Capítulo veintidós.

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La luna comenzó a hacerse cada vez más y más grande hasta el punto en el que los lobos creyeron que chocaría con la Tierra donde ellos vivían y comenzaron a aullar, sus voces se escuchaban en todo el horizonte y hacían creer a las personas de que seguían vivos y que aún no habían sido contaminados.

Rutherford pudo escucharlos a lo lejos y pensó que se trataba de lobos transformados en seres come carne, malvados y listo para hacerlos pedazos pero algo hizo que él tuviera confianza, ellos estaban aullando de una forma natural.

--se está haciendo tarde y ellos no han regresado aún--- escuchó la voz de Ben detrás de él y luego se dio media vuelta--.

Todos estaban sentados casi en la parada del tren, contemplando el cielo nocturno mientras que hablaban de muchos temas, el fútbol, las cosas en las que eran buenos y las que no eran tan buenos, cada uno de ellos estaba lleno de historias que contar, algunas de estas eran anécdotas que al momento de ocurrir se convirtieron en momentos vergonzosos pero que con el paso del tiempo se hicieron algo parecido a una historia graciosa donde todos se reían.

Ben se levantó y se puso la escopeta detrás de la espalda, había tenido uno de esos recuerdos de su infancia donde se encontraban él y su abuelo en una habitación, su abuelo eran una persona noble y le gustaba jugar con él, sin embargo como todo momento lleno de colores siempre va a ver uno lleno de tinieblas, sus pensamientos se disolvieron como el hielo derritiéndose y entonces se concentró en la realidad.

--creo que tienes razón-- le respondió Thomas--, se están demorando un poco.

-- ¿habrá que irlos a buscar?

--no --André negó con la cabeza, él era el segundo al mando y debía asegurarse de que todos estén bien--, ella nos ordenó que nos quedáramos aquí hasta que vuelvan así que hay que hacer caso.

--y si te dice que te tires de un puente ¿lo harías?

--es una orden, además ella no está tan loca.

Thomas comenzó a reírse, al parecer él nunca le vio lo serio a la situación.

--no está tan loca Puff o sea que le dijiste semi loca --- dejó de reírse y entonces fue fulminado por la gran mirada cortante de Ben y de André--, ¿Qué?, es verdad o no...

--lo sé, pero estamos conversando entre mayores, esfúmese señor.

--bla bla bla, no importa.

Stuart se puso de pie y puso sus ojos sobre la gran luna que en ese momento se desataba con mucha fuerza sobre el cielo oscuro lleno de puntos blancos y destellantes, él podía observar cada punto en el firmamento pero jamás hallaría una estrella fugaz, no entendía por qué pero jamás observó una, de hecho le habían dicho que las estrellas fugaces solo se ven en los campos abiertos ya que su luz es tan tenue que las luces de la ciudad la opacan cada vez que entran en el cielo de la noche.

--hoy tampoco habrá estrellas fugaces a pesar de que estamos fuera de la ciudad --se dijo a sí mismo mientras miraba el cielo, entonces algo le llamó la atención--.

Justo delante de la estación habían dos trenes que habían colapsado entre sí, uno de ellos se había levantado bruscamente aplastando completamente la parte delantera del otro tren, al parecer la colisión había sido muy grande y la muerte llegó sin previo aviso. Cuando lo otros aparecieron todo el mundo corrió sin pensar en las consecuencias de lo que hacían gracias a que el pánico los dominó por completo, los aviones chocaban al llegar a tierra firme y los barcos eran invadidos por polizontes que no eran de este mundo, se infiltraron como si fuesen una gran plaga y se comieron todo lo que encontraron, entonces era el mismo caso con los trenes.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora