Capítulo 8

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                                                   -O

Doy la última pincelada, dando un paso atrás para observar el resultado final.

Suspiro, miro cada parte de la pintura y no puedo evitar que una sonrisa se dibujé en mis labios.

Elizabeth.

Observo alrededor de la habitación viendo los demás cuadros. Ojos, sonrisas, rostros y demás son las pinturas que he hecho de ella desde hace dos meses.

No he podido pintar nada más que no sea Elizabeth.

¿Cómo estará?

He tratado de buscar la en el lugar donde la vi por última vez y sus alrededores pero no la he podido localizar.

Escucho mi teléfono zonar y me dirijo a el. Es una llamada de Norma.

— Buenos días señor Müller. Lo llamo para confirmar si va a venir a la empresa.— Me pregunta, me quedo observando las pinturas.

No me dí cuenta que había pasado tanto tiempo.

— Sí, llego dentro de una hora.— Confirmo.

— Ok señor, nos vemos dentro de un rato.— Termino la llamada. Le lanzo una última mirada a la pinturas para después salir de la habitación que he acondicionado solo para pintar.

Cierro con llave y me dirijo a mi habitación.

Entro al ascensor y aprieto el botón del último piso

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Entro al ascensor y aprieto el botón del último piso. Cuando estoy por el el quinto piso el ascensor se detiene y se abren las puertas.

— ¡Hermano!— Grita Aarón para después entrar en el ascensor y abrazarme. Le devuelvo el abrazo y cuando nos separamos las puertas del ascensor ya se habían cerrado.

— ¿Cómo estás Aarón?— Miro como los números del ascensor pasar.

— Bien, bien. ¿Y tú?— Pregunta con cautela. Desde que Aarón, se enteró lo de Tiffany a estado más pendiente de mi.

Le sonrío.

— Mejor que nunca.— Y no miento, desde que empecé a pintar me siento más relajado.

Me devuelve la sonrisa.

— Me alegro mucho. ¿Hoy nos tomamos unos tragos?— Las puertas se abren cuando hace la pregunta. Salimos del ascensor y me dirijo hacia mi oficina con Aarón al lado.

Estaría bien salir en la noche y tomar, algo tranquilo.

— ¿Y ver el juego de fútbol?— Asiente emocionado.

Afirmó con la cabeza al mismo tiempo que abro la puerta.

Me quedo quieto.

— Al fin te puedo ver hijo.— Dice mi padre sentado detrás de el escritorio.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora