Capítulo doce

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Nunca quise imaginar como sería el fin de algo, el último número del calendario acompañado del último mes del año, la gota de lluvia que cae sobre una hoja y marca el fin de un día oscuro, el segundero andante que sube y sube lentamente hasta tocar de nuevo el doce anunciando el final del día con una campanada de media noche, los últimos pensamientos que tiene una persona que está a punto de morir, recordando todas las cosas buenas y malas que hizo en su vida, las personas que conoció o las personas que hirió con su propia boca, pidiendo perdón y sofocándose con sus deseos que jamás pudieron ser cumplidos.

Nunca me gustaron los finales, y peor aún el fin de la vida de una persona.

Mi mundo se detiene, no puedo determinar si son segundos o quizá horas pero lo hace, el segundero queda se queda petrificado sobre el reloj y luego cae al suelo, el reloj observa lo que ocurre y sigue su curso, el minutero tarde o temprano debe andar y no se detendrá por nada del mundo.

Me lleno de furia, más del que necesito para romper la ventana con mis propios nudillos, me contengo, aún tengo algo de humanidad dentro de mí y no pienso arriesgarme por una simple voz andando por mi cabeza, llenándome de odio a cada rato.

Mis manos se controlan solas, ya no tengo el poder para detenerlas y entonces recargo la escopeta. Dos tiros de un solo disparo capaz de destruir la ventana y la cosa que se encuentra del otro lado en menos de un segundo, quedaría como pure de papas contra la pared y probablemente no quedaría nada de él.

-- ¿Scott?--escucho de la voz de Stuart detrás de mí, no me voltéo para mirarlo, ni siquiera me muevo--.

Sé que lo que acabo de escuchar es una mentira, una ridícula falacia empleada por un ser ruín y despiadado que lo único que quiere es torturarme, pues no le voy a dar ese gusto.

Los deseos de una persona son tan grandes que son más fuertes que una bomba.

Los deseos son los que me impulsan a seguir de pie, el deseo de hallarlas que nadie puede destruir, ni siquiera el tiempo. Entonces soy la bomba detonante en el campo de flores negras.

Agarro la escopeta firmemente y apunto a la ventana.

--ustedes ya estan muertos.

Disparo, el vidrio se fragmenta y se rompe en mil pedazos, la oscuridad se llena de luz durante un segundo y luego escucho que algo gime y cae al suelo como un costal de papas, todos dejan y caminar y vienen hacia donde estoy, parado con mi escopeta, respirando fuertemente. Lo he matado, a la cosa que me atormentaba, ahora estoy libre de sus voces en la oscuridad.

Alumbro con mi linterna.

Observo el cuerpo de una mujer tirada en el suelo, sus manos estan llenos de garras y su piel es blanca como la leche. Lleva un vestido rojo muy elegante.

--¿que haces Scott?--me pregunta Silvia, ella me ha agarrado de los hombros y me ha tirado contra la pared, sus ojos me fulminan en la oscuridad--.

--yo...

--tú nada, nos pudiste haber delatado con ese disparo.

--esa cosa estaba del otro lado, no podía quesarme sin hacer nada.

Ella hace una pausa, creo que me está dando la razón con el silencio de sus labios.

--solo no cometas más estupideces--me suelta--.

Stuart me mira y niega con la cabeza.

--ay viejo, la hiciste enojar, mal mal mal

--se ve más linda enojada.

--sin duda.

Seguimos caminando por el pasillo de la historia hasta llegar a la puerta café al final del lugar.

Silvia gira la perilla de la puerta y se da cuenta de que no tiene seguro. Nos hace una señal y luego entra, nosotros la seguimos hasta el interior del cuarto y revisamos el lugar con nuestras linternas.

Sigo sudando, la voz de aquella mujer me ha dejado sin pensamientos, solo recuerdos, el solo hecho de ver a las personas que más me importan en este mundo muertas me dan ganas de mandar todo al agujero de la basura.

El cuarto está vacío, Silvia apaga la caja de música y encoge los hombros.

--no hay nadie.

--quizá se fueron a buscar comida--le dice Ben--, eso hace la gente, durante el día salen al exterior y se esconden de noche.

--entonces dejaron prendido la caja de música mientras salían, no lo creo, además este museo ha de estar lleno de esas cosas, nadie en su sano juicio va a pasar en este lugar--el argumento de Rutherford noa convence a todos--.

--salgamos de aquí...

Silvia cierra la caja de música y sale de la habitación, todos nosotros nos preguntamos: ¿es una trampa?

El callejón se ve muy largo desde esta habitación, sin embargo delante de nosotros, a unos 9 metros se encuentra un hombre con una máscara de plata cubierto de sangre, sus garras han sido afiladas y su piel es como la de la chica, lleva un pantalón negro pero no lleva camisa, su piel desnuda está lleno de cicatrices y heridas mal curadas, puedo ver sus ojos a travez de la máscara, estos nos son negros, son de color rojo como la lava ardiente que sale de un volcán.

Me estremezco y el resto levantan sus armas para dispararle, este hombre tiene algo raro, es distinto a los otros.

--a mi señal acaban con este maldito--les dice Silvia a todos--.

Recargo la escopeta y me preparo para arrancarle la cabeza de un solo disparo.

De repente escuchos pasos y un montón de gemidos detrás del hombre, en menos de 1 segundo aparecen más mounstros, estos no llevan máscaras y tienen los ojos negros como la noche, algunos cojean y otros caminan en 4 patas.

Un señor tiene amarrado a una especie de perro en su mano derecha, el perro nos mira con sus ojos demoniacos y nos muestra sus dientes afilados como cuchillos.

Nuestras armas tiemblan, Silvia traga saliva, hay dos habitaciones más adelante, estamos acorralados, la entrada se encuentra detrás de ellos, el camino sin salida detrás de nosotros, un solo túnel nos conecta y al parecer nuestras linternas no les hacen nada pero nos permitirá darles en la cabeza mientras se mueven.

Todos nos miramos y asentimos con la cabeza.

Silvia mira al hombre de la máscara y le apunta con el AK-47, nuestros gritos se ahogan dentro de las paredes y el rudio que producen las balas emerge del silencio perpetuo.

Somos soldados, gente que pelea por sobrevivir.

PROTEGER Y SER PROTEGIDO.

Los mounstros comienzan a correr, el perro es el más rápido de todos pero es el primer en morir, dos mujeres caminan por el techo casi como la película del exorsista, otros corren como bestias salvajes y el hombre de la máscara nos sigue mirando, estudiándonos desde las sombras.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora