Capítulo 7

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-E

Agarro un trozo de pan y me lo llevo a la boca mientras observo a los chicos jugar en el parque.

Están jugando con una pelota de fútbol vieja y desgastada, la cual encontramos en la calle.

Raúl se acerca y agarra la botella de agua de su mochila, toma un gran trago y me voltea a ver.

Le sonrío y el me devuelve la sonrisa acercándose a mi. Me da un beso en la frente para después dejar el agua a mi lado y volver con los chicos.

Ya a pasado una semana desde que encontré a Oliver. Cuando volví a la cueva los chicos estaban preocupados y molestos, pensaron que me había pasado algo o los había olvidado. Se me apreta el corazón de recordar eso.

Les dije lo que hice y los tranquilize diciéndoles que nunca me olvidaría de ellos o los dejaría.

Después de eso están más apegados conmigo.

A veces me pregunto si lo volveré a ver.

¿Qué estará haciendo?

¿Se acordará de mí?

Niego quitándole importancia a esas preguntas. Me levanto y voy a jugar con los chicos.

Al otro día salgo sola a la calle, Timothy tiene gripe, le dije a Raúl y a Tom que se quedarán para cuidarlo

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Al otro día salgo sola a la calle, Timothy tiene gripe, le dije a Raúl y a Tom que se quedarán para cuidarlo. Raúl no estaba de acuerdo pero después de un rato lo convencí.

Entro a la farmacia y me acerco a la farmacéutica. Me mira de arriba a bajo inspeccionando me, arruga el ceño.

-¿Qué quieres?.- Aprieto los labios por la forma despectiva de hablarme.

- Buenas ¿Tienes algo para la gripe?- Digo tranquila. Ella levanta la ceja y asiente.

- Claro, pero la pregunta es ¿Tienes para pagarlo?- Dice de manera burlona.

¿Por qué la gente es así?

- Si me dices el precio del más económico, te puedo responder la pregunta.- Le sonrio, ella bufa y teclea en la computadora que tiene ahí.

- Dos dolares con cincuenta centavos, por una pastilla.- Fruncí el ceño por el precio.

Es para Timothy.

- Sí, tengo para pagarlo.- Digo mientras saco el dinero. Ella me mira fastidiada y se dirije a buscar la pastilla.

Observo mi alrededor hasta detenerme en un reloj de pared.

Mierda.

Son las seis y media de la tarde. Debo apurarme y llegar rápido.

La farmacéutica vuelve con la pastilla, le doy el dinero y ella lo agarra de mala manera.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora