Capítulo Siete

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Es raro saber que durante un tiempo vivías tranquilamente en tu mundo normal, caminabas como cualquier persona por las calles y saludabas a tus vecinos y amigos y ahora no puedes saludar ni a los animales, es raro saber que este planeta ya no es como era antes, los campos de trigo ya han madurado pero solo han dejado maleza, el pantano de la muerte ha surgido para destruir toda la vegetación, la luna sale de noche solo por obligación, porque el movimiento de rotación de la Tierra así lo permite, ya no sale con la misma intensidad, la luna solía inspirar a las personas, solía guiarlos cuando se perdían en los desiertos fríos, era como la amiga incondicional que jamás fallaba, aunque las nubes aparecieran uno sabía que la luna estaba ahí, distante, inquieta, coqueta, características que la hacían ver más humana.

Ahora todo ha cambiado, le temo a la luna, sé que cuando aparece hay problemas, el cielo se oscurece, los campos de trigo se calman y surge el viento, las bestias salen de sus casas y merodean por la ciudad vacía en busca de "comida", pelean entre ellos, rugen y se apoderan de la noche mientras que "los humanos" se esconden en los escombros de lo que solía ser su mundo. Ese ha sido la historia desde que comenzó todo, correr, esconderse, alimentarse, cada verbo cobra fuerza y tiene un gran sentido ahora que es el fin del mundo. Mi mamá solía contarme sus supuestas teorías de cómo terminaría el mundo, había hablado de guerras mundiales, de ataques de extraterrestres, de cometas del tamaño del sol, de terremotos masivos que hagan que los continentes de unan de nuevo.

Pero jamás mencionó esto. Se equivocó.

Me siento por un momento, mi corazón ya no está palpitando tan rápido, antes parecía que iba a explotar, era como una estrella a punto de convertirse en una supernova, pero luego recuerdo que esa sensación solo la tenía con Sara, la sensación de saber que tu corazón tiene vida y que en cualquier momento se puede hacer una supernova.

El hombre sigue sentado, su cabeza agachada, sus ojos perdidos en sus pensamientos, ha perdido la batalla, él lo dijo: ahora les pertenezco a ellos. Su alma está muriendo lentamente a medida que lo que sea que haya entrado en su cuerpo se esparce por su sistema, puedo verlo, derrotado, contemplo como se hace pedazos por dentro pero no se inmuta por fuera.

--dime--le digo-- ¿te hablaron, cómo?

El hombre me mira, sus ojos cristalinos de su propia alma hecha pedazos.

--no lo sé, escuché una voz, la voz de un hombre que me habló de noche, me dijo que debía ir a atrapar un sacrificio, me dijo que viniera aquí a esta misma hora y me darían a mis hijas a cambio de una persona.

--al parecer falló

--yo, lo siento...solo quería ver a mis hijas.

--te entiendo, haría lo mismo, pero ahora lo único que importa es salir de aquí.

El hombre niega con la cabeza, puedo determinar con exactitud las palabras que saldrán de su boca, palabras llenas de desolación y muerte.

--lo siento, ya estoy muerto, técnicamente lo único que me espera es eso.

--entiendo, lo siento mucho enserio.

El hombre se pone de pie y sale del marco de luz, traga saliva y entonces el hombre con traje de gala entra de nuevo, sus dientes afilados marcando el fin de la vida y sus ojos negros brillantes que dibujan el infierno en la mente de las personas.

--¿qué haces?--le pregunto--, oye, entra al marco de luz ahora...

--ahora que estoy muerto supongo que es lo único que me queda por hacer--me dice, no puedo ver su rostro pero sé que ha formado una sonrisa--.

Creo que está a punto de pelear con el mounstro. El hombre con traje se acerca al otro pero lo ignora, no es capaz de sentir su esencia humana o simplemente ya sabe que está muerto lo cual me hacen pensar que si tienen raciocinio, que son capaces de pensar en lo que hacen, tomar decisiones y por supuesto, hablar.

--oye--le digo al mounstro--,¿qué planean hacer con la humanidad?, montón de mierda--hago una pausa y recobro la fuerza de mis palabras--, ¡contesta!

El mounstro sonríe y me muestra sus dientes, al parecer me ha entendido pero no piensa dialogar conmigo.

--respóndeme hijo de perra.

Comienzo a echar humo por la cabeza, con la espalda en la pared me pongo de pie para encararlo dentro de mi escudo de luz, todo lo que conocí quedó envuelto en una bolsa negra y luego fue arrojado al río.

Hubieron personas que tuvieron esperanzas, esperaron pacientemente hasta que las cosas sean resueltas, confiaron en los gobiernos, en los militares, pero todos ellos fallaron, ahora lo único que nos queda es la nuestra propia fuerza y nuestros pensamientos sobre la supervivencia y el solo hecho de vivir un día más que son tomados como una esperanza, como un ídolo al cual debemos seguir.

Mientas me escondía pude darme cuenta como se sienten las cucarachas, ellos nos temen y huyen, son rápidas pero siempre mueren, ellos se esconden en la oscuridad mientras nosotros disfrutamos del mundo, cuando morimos ellas aparecen de nuevo solo para usar nuestro cuerpo y divertirse con nosotros, rara la ironía. Este mundo es raro.

Ahora me siento una cucaracha, un insecto veloz capaz de correr, nadar, volar, capaz de resistir fuertes temperaturas e incluso la radiación de una bomba nuclear, capaz de bucear muy debajo del agua y capaz de transmitir miedo a pesar de tener semejante estatura. Ellos quieren pisarnos pero no se dan cuenta de que somos súper cucarachas.

El hombre se da media vuelta y observa lo que acaba de pasar.

--me llamo Miguel.

--Soy Scott.

Miguel, el hombre que me tuvo una jodida trampa y que ahora está a punto de atraparme con lo último de humanidad que le queda, como una pila que comienza a acabarse lentamente hasta que solo queda el caparazón.

El hombre con el traje se da media vuelta y golpea a miguel justo en el hombro derecho, él vuela por el aire hasta que aterriza con su espalda chocando la pared de atrás, me sorprendo de lo que ha hecho, creí que lo dejaría, creí que no le importara que él siga vivo si va a morir de todas formas.

--¡Desgraciado!

Quiero salir del marco de luz, quiero golpearlo y matarlo de una sola vez pero sé que eso es lo que quiere, los otros siguen en las sombras, esperando el momento prefecto para atacarme. El hombre fija su atención en mí de nuevo y me muestra los dientes una vez más.

--háblame--mi mirada se vuelve turbia, le clavo mis ojos y entonces el otro mueve sus labios secos y muertos para poder decir algo--.

Nunca imaginé su voz de esa forma, algo con un aspecto atemorizante, el gran camino helado se abre como una carretera dentro de mí, una carretera sombría donde al final hay un circulo de luz, un árbol yace del lado derecho y al parecer se está muriendo, el árbol es mi fe, la fe que tengo de hallar a mi hermana y a Sara y la de salir con vida. El círculo de luz se apaga y deja todo en negro, es justo donde los cuervos bajan de sus nidos a comer lo que queda de mí.

La voz se convierte en un grito grave que destruye el silencio, el mounstro levanta ambas manos y comienza a moverlas de un lado a otro, queriendo atrapar algo que es invisible, acerca sus manos en movimiento al marco de luz y el humo comienza a salir de su piel hasta que poco a poco se va quemando, él gime y retira sus manos, corre hacia atrás y, usando su fuerza sobrehumana, levanta la refrigeradora del suelo, ahí es cuando el miedo regresa de nuevo, no quiere comerme, quiere matarme a toda costa.

Soy la cucaracha y él es la zapatilla.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora