Puedes asustar al demonio.

3K 286 7
                                    


#Julieta

No sabía si creerme las palabras del rubio o no, pero desde luego que una parte de mí deseaba que todo lo que me había dicho fuera verdad. De todos modos, la noche no se había desviado de muy mala manera. Después de haber metido la pata en alguna de las preguntas, seguimos hablando de las cosas más absurdas que os podáis imaginar. Me enteré de que además de no tener hermanos ni madre, sólo tenía un primo lejano que además era su jefe en el garaje de coche. Y lo demás que logré sonsacar sobre él... bueno, nada que no supiese ya. Realmente que era un tipo duro, sin vergüenza ninguna ante la vida, con autoridad, a quien muchos le temían, y con quien pocos se atrevían a meterse.

Pero guardaba un secreto. Un secreto que yo sabía de primera mano. Y era que ante los ojos del mundo, él era un muro de hielo. Pero cuando entraba en su casa, con su padre, todo eso se derribaba hasta hacerse añicos.

- Voy a dejar ese trabajo, Julieta - me dice mientras se come la última patata de su plato sin dejar de mirarme.

Parece tan frío, sentado ahí como si nada. Como si su corazón fuera irrompible y yo fuese una más de esas que pasan por ahí mientras me lleva a cenar.

- ¿El garaje?

Asiente mirando ahora mi plato. No pienso comer más que la hamburguesa. Ya con esto me he saltado la dieta de medio mes. No soy bailarina por cualquier cosa.

- El grupo está empezando a dar dinero, si seguimos así podremos vivir de ello de aquí a unos años.

"Unos años".

Desgraciadamente eso suena a una eternidad para mí.

- No quiero más - digo alejando el plato de mi vista.

Me mira antes de mirar al plato y volver su vista nuevamente a mi cara. Sé que está suponiendo si mi comentario tiene más que ver con la hamburguesa o con él. Yo me limito a mirar como saca de su bolsillo una caja de tabaco y un mechero rojo para ponérselo en los labios y encenderlo sin dejar de analizar mi rostro. Yo muevo mi pelo hacia atrás de manera seductora, disfrutando de su atención sobre mí y me muerdo el labio.

- Unos años no suena tan convincente como para dejar un trabajo- comento echándome hacia delante hasta quedar a centímetros de su boca y quitarle con dos dedos el cigarro de su mano para cogerlo en la mía y llevarlo hasta mis labios.

- Una mujer con tu rostro, no debería fumar.

- Nunca he sido una mujer que haga lo que debe hacer.

Suelto el humo y sonrío en su dirección. Él me mira completamente cautivado por la forma en la que lo hago. Pero no sonríe, se mantiene allí comiéndome con la mirada como si no hubiese nadie a nuestro alrededor. Y es en ese momento cuando sé que no hay nadie en todo el punto planeta para él como yo.

- Vámonos de aquí, cariño.

Cariño.

- ¿A donde? - respondo un poco altiva.

No quiero que vuelva a llamarme de esa manera. Nunca más.

- Vamos a salir de fiesta. Tu y yo.

- ¿A una discoteca? ¿Los dos solos?

Asiente.

Ambos sacamos la tarjeta de crédito cuando la camarera se acerca hasta nuestra mesa con la cuenta. Nos retamos con la mirada durante unos segundos mientras ninguno dice nada y la camarera nos mira a ambos asombrados. Él no es un tío fácil de convencer, y a mí no me gusta perder. Se puede quedar ahí esperando todo el tiempo del mundo.

Así que mejor intercedo.

- Toma, cóbralo con la mía.

- No - responde el rubio tan rotundamente que hace que la chica se sobresalte.

Pobre. No sabe lo que es un hombre con firmeza.

- Quiero pagar yo, Kilian- digo achinando los ojos en su dirección. No le estoy pidiendo nada.

- Y a mí me importa una mierda lo que quieras.

Le lanza tal mirada a la camarera, que está coge la tarjeta de su mano extendida tan pronto como puede y se marcha corriendo antes de poder siquiera percatarse de mí mueca de fastidio.

La ahogaría ahora mismo en cualquier plato de sopa que estuvieran sirviendo.

- Eso no ha estado nada bien, rubio.

Él se acerca a mí mientras noto por el rabillo del ojo como otro chico viene a devolver la tarjeta y la cuenta a nuestra mesa. También noto como deja la pequeña cajita sobre la mesa y se marcha rápidamente. Pero antes de que pueda matarle con la mirada, el rubio ya me está cogiendo de la barbilla para obligarme a que le mire fijamente a los ojos.

Los suyos brillan como si fueran dos zafiros recién pulidos.

- Puedes asustar a cualquier niñata. Estoy seguro de que podrías intimidar al dueño del bar, a un asesino... incluso al mismo demonio. Pero a mí no.

Aparto su mano de mi piel como si me quemase y me levanto con el corazón bombeando tan fuerte, que me da rabia. Él no vuelve a abrir la boca para nada, solo se encarga de ponerme el casco antes de subirme de nuevo a su moto con una sonrisa triunfante que capto en cuestión de segundos.

- Largémonos de esta ciudad esta noche, Kilian.

Él gira ligeramente la cabeza hacia mí para observar mi rostro. No se esperaba para nada mi petición. Pero eso es lo único que me importa ahora, seguir arropada por él aura negra que nos envuelve a ambos cuando estamos juntos. Huir de aquí, de esta ciudad en la que las luces parecen estar más despiertas que las personas. Irnos lejos donde nadie nos conozca. Bailar. Y liarnos. Besarnos tanto que nos duelan los labios. Dejar que me quite este diminuto vestido, y que la noche nos envuelva hasta que me despierte el sol con la resaca de un sueño del que no me quiero despertar.

JUGANDO CON EL DIABLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora