1) Las estrellas sobre el cielo

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Yo no suelo mirar el cielo, soy un chico que siempre le han gustado las cosas de la Tierra, por ejemplo: los árboles que contienen hojas verdes pero que poco a poco se van haciendo amarillas, las gotas que son despreciadas por el viento y que chocan contra mi ventana cuando las miraba mientras escuchaba música, la sombra de los carros, de los edificios o de algun ser vivo que, combinado con otras sombras, dibujaban figuras divertidas en el suelo. Nunca me imaginé que fuese un chico tan detallista, de esas personas que tu les muestras una foto y que pueden ver cualquier objeto por más pequeños que sean.

Mi mamá quería que yo fuese alguna clase de pintor, de esos que pintan cosas raras y que las venden por mucho dinero, pero a mí no me importaba eso, yo queria fotografiar el mundo, capturar cada ser, cada movimiento, cada esencia, y luego meterla en mi baúl de los recuerdos donde crearía una sección llamada: El encanto del Mundo.

Mi cámara era mi arma, los lentes y el rollo eran las balas y el flash era el disparo, yo era el cazador y la esencia del mundo era mi presa.

No quiero pensar mucho, eso me terminaría cansando y no tendría energías para seguir corriendo. Mis recuerdos me odian y yo los odio a ellos, son como mounstros que reviven los malos momentos de uno, y entonces tengo el recuerdo de aquel día, el momento donde comenzó todo y la razon del porque me estoy escondiendo en el departamento de un edificio abandonado.

No me acuerdo exactamente la fecha exacta pero sí como pasó todo, era un jueves en la mañana, los rayos del sol apenas salian por mi ventana y justo ese día teniamos un picnic en el parque. Mi familia solía hacer muchos picnics a lo largo de los años aprovechando cada momento especial comos los cumpleaños, días festivos o algún tipo de acontecimiento importante.

--vamos a celebrar el cumpleaños de Anita--le dije a mi mamá--, debemos comprar un pastel.

--ya lo hemos hecho Scotty, el vecino ha comprado uno de chocolate, su favorito.

Suspiré, lo que quería era perderme por un momento, salir un rato y distraerme, sabía que iban a venir casi toda la familia porque Ana era la preferida de todo el mundo, a su edad era muy lista y se sabía todos los cuentos infantiles del mundo.

La dulzura en sus ojos es lo que más le caracteriza, su cabello negro y liso y sus manos de porcelana. Yo era el mayor,el primogénito y su persona favorita y juntos éramos los inseparables, como si hubiésemos estado pegados con pegamento fuerte.

Ana estaba jugando con un libro que tenía en la mano y su sonrisa era como el arcoiris que sale después de una tormenta, me acerqué a ella y puse mi mano en su hombro.

-- ¿como esta la cumpleañera?

Ella me miró, sus ojos me hacían querer convertirme en un soldado de roca y protegerla para siempre.

--me siento muy bien, ¿como está tú?

Su habla había mejorado, a 6 años de edad y con una estatura promedio el habla era su debilidad, tenía un problema en su sistena nervioso o algo así (no lo entendía muy bien)

--igualmente, pequeña te cuento un secreto, hoy va a llover fuerte.

-- ¿porqué sabe tú?

--porque es tu deseo...

A ella le gusta la lluvia, las gotas que caen y secan el calor y el odio de las personas, a ella le gusta ver el arcoiris y el olor a humedad que emerge de repente en cada día lluvioso, por lo tanto ese era su deseo, no le importaba si se mojaba. Ella quería bailar sobre el cielo y ver las nubes, ella incluso quería que yo la siga a pesar de que sabía que a mi no me importaba nada de lo que hubiese allá arriba.

Le tenía un rencor al cielo, fué el lugar donde murió mi padre cuando tenía doce años, él era piloto de un avión de pasajeros y había sido piloto de guerra en la segunda guerra mundial, un día su avión sufrió un gran accidente y hubo fuego y una explosión, logró salvar a sus pasajeros mientras aterrizaba el avión pero sufrió un paro cardiaco cuando la gran máquina voladora tocó tierra.

Sufrí mucho y me creé mi propio trauma, tuve pesadillas y comencé a llorar mucho, hasta que un día lo superé y entonces el odio surgió dentro de mí como aves asesinas esperando el poder atacar a su presa.

--hermanito

--dime pequeña

--¿tú podes bajar la nube?

Le sonreí e hice como si atrapara una, a escondidas agarré un poco de algodón de azúcar que tenía en una de las bolsas y se la dí, por muchos años la había convencido de que las nubes se hicieron para comerse, que Dios nos las estaba regalando, pero ella no podía agarrarlas y entonces yo le ayudaba, se hacian rosas cuando tocaban mis manos porque yo era su ángel, ella se las comía y me daba un poco y yo hacía lo mismo.

Juntos éramos la promesa de papá, yo le dije que la cuidaría, a los doce,estaba sentado en una banca y Ana había nacido, miré al cielo y por primera vez hablé con él.

--cuidaré de ella, lo prometo--las lágrimas salieron de mis ojos--.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora