Diez preguntas.

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#Julieta

Intenté olvidarme de la llamada que me hizo Fai antes de que Killian llegase al piso. Intenté que él se olvidara también de lo que le había dicho, y quise estrujar el tiempo con él hasta que no quedase ni un solo segundo sin aprovechar. Por eso me había puesto un vestido rojo ceñido, con la espalda fuera pero mi pelo negro suelto y lacio. Tal y como al rubio le gustaba, quizá por eso me había comido con la mirada en cuanto me vio frente a él.

- ¿Qué te has hecho en los labios? - preguntó acercándome de la cintura hasta su cuerpo.

- Perfilarlos- respondo lamiendo los suyos.

No tarda en comerme la boca como si lo llevara necesitando hacer años. Gruñe cuando toca mi piel desnuda en la espalda y se da cuenta de que no llevo sujetador tampoco. Yo sonrío para mis adentros glorificando e por tan buena elección, y después le bajo lentamente esa misma mano hasta el comienzo de la abertura de mi espalda, para que vea que tampoco llevo nada puesto en la parte de abajo.

- Debería castigarte por esto - susurra antes de morder mi oreja.

- Sí, deberías - contesto mientras sus ojos y los míos luchan en un debate por ver quién puede más.

- Vamos.

Y me siento como una p*ta diosa cuando le escucho el tono de su voz ronca y veo como traga duro antes de cogerme la mano y tirar de mi como si llegásemos tarde a alguna parte. Hoy tiene más aspecto de tío mafioso que de chico malo, pues por algún motivo viene con una camisa negra metida por dentro del pantalón, mangas remangadas hasta los codos, y con los tres primeros botones abiertos, dejando ver a todo el mundo el enorme chupetón que le hice anoche justo encima de la clavícula.

- Debería taparte eso con maquillaje, todavía estamos a tiempo - le digo mientras bajamos en el ascensor.

- Déjalo como está. Es una pena que tú no tengas otro para que lo vean todos.

- No necesito que nadie me marque como si fuera un perro - respondo desafiándole con la mirada.

- Los dos sabemos que ese no es el motivo por el que no me dejas hacerlo, pelinegra.

Me acerco peligrosamente hacia él mientras mis botas militares de tacón resuenan a la vez que las puertas comienzan abrirse, pero no me achanto por quien pueda vernos, y paso el dedo índice por encima de su mi*mbro. De arriba abajo, lentamente y sobre la tela sin dejar de mirarle.

- No hagas que me enfade Killian - susurro en su oído.

Entonces me coge el dedo y me lo retuerce hasta hacerme girar y dejar mi espalda pegada a su pecho mientras avanza hasta la salida de mi bloque conmigo completamente inmóvil. Siento como su amigo presiona sobre mí a cada paso que damos, y me doy cuenta de que está disfrutando de cada segundo de esto, cuando saluda con la cabeza al hombre que pasa por nuestro lado como si nada. Yo estoy que echo humo porque por primera vez, no sé cómo deshacerme de su agarre. Así que sonrío cuando meto mis manos en sus bolsillos y saco lo que quería de ellos.

- Hija de ...

- No puedes jugar con fuego y pretender no quemarte conmigo, rubio.

Mis piernas tiemblan cuando enrosca su mano en mi cuello hasta hacerme sentir un leve dolor que más que dañarme, me gusta.

- Lo que necesito que entiendas de una p*ta vez, que pareces que no te enteras Julieta, es que a mí el fuego no me asusta.

Y antes de que pueda darme cuenta, él ya tiene las llaves de la moto nuevamente en su mano, y está poniéndome el casco mientras me mira a los ojos como si nada, como si no fuese consciente del aura de sexo y posesión que se acaba de formar entre ambos. Las ganas que le tengo en este momento, parecen ser totalmente recíprocas, cuando tras asegurarse de que no se me suba el vestido para que nadie pueda ver nada, también se pasa conduciendo casi todo el camino con una mano en mis piernas reclamando lo que cree que es suyo. Yo le distraigo de la carretera de vez en cuando moviendo mis manos por donde no debo.

Pero eso a él no le molesta. De hecho, le pone.

- Estamos aquí - anuncia tajantemente cuando frena en seco frente a un bar de mala muerte.

Apenas me da tiempo a observar nada, cuando él ya se ha bajado con su casco quitado y me ha quitado el mío para lanzarse a mi boca y devorarla mientras me tira del pelo con una mano e introduce bajo mi vestido la otra. A mí, que me encuentro todavía sentada en la parte trasera de su moto, me parece completamente candente cada uno de sus movimientos. Tanto es así, que le cojo del cuello para atraerlo hacia mí y que se de cuenta de lo mucho que le deseo justo en este momento.

- Verrücktel teufel.

- Ya. ¿Donde me has traído?

- Estamos en un sitio donde vas a comer comida de verdad y no esa pu*a mie*da que tomáis las bailarinas.

- Solo por hoy, Kilian - digo entrando al sitio por delante de él sin molestarme ni en mirarlo.

- Solo por hoy, nena.

Me fijo en el lugar, que parece estar sacado de una película de los setenta o noventa. El tipo de la barra alza la mano cuando ve al rubio, y sonríe haciendo que mi cuerpo de un paso hacia atrás hasta chocar mi cuerpo con el del loco que me acompaña.

- Disimula tu sorpresa. Solo le queda un diente por causas nobles, algún día te contaré la historia.

- ¿Has venido mucho por aquí? - pregunto mientras me siento frente a él en uno de los asientos rojos.

- Mi padre me solía traer cuando... bueno, ya sabes. Cuando todavía estaba cuerdo.

Le acaricio la cara con cariño como no he hecho nunca con nadie, cuando me acerco a él. Y entonces se me ocurre la mejor de las ideas.

- ¿Y si jugamos al juego de las diez preguntas?

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora