Capítulo cuarenta y cinco

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Han pasado dos días literalmente, hemos descansado como unas cinco veces y nuestros cuerpos comienzan a sentirse débiles. He tenido que cargar a mi hermana casi toda la mitad del camino para que ella pudiera descansar.

Al demonio, soy un Reaper, ellos no se cansan mucho, de hecho cada segundo que camino es un segundo que me recupero de las heridas. Si mi reloj no se equivoca es sábado por la tarde, las nubes plateadas se comen a las blancas formando lo que muy pronto será una tormenta, a lo lejos los rayos de Sol cayendo con toda su fuerza, sin embargo el tiempo es muy cruel, y las nubes también lo son, ambos han formado su propia oscuridad artificial debajo de nosotros y puedo sentir los ojos de los monstruos asechando desde la verdadera oscuridad dentro de los edificios a ambos lados de la calle llena de autos fantasmas.


-debo apurarme o muy pronto seremos rodeados por esas cosas-me digo a mí mismo, conversando una vez más con el otro yo que llevo por dentro-.

El suelo bajo mis pies se ha agrietado un poco, las carreteras ya no son las mismas que solían ser antes, de hecho este mundo no lo es, miro los árboles (los únicos seres vivos que no han sido tan atormentados), sus hojas secas que caen y se quiebran, las flores de los balcones rodeadas del musgo y las enredaderas, las ventanas rotas, las paredes sucias y la pintura cayéndose a pedazos. He visto como el tiempo con un modo muy silencioso ha acabado con todo pero ha dejado incontables obras de arte por todos lados.

Me detengo.

Frente a mí hay un auto rojo volcado, mis ojos alcanzan a ver lo que está dentro de aquel coche, el esqueleto de una persona que no pudo salir y se quedó tendido esperando la muerte.

Pobre, tuvo que ser devorado por sus propias pesadillas. La primera gota de lluvia cae sobre mi nariz y comienzo a andar de nuevo, rodeo el coche y sigo con mi camino. La luna no tardará mucho en aparecerse por aquí y eso no es muy bueno que digamos.

Hace 1 mes aproximadamente estaba viviendo en una burbuja comiendo cosas enlatadas y esperando a que me vengan a rescatar, ahora el mundo es mi burbuja y la pienso salvar cueste lo que cueste.


-¿Qué crees que se necesita para poder ser feliz?-me digo a mí mismo-, ¿el amor, la paz, la justicia o la combinación de todo eso?


Mi mamá solía hablarme de muchas cosas cuando yo era muy pequeño, me hablaba de la felicidad como estado natural del hombre y que a veces esa felicidad nos abandonaba pero no lo hacía permanentemente, ahora lo comprendo, la felicidad puede estar en cualquier lugar, incluso debajo de una roca.

Escucho el ruido de una máquina, algo que se acerca rápidamente por la carretera (la que no tiene los autos fantasmas). Ana se despierta y la bajo para que ella pueda caminar, entonces una luz me ilumina en todo el rostro y pongo ambas manos sobre mi cara, el coche comienza a mover los limpia parabrisas y la lluvia cae como si el cielo se hubiese puesto a llorar de inmediato.

La oscuridad absorbe la luz del cielo y entonces las primeras estrellas salen pero no puedo verlas gracias a las nubes, el coche no se apaga pero la puerta se abre, no alcanzo a ver quién es pero según su silueta es un hombre más bajo que yo (probablemente un niño), las gotas me caen en toda la cara gracias al viento que sacude todo el lugar, Ana se apega a mí y siento sus frías manos sobre mi pierna.

Es normal, soy su guardián, y no sé quiénes son, pueden ser Reapers, o peor aún, seres humanos.


-¿Quiénes son ustedes?-les pregunto, otras dos siluetas salen del coche, uno de ellos lleva una metralleta en la mano-, respondan...

- ¡arriba las manos!-me ordena la silueta con el arma-.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora