-ELe echo chocolate a la olla con leche y empiezo a revolver. Veo la hora en el reloj que esta al lado de la entrada dándome cuenta que son las diez de la noche y yo no podía pegar el ojo. Ya los niños estaban profundamente dormidos.
Raúl esta mucho mejor, ya a pasado una semana y su recuperación a sido rápida, pero todavía le falta unas semanas para retirar los puntos y que este a su cien por siento. Los niños están felices y muy emocionados desde que Oliver y yo hablamos de ingresarlos a una escuela. Yo la verdad estoy muy alegre por ellos pero siento a la vez, vergüenza por todo los que nos brinda Oliver, él siempre dice que es parte del trabajo, lo cual no siento que sea mucho lo que hago. Limpio y cocino, siento que me aprovecho demasiado de su ayuda.
Escucho la puerta abrirse y sé que es él, tiene esta semana llegando tarde, tiene mucho trabajo acumulado y eso hace que llegue a esas horas. La única vez que lo veo es en el desayuno, porque cuando llega ya estoy dormida.
Siento sus pasos acercándose, apago el fuego cuando el chocolate ya está listo.
— Buenas noches Elizabeth.— Siento un escalosfrio al escuchar su ronca voz. Me volteo a su dirección y lo primero que veo son sus ojos cansados pero con un lindo brillo, su traje esta un poco arrugado y veo como se quita el saco para colocarlo en una silla a su lado, cuando inclina su brazo para arreglarse el cabello, sus músculos se marcan de manera que parezca que la camisa no sea de su talla. Trago saliva y quito la vista de él, busco dos tazas para colocar el chocolate.
— Buenas noches Oliver.— Le devuelvo el saludo. Echo el chocolate en las tazas y me vuelvo a girar hacia él, en ningún momento despega la mira de mis pasos y sigue cada uno de mis movimientos. Me pongo un poco nerviosa bajo su escrutinio, le paso una taza y él sonríe aceptando.
— Gracias.— Toma un sorbo y me vuelve a sonreír en aprobación.— ¿No puedes dormir?.— Niego empezando a caminar, pasandole al lado y dirigiéndome a la sala más específicamente al gran ventanal, sentándome en un mueble que tiene cerca de ahí, siento como me sigue por detrás y se sienta a mi lado. Nos quedamos viendo la ciudad, tan oscura y tan iluminada a la vez, llena de tanta gente que da miedo pero que si no existiera no fuera lo que es ahora el mundo. Tantas risas y tantas lágrimas que ahora mismo deben estar sintiendo cada una de las personas, unas tranquilas por el sueño y otras preocupadas por el mañana. Suelto un suspiro sin despegar la mirada del oscuro cielo.
— ¿Cómo te fue hoy?.— Susurro sintiendo que estamos en un íntimo momento, tomo un sorbo de el chocolate.
— Bien, ya termine casi todo el trabajo que tenia acumulado.— Su tono de voz en un poco bajo, lo que me hace pensar que tiene el mismo sentimiento que yo.— No puedes dormir.— Suena más a una confirmación que a una pregunta.
— No la verdad.— Nos quedamos en silencio por lo que parecen minutos. Mi mirada viaja a las luces que se pueden apreciar en la ciudad.— Me gusta la vista, siempre me quedo viendo un rato la ciudad. Sorprendida por la cantidad de gente, edificios que puedo ver.— Siento que suspira pero no despego los ojos de el ventanal.
— Me alegro que te guste.— Tomo un sorbo de mi chocolate.— Pero cuando estas completamente solo en esta parte de la ciudad, sientes una opresión rara, una sensación de vacío.— Asiento de acuerdo con lo que dice, antes de los niños eso sentía.— Antes no estaba tan solo.— Lo último lo dice en un susurro, apretó los labios, recordando esa noche que lo vi por primera vez.
— Era así.— Digo sin mirarlo.
— ¿El qué?.— Pregunta.
— La noche que te encontré. En ese callejón, todo golpeado.— Después de decir eso, se hace un silencio que vuelvo a romper.— Me iba a ir después de limpiarte.
— Pero no lo hiciste.— Susurra.
— No.— Suspiro antes de continuar.— La soledad es aterradora, triste, llena de penas y lágrimas. Sentía que no podía dejarte así y menos solo, no te podía ayudar físicamente pero mentalmente hice lo que pude.— Tomo otro sorbo del chocolate.
— Hiciste suficiente y mucho más.— Sonrío a la nada, sintiéndome rara con sus palabras.— Fuiste y eres mi ancla a la tierra, tu presencia hizo todo lo que nadie nunca había echo por mi.— Trago saliva al escuchar sus palabras.
— ¿Qué?.— Pregunto con miedo miedo a su respuesta.
— Una verdadera compañía que alejaba la soledad de mi, no lo supe hasta ese momento que abrí los ojos y te vi. Me sentí en casa.— Lo volteo a ver, encontrándome sus ojos ya en mi.— Gracias Elizabeth.
Le sonrío y vuelvo la vista al ventanal.
— Esta hermosa la noche.— Cambio el tema, sintiendo que mi corazón se va a salir de mi pecho en cualquier momento.
— Sí, es hermosa.— Dice pero siento como su mirada me quema.
Y después de ese día vinieron más en los cuales hablamos o solo veíamos la ciudad en un silencio demasiado agradable, con un chocolate o algun postre que me traia para compartir conmigo.
Una rutina la cual sin él saberlo hacia que poco a poco se adentrará más a mi mente.
ESTÁS LEYENDO
Una nueva oportunidad
RomanceÉl, un empresario multimillonario. Guapo, sexy, gruñon, con un ego bastante grandre y sexy ¿Ya había dicho sexy? ¿Si? bueno es que es realmente sexy. Con padres exigentes y una novia que a sus ojos es perfecta. Ella, huerfana, se escapó del orfanato...