Mala idea.

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#Killian

- No me van esos juegos de niñitas - digo dándole un trago al refresco que acaban de servirnos.

En realidad no me importaba en lo más mínimo a lo que quiera Julieta que jugásemos, solo soltaba ese tipo de comentarios para sacarla de sus casillas y dejar que peleara un poco conmigo. Así ella descargaba su tensión con alguien, y yo me divertía un rato. Además, tampoco era como si yo tuviera algo que ocultarle a estas alturas.

- No me saques de quicio Killian, porque igual que estamos hablando ahora mismo, cojo el cuchillo que me han puesto aquí y te lo clavo en la mano.

Me río a carcajadas por primera vez en mucho tiempo. Tanto me río, que casi no me da tiempo de frenar la presión que hace con el cuchillo de la carne sobre el dorsal de mi mano.

Loca. Está jodidamente loca.

- ¿Pero que cojones te piensas que estás haciendo?

- No me gusta que me traten como a una niña, y mucho menos que se rían de mí. Ni aunque se trate de ti, rubio.

Joder. Sé que debería enfadarme, pero es que su implacable forma de ser me tiene loco.

- Estás de manicomio.

- Eres tú el que ha organizado esta cita- contesta devolviendo el cubierto a su sitio mientras me sonríe ampliamente y se echa hacia atrás haciendo que sus tetas resalten como si me estuvieran llamando.

Que buena está.

- Esto no es...

Mejor paso de volver a repetirlo, porque ella va a seguir aferrándose a su idea. Está muy contenta con la cursilada de la cena. Así que trato de volver al tema antes de que sus piernas y lo que esconde en ellas, acaben con la poca cordura que me queda esta noche.

- Pregúntame lo que quieras - digo echándome hacia atrás mientras ponen nuestra cena ante nuestros ojos.

- Así que empiezo yo, ¿eh? - me desafía divertida.

- Las damas primero.

La veo morderse el labio inferior mientras piensa en sus palabras. Parece estar meditándolo tanto, que me lanzo hacia mi comida para probar la carne en lo que se lo piensa. Quien me iba a decir a mí que esta noche iba a estar disfrutando de dos de las cosas que más disfrutaba en el mundo.

- ¿Desde cuando te gusta cantar? - pregunta antes de darle una mirada a la hamburguesa como si le diera miedo.

¿Enserio? ¿Tanto para eso?

- Desde los once- contestó totalmente absorto en su cara de placer al probar su cena.

- ¿Once? - pregunta tapándose la boca con la mano.

Resulta que la gata salvaje también tiene modales.

- Qué forma más absurda de perder otra pregunta.

- ¡Eso no vale! - se queja cuando me ve divertirme.

Creo que empieza a gustarme este juego.

- Son las reglas del juego, cariño.

- Contesta - es todo lo que responde con cara de pocos amigos.

- Estaba tan mal en mi casa, que la única forma de distraerme era quedando con mis amigos. Un día, Denise me escuchó cantar con once años. Fue él quien me convenció de que algo se me daba bien por primera vez.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora