Capítulo trece

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Las balas golpean los cuerpos de los otros, ellos caen uno a uno como una estampida de bestias salvajes, mi mundo se ha vuelto turbio de repente, bajo la oscuridad del museo, el ruido de los mounstros se escucha en toda mi cabeza, es por eso que quizá la escopeta esté temblando como si tuviese miedo cuando en realidad soy yo el que la sostengo.

Silvia observa como una mujer cae del techo al suelo y alarga sus manos para agarrarla, sin embargo ella es muy inteligente, esquiva el brazo y le dispara justo en la cabeza con su AK-47, la mujer cae y deja de moverse y observo como sangre negra sale de su cabeza formando un pequeño lago en el suelo. Trago saliva y vuelvo a recargar el arma.

Un hombre (si es que se les puede llamar así) se ha quedado sin piernas pero intenta llegar a mí usando solo sus brazos, le apunto a la cabeza y puedo ver sus oscuros ojos fulminándome desde lo más recóndito de su alma.

Entonces, en los segundos perfectos que me separan entre el hombre mirándome con ganas de arrancarme el cuello y mi escopeta destrozándole toda la cara de un solo disparo puedo recordar algo que me mantiene de pie hasta ahora. Ellos no tienen alma-- había escuchado esa frase de un oficial a cargo de la carpa de los refugiados.

Tenía razón, ellos no tienen alma, destruían sin sentir ni una gota de lástima, como si su vida dependiera de hacerle daño a otros, sus propios deseos estaban llenos de odio y rencor, más o menos como las pesadillas que tenemos a diario o a veces si eres una persona normal y no alguien trastornado.

--solo son pesadillas que caminan entre nosotros o lo que queda de ellos.

Agarro la escopeta firmemente y le arranco la cabeza de un tiro, recargo la escopeta de nuevo y coloco dos balas más, el número de mounstros comienzan a bajar, sus cuerpos forman un tumulto de carne caída en el suelo, las balas caen y el ruido para de repente, todos nosotros nos hemos detenido bajo la señal de Silvia.

Casi todos los mounstros han caído bajo nuestros pies, estuvieron muy cerca de alcanzarnos pero no lo lograron y entonces lo poco de vida que tenían se les fue arrebatado, solo queda una sola persona (quizá la única en todo el museo), el hombre de la máscara sigue parado frente a nosotros, una bala le ha abierto una herida en su brazo derecho y ha tenido suerte de que las otras balas no lo hayan alcanzado.

--genial, solo queda el infeliz de la máscara--- dice André, él ha recargado su arma y está listo para dar el primer tiro pero Silvia lo detiene--.

--él es mío.

-- ¿Por qué?, Ashh siempre te quedas con la diversión...

--no es eso, conozco a ese sujeto-- hace una pausa y entonces sus ojos se pierden en el vacío existencial del presente y se traslada al pasado, sin embargo su viaje no dura mucho y de devuelve a la realidad donde nos encontramos cara a cara con el mal--, él mató a mis padres.

Nos sorprendemos, todo el mundo la mira como si ella hubiese hecho algo malo pero luego nuestros giran hacia el hombre con la máscara de metal, otra alma sofocante, destructivo, que se ha llevado algunas vidas y las ha tomado como si esto fuese alguna especie de juego. Silvia sujeta su arma pero luego la tira al suelo como si no valiera nada.

-- ¿Qué haces?-- le pregunto arqueando una ceja, no cree que esté pensando en pelear con sus propias manos para demostrar lo fuerte que es, ella en sí es la mujer más fuerte que he visto en mi vida--.

--tu escopeta...ahora.

No pienso dos veces y se la entrego, ella ve que está recargada y entonces grita:

-- ¡oye idiota, ¿te gustó matar a mi familia verdad, te gustó sentir como sus vidas se iban poco a poco? pues ahora te demostraré que somos más fuerte que tu estúpida raza de porquería!

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora