacerla callar y no formar aquí la tercera guerra mundial. Me apoyo sobre un enorme altavoz apagado mientras la observo tranquilamente. La diabla se quita mi sudadera quedando solo en pantalón, calcetines y sujetador. Su pelo largo cae por encima de sus tet*as y sus manos se mueven calentando como si fuera aire. Cualquiera que la pudiera ver cómo lo hago yo ahora, pensaría que está hecha de aire. Sus movimientos son suaves y precisos, parece tremendamente delicada ante mis ojos, y la sencillez y flexibilidad que muestra a cada paso, me hace tener que tragar duro para controlarme y no ir hasta ella. Sé que en parte lo está haciendo aposta porque sabe lo poderosa que es, porque está harta de seducir a hombres, porque no le queda ningún gesto o mirada por aprender.
- ¿Lo estás haciendo aposta? - pregunto cuando terminó la primera canción, queriendo saber su respuesta. Su posición de piernas abiertas y caderas hasta el suelo la delatan, pero no más que la ligera sonrisa que me dedica.
- Si.
- Bien.
Es todo lo que digo antes de volver a tocar con la guitarra algo suave pero más intenso. Ella se mueve como una serpiente antes mis ojos siguiendo el ritmo de la música. Yo estoy embelesado con su cuerpo, sus manos. Ahora ya no está bailando ballet, ahora ya no hace estiramientos. Ahora baila como cuando se baja de la barra con un antifaz puesto y se dirige hacia mí mientras se suelta el cordón del pantalón y lo deja caer. Para cuando sale de ellos, yo ya estoy de pie. Y la dejo bailar para mi.
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JUGANDO CON EL DIABLO.
Teen FictionSi tan solo Marc hubiera decidido no abrir el bar ese día. Si Melody no hubiera faltado ese día al trabajo porque estaba mala. Si Marc hubiera contratado a otra banda en vez de la suya. Si no hubiera puesto sus ojos en mí para cautivarme sin él más...